¿Qué festeja el Presidente?
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En la semana una imagen provocó escozor e indignación: un pastel que tenía en su diseño de betún la frase “Reunión de gabinete de seguridad número 1000”.
La fotografía fue publicada en Twitter por la secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez Velázquez, quien escribió: “una muestra del compromiso del gobierno para garantizar la paz de los mexicanos. Los resultados ya son tangibles”.
El presidente Andrés Manuel López Obrador festeja mil reuniones de seguridad como festeja cuatro años de supuesta transformación. Una cosa y otra es lo mismo: vivir cegados y no querer ver una realidad que los rebasa.
¿Se imagina usted qué pueden decir en esas reuniones? ¿Acaso informar cuántos abrazos se dieron al crimen esa semana? ¿Acaso las decenas de muertos que ocurrieron ese día? ¿O acaso platicarán cómo volver a culpar al pasado de todo lo que ocurre en el presente?
Festejar con pastel mil reuniones de seguridad cuando no hay ningún resultado tangible en materia de seguridad es como una burla a los miles de muertos de este sexenio, una burla a las familias que siguen buscando a su ser querido desaparecido, una burla a todos los habitantes de municipios donde no es seguro salir de noche, una burla a todas las víctimas de las masacres que se siguen presentando en el País.
¿Qué festeja el Presidente? ¿Qué puede festejar en un país donde se rompen los récords de homicidios violentos? ¿Qué se festeja en un país donde siguen sin aclararse después de meses los casos mediáticos de feminicidios, ya no digamos los que ocurren diariamente y que no alcanzan el reflector? Festejar mil reuniones es como si un maestro festejara porque su alumno hizo mil planas. Igual de estériles.
Y se vienen más festejos, como si la clase política tuviera que festejar porque se les paga por ser servidores públicos.
Este domingo se viene otro festejo del Presidente. El festejo de los cuatro años de supuesta transformación, el informe popular y propagandístico para decir lo mismo que dice todos los días a las siete de la mañana: que ya no hay corrupción, que los neoliberales no quieren la transformación, que los apoyos a los adultos mayores y jóvenes, que los conservadores quieren regresar, que la refinería, que el Tren Maya, que las becas.
AL TIRO
¿Qué festeja el Presidente? Festejará este domingo lo mismo que festeja todos los días: que es diferente a los demás, que su gobierno es diferente, que la violencia e inseguridad está controlada, que construyó un aeropuerto, que ya no hay corrupción, que una refinería avanza, que ha repartido miles de pesos en apoyos.
¿Un gobernante debe festejar por hacer lo que tiene obligación de hacer? Que festejen los empresarios que logran metas en sus empresas. Que festejen las universidades o escuelas que tienen logros académicos, que festejen los atletas por sus logros deportivos, que festejen los novios, que festejen los empleados que fueron ascendidos, que festejen los que llegaron a fin de año a pesar de los pesares.
Un gobernante no tiene razón de festejar por hacer lo que tiene obligación de hacer. Se le paga por ser un servidor público. Es como todas aquellas inauguraciones de obra o entrega de materiales o apoyos donde los presidentes o gobernadores presumen lo que hicieron con dinero de la gente.
Pero es más preocupante festejar por lo que se cree que se hizo y no se hizo. Festejar por una transformación que está lejos de lo que se prometió. Festejar por programas clientelares que no desenmarañan el problema de la pobreza, festejar cifras maquilladas, festejar que se es diferente solo de palabra.
En lugar de festejar reuniones con café y marchas propagandísticas, que se pongan a trabajar, que para eso se les paga, no para andar inventando marchas ni partir pasteles.