¿Por qué el enojo de quienes ostentan el poder?
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La Presidenta está enojada por la realidad. Le indigna la indignación del país, por eso la trae contra los medios y contra quienes protestan
El poder engaña, está pleno de trampas que sólo se pueden conjurar con apego a la verdad, el examen riguroso y escuchando menos el aplauso y más a quien disiente. Es difícil porque quien lo detenta vive permanentemente dilemas y difícilmente encuentra respuestas fáciles.
Gobernar sólo es fácil para quien vive la fantasía de la infalibilidad, como sucedió con López Obrador; quizás fue impostura, pero a muchos llegó la convicción de que él tenía claridad de rumbo, método y destino. Lo peor es que, a pesar del fracaso prácticamente en todos los frentes, al menos los que más importan, hay quien lo emula o dispensa fidelidad, actitud próxima a la fe, no a la política. El terreno del obradorismo es de creencias, no de ideas.
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El poder enoja, llevando a los gobernantes populistas a tomarla contra los medios. Allí está el caso de Donald Trump, quien insulta a una reportera al llamarla piggy (“cerdita”) por cuestionarlo sobre los archivos Epstein, un depredador sexual amigo de Trump que se suicidó en prisión y que hoy es motivo de la mayor controversia en el Congreso y el Departamento de Justicia por la exigencia de víctimas y ciudadanos estadounidenses para conocer quiénes participaron de sus actividades delictivas, y de su compañera Ghislaine Maxwell.
Y hablando de Trump, recibe a su enemigo, alcalde electo de Nueva York, Zohran Mamdani, y lo trata con deferencia. Un ejemplo para México, porque en la democracia, incluso para personas tan complicadas como el presidente norteamericano, entre adversarios siempre hay espacio para el diálogo y temas compartidos.
La presidenta Sheinbaum ha perdido la cabeza fría que presumía en su trato con Trump. Los problemas crecen y cada vez es más complicado mantener el equilibrio en su coalición y dar respuesta a los problemas que plantea la realidad, igual en economía, combate a la corrupción y la lucha contra la impunidad. Quienes le acompañan conspiran contra el proyecto: probidad, humildad y lealtad. El obradorismo, por el abuso de sus personajes, ha perdido blindaje.
La indignación popular por el estado de cosas exaspera a la presidenta Sheinbaum. Son los medios o es una conspiración de la ultraderecha; es su respuesta y no se sabe si la profesa por convicción, por cálculo, o ambas. Su manejo de los problemas cada vez la muestran más intolerante y con desapego a la realidad. El régimen es rehén de su propia propaganda; para escapar no existe otro remedio que reconciliarse con la verdad y la realidad, que conlleva elevado costo y que aumenta con el tiempo. En el país se viven momentos muy complicados y el descontento crece.
La Presidenta está enojada por la realidad. Le indigna la indignación del país, por eso la trae contra los medios y contra quienes protestan. Ante la marcha del sábado 15 de noviembre cometió todos los errores posibles: desde invocar la conspiración internacional y descalificar a quienes participaron por razones disparatadas, como edad y filiación política. Debió condenar la violencia provocada por un grupo externo a los participantes, al igual que los excesos de la policía; sin pretenderlo quedó igual que el presidente Gustavo Díaz Ordaz en su respuesta al movimiento estudiantil de 1968.
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El problema no es la marcha, sino la causa que la provoca: el estado de impunidad que padece el país y el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, que se convirtió en detonador de la exigencia para que el gobierno nacional actúe ante el criminal y lo lleve ante la justicia. Las opinables cifras de los homicidios a nadie convencen; se requiere fortalecer la capacidad de las autoridades, en particular las municipales, para mantener a raya a los criminales y frenar la extorsión, que afecta a grandes sectores de la población y que se ha vuelto negocio de los criminales más violentos y decididos.
La radiografía de Uruapan es un buen ejemplo de lo que sucede en buena parte del país. De la extorsión por las autoridades, se ha pasado a la extorsión de los criminales. Las primeras amenazaban con la clausura del negocio; los segundos, la vida de dueños y trabajadores. Por cierto, los resultados de las indagatorias de la Fiscalía local están viciados de origen por la sospecha sobre el gobernador.
Preocupa el enojo porque sobrevienen las peores expresiones de la tiranía. El país se va deslizando a extremos indeseables de violencia, exclusión y represión.