Una nueva cosecha de refranes mexicanos que se encuentran en los viajes

Politicón
/ 4 abril 2020

En mis viajes me topo siempre con el rico refranero mexicano. He aquí unas nuevas adquisiciones.

 

- El pendejo ni a Dios goza.

Significa que los tontos ni siquiera son capaces de disfrutar las bendiciones que nos envía el Señor.

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- Enfermedad es la mía; lo de mi vecino es maña.

Sólo nos duelen los males propios; los ajenos nos parecen inventados.

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- Con ese pecho yo canto hasta el Alabado viejo.

Este es un piropo picaresco para decirlo a una mujer de generoso busto. “El Alabado’’ es un canto religioso que entonaban los campesinos al comienzo y final de sus trabajos. Se conocen dos “Alabados’’; el antiguo era más difícil de cantar que el nuevo.

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- ¿Cómo he de adorarlo Cristo, si lo conocí guayabo?

Es difícil que alguien nos deslumbre si lo conocimos cuando aún no deslumbraba. Del mismo modo nos costará trabajo venerar una imagen que vimos tallar de un madero de árbol.

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- Sóplale a la lumbre, hermano; ya verás qué cenicero.

No conviene causar agitaciones, pues luego será difícil afrontar las consecuencias.

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- ¿Por qué con tamal me pagas teniendo bizcochería?

Frase vulgar para reclamarle a una mujer que regatea sus encantos.

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- Quien enviuda y vuelve a casar, tiene cuentas con el diablo y se las quiere pagar.

Advierte contra los riesgos de un segundo matrimonio.

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- Lo comido y lo yogado es lo único aprovechado.

Comer ya sabemos qué es. Yogar es un arcaísmo que significa realizar el acto carnal.

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