Raíces y cimientos para frutos y cúpulas
COMPARTIR
TEMAS
Las épocas de transición son una gran oportunidad. Saber vivirlas equivale a saber que el árbol crece reforzando sus raíces y el edificio se va completando, asentándose más sobre sus cimientos.
El árbol intenta crecer para florecer y dar fruto. Y el constructor de edificios anhela llegar a la etapa final de las cúpulas. Valorar lo anterior y estrenar lo nuevo -no antes usado o intentado- son las dos hojas de la tijera que corta todos los miedos y desconfianzas y genera el entusiasmo y la audacia de seguir avanzando.
SI NO ES AHORA ¿CUÁNDO?
Es la transición una gran oportunidad de maduración, de restablecer equilibrios, de revisar proporciones, de mejorar actitudes. Aun lo que parece “mas de lo mismo” ha de justificar sus permanencia con el dinamismo de su desarrollo y la renovación de sus estructuras y tripulaciones.
Todas las transiciones se dan en medio de una algarabía de voces que animan o etiquetan, descalifican, satanizan, ridiculizan y hasta calumnian. Hay resistencias, desaprobaciones y rechazos múltiples. Es buena noticia cuando se abre paso y no se detiene lo que es mejoría para la mayoría.
POR LA JUSTICIA HACIA LA PAZ
El engreimiento y el apego a una niñez existencial dependiente y protegida quiere llegar a juventud y adultez; pero se resiste a vivir una necesaria adolescencia en que se encuentran inseguridades, equivocaciones, caídas, altibajos convenientes para tener experiencia y acumular sabiduría.
Las abuelas dicen, cuando los nietos se van lejos, fuera del hogar: “el pan ajeno hace al hijo bueno”- Y los hombres de mar comentan que “un mar tranquilo no hace a un buen marinero, se quieren tormentas”.
Transición sin cambio de mentalidad, sin óptica más exacta, sin aceptar que las formas se deforman cuando se transforman está desenfocada. Hay saludables crisis provocadas que producen hinchazones y calenturas alarmantes; pero son la brecha sinuosa y pedregosa que es atajo para un gran bienestar disfrutable.
LOS FANTASMAS INVENTADOS
Hay visiones manipuladas por la desinformación. Atisban compasión y acercamiento a los empobrecidos y dicen: van al socialismo, son comunistas. Ven que alguien se empeña en fomentar riqueza y dicen: es fascista, es racista, es capitalista observan que alguien lucha por derechos humanos y dicen “es populista, es demagogo, es manipulador”.
Cada quien jala el hilo de su fantasma para asustarse con él. Se multiplican los repartidores de etiquetas basadas en infodemia. Es contagiosa la bipolaridad enfermiza que fragmenta: los aceptables y los desechables, los que conservan y los que progresan, los que se equivocan y los impecables, nosotros y ustedes, y el dicho ranchero sigue teniendo vigencia: “dime de lo que presumes y te diré lo que te falta”. Los defectos que vemos en otros son la proyección de los propios no controlados. Solo se libera el que descubre que su ego es su propio fantasma para confeccionar su particular susto habitual.
TÉ CON FE
-¿Hay línea divisoria entre los buenos y los malos?
-Si la hay. Pero no pasa entre los grupos humanos. Pasa por el centro del corazón de cada persona humana.
Los que llaman “malos” son los que no han sido suficientemente amados. Son los que serían buenos si nosotros fuéramos mejores. Dios nos ama, no porque seamos buenos. Nos hace buenos con su constante amor...