Prosa con variaciones
Tema
Tomo mi instrumento -acicalado y templado desde hace unos días-, digito unas saetas melódicas, armónicas y naturales, antes de abrir el libro recién adquirido vía mensajería, y me apresto a leer a primera vista -como siempre-, las primicias que se abren ante mis ojos.
Variación uno
El agua agitada por el continente de la ninfa, perseguida y asediada por el fauno enfebrecido -víctima de los turbios metabolismos endócrinos que Zeus le deparó en los albores de la Creación-, se sumerge en las tibias aguas del arroyo. La agitación expande el sonido, circundado de diminutas gotas que desnudan el albor ígneo de la luz. Las terceras disminuidas generan tensión: el agua penetrada por sistemas y variantes que quiebran el equilibrio terso de la superficie acuosa, amplificadas por las metálicas columnas de escalas que desprecian los arrebatos impetuosos del desequilibrado fauno, La lucha no amaina, se recrudece y magnifica la bipolaridad de ambas fuerzas: una por poseer y la otra por nulificar. El vendaval sonoro salpica con gruesas capas de tinta negra las líneas inquebrantables de todo el trayecto narrativo. El editor Durand canceló el torrente en la sexta página, justo antes de que la fuerza dactilar deviniera tetania.
Variación dos
En la esquina turbia del vecindario, en la escalinata más apartada, se ve la figura quebrantada del rabí. Enjuto, cubierto del polvo de días sin cuento, su figura se diluye en la grasa aceitosa de los tres pisos pétreos que lo ocultan de los rayos tenues del sol. Una locura de décadas le enmaraña el pensamiento. Sus manos nervudas tamborilean incesantes monodias inconexas. Antaño leía extensos fragmentos de la Torá, escuchado por el magro grupo de integrantes del sanedrín. El rítmico vaivén de su cuerpo al leer la ley mosaica ha impregnado la monotonía de sus vigilias. Descifrar la imagen de ese desconsuelo agota al más vivaz de los intérpretes.
Variación tres
El espejo no solo refleja las imágenes de los artistas, se aprovecha de la angustia soterrada a la vista de todos y expande sin pudor el aura manchada de nervios cromáticos. El músico, actor, bailarín, cantante salen al escenario despojados del aura que los atormenta. Eso explica esa sensación de liviandad cuando abandonan el camerino.
Variación cuatro
Llevaba tres días caminando y ya empezaba a sentir el peso del cansancio, temía perder la energía de la que se enorgullecía cada vez que improvisaba las largas y densas fugas. Apenas hace cuatro días que el jefe del cabildo le había anunciado que el maestro organista de la vecina ciudad escucharía a los maestros de capilla de la región, para adiestrarlos en el arte de la improvisación y la interpretación de los textos sagrados. Pidió el permiso conducente, armó un equipaje para una semana y salió rumbo a la ciudad vecina. Por el camino empezó a imaginar la pieza que tocaría para el maestro. Pensó en distintas estructuras musicales, todas relacionadas con la liturgia de la que era un ferviente defensor. Pero cayó en la cuenta de que quizá esas estructuras serían las que más se tocarían en las audiciones. La última noche antes de su llegada cayó un intenso aguacero. Los relámpagos, los truenos, la sonora y persistente lluvia fueron los elementos que le dieron el bosquejo de los temas de una toccata seguida de una fuga. El trueno le otorgó el motivo temático principal, la lluvia haría el resto en la fuga. Y así, sin escribirla en hojas pautadas (las había olvidado en su casa en el apresuramiento de su salida), tocó, ante el asombrado maestro, en estilo improvisado la tocata y fuga en la tonalidad de re menor. La había imaginado en si menor, pero se percató de la ausencia de la nota si en la pedalera del órgano.
Variación cinco
Un aburrimiento letal lo agobió todo el día. Por la noche salió al bar donde trabajaba improvisando piezas variopintas en el piano desvencijado del local. Se sentó y dejó discurrir su ánimo sobre las teclas amarillentas. Los comensales bulliciosos amainaron el ánimo de sus conversaciones sin darse cuenta de ello hasta quedar totalmente dormidos. Eric, el pianista, tocó una y otra vez las piezas más letárgicas que jamás había improvisado.
CODA
Vocalise es la pieza musical más antigua, fue interpretada por una mujer en el alba de su primer alumbramiento.