¿Qué hay en Saltillo?
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Mi estimado y muy bien documentado colega, Christian García, recordó oportunamente un fragmento de la novela “All The Pretty Horses” del autor de culto Cormac McCarthy, responsable de otros títulos como “La Carretera”, “No es País para los Viejos” y “Meridiano de Sangre” (que tengo prestada y juro que devolveré).
En “All The Pretty Horses” (“Todos los Hermosos Caballos”), su protagonista, un joven vaquero llamado John Grady, decide, luego de morir su abuelo, que es hora de probar suerte en México.
“Creo que vamos a Saltillo”, plantea el protagonista.
“¿Qué hay en Saltillo?”, se le cuestiona enseguida de manera por demás genuina.
Y luego admite con la mayor sencillez: “No lo sé”.
Tenía yo esta referencia sepultada en la memoria, porque no provenía de las páginas del material original, sino de la adaptación fílmica que se hiciera en el año 2000 con Matt Damon, Penélope Cruz y Jesse Plemons (necesariamente haciendo de hermano de Damon), dirigidos por el inmensurable talento de Billy Bob Thornton.
No obstante, la peli pasó sin pena ni gloria y es una de las adaptaciones menos afortunadas de la obra de McCarthy. Sin embargo, la mención de nuestro terruño (en la peli) fue suficiente para que en su momento le hiciéramos una pequeña nota al respecto en la prensa local.
De regreso con el papel que juega Saltillo en el relato literario, los protagonistas de hecho son arrestados y retenidos en la cárcel de
esta capital pero, olvidé decirle, la acción transcurre en 1949.
De manera que si hoy en día es difícil responder la pregunta que puso en jaque todo el periplo de esta novela, “¿Qué hay en Saltillo?”, imagínese lo que era tratar de responderla hace más de 70 años.
Dicho de otra manera: Cuando John Grady dirigió su galope hacia la capital del estado vecino, al sur de la frontera, sin tener una respuesta clara que justificara esta motivación, quizás pensó que la pregunta se contestaría por sí misma al llegar a su destino, y no que seguiría abierta al menos otros tres cuartos de siglo más.
¿Qué hay en Saltillo?
Bueno, ni alguien que ha nacido y vivido todos sus años aquí, como yo, puede dar una respuesta. Al menos, no una a la medida de todos los que se la hayan formulado.
Algunos habrán llegado a este asfáltico valle de lágrimas buscando trabajo, otros amor, otros más un reinicio desde cero luego de echar a perder su vida, y probablemente algunos hasta buscando nuevos incautos para “tranzarlos” en alguna estafa ya probada con éxito en otras latitudes.
Y lo más seguro es que ninguno de los anteriores haya salido defraudado, porque de todo lo antes mencionado hay en abundancia, sobre todo de los últimos especímenes (incautos).
¿Es Saltillo un buen lugar para vivir? Sin duda, aunque ello dependerá en gran medida de lo que usted llame o conozca como “vida”.
Y aquí vamos con una de esas verdades de perogrullo que tan bien se me dan: Para quienes vienen de un ambiente más hostil, peligroso y caótico (digamos, la CDMX), Saltillo resulta apacible y su marcha hasta les parece que está en sincronía con la velocidad discursiva del Peje. Muy lenta y cachazuda.
Ahora que si usted, como José Alfredo, viene de allá, de un mundo raro, donde todo (taxis, restaurantes, cines, tiendas) funciona y da servicio y no está sólo para agudizar su úlcera, pues entonces mejor sígale caminando que me temo que su peregrinaje no concluye aquí.
Pero seguimos sin respondernos: ¿Qué hay en Saltillo?
Saltillenses, me dirá usted, y sí, en efecto, hay un chingo y por fortuna de todas las categorías: Hay gente muy culta y otra de una ignorancia retobada; hay personas muy educadas y otras sin los más elementales rudimentos de civilidad; hay personas muy racionales y otras crédulas y supersticiosas como salidas de la Edad Media; hay gente muy liberada de prejuicios y otros mochos y pudibundos como sexo entre panistas; hay gente buena y otra muy buena pero nomás pa’ chingar al prójimo. Por desgracia aún no hemos podido hacer obligatorio el portar un rótulo que indique a qué categoría pertenece cada individuo, lo que nos ahorraría muchos problemas y todo ese trato innecesario con los más necios y cretinos.
Hay también gente muy inepta; pero por fortuna y en la proporción que es de esperarse en cualquier sociedad, hay también talentos de exportación en las artes, en la ciencias, en los negocios, la investigación y prácticamente en cualquier campo.
Desafortunadamente, cuando alguien es demasiado competente, como que el terruño le empieza a quedar chico y casi irremediablemente emigra.
La presente administración municipal heredó, de todas las que le precedieron, tres grandes deudas con Saltillo, mismas que a su vez habrá de heredar íntegras o parcialmente saldadas, en la medida en que se ponga las Eveready y trabaje en ellas, a saber: Movilidad y transporte público; gestión de los recursos naturales (agua, bosques, áreas verdes en general, calidad del aire); y desarrollo urbano.
El resto en mayor medida depende de nosotros, los saltillenses, para hacer de nuestra ciudad algo más que “vivible”, un auténtico privilegio y orgullo.
Si se dedica a los servicios, sea realmente servicial; la satisfacción del cliente es una experiencia completa que abarca desde sus instalaciones, la información que ofrece, hasta la sonrisa que brinda. Sea amable cuando salga a la calle, lo que no implica preguntarle a todos por los hijos y ponerse a hablar del clima u otras nimiedades; con que aprenda a manejar, ceda el paso, detenga la puerta para el que viene atrás, guarde su basura; no le imponga su música a los demás. Nada del otro mundo, vaya, pero puede hacernos un mundo de diferencia.
De esa manera, quizás pueda responderse con mayor facilidad y sin titubeos la pregunta planteada en la imaginación del mítico y celebrado Cormac McCarthy: ¿Qué hay en Saltillo?
Sólo gente. Gente decente, gente de bien.