Reflexiones sobre las focas... y las puertas
Les platico: Es por demás, me da risa leer y escuchar a quienes ostentan ser portadores de la verdad.
En una época donde el engaño se volvió universal, buscar la verdad -no ostentarse de ella- es un acto revolucionario, tal como lo dijo hace muchos años George Orwell.
Y no estoy muy de acuerdo con lo dicho en contraposición por Gustave Le Bon: “Cuando el error e hace colectivo adquiere la fuerza de una verdad”.
La verdad es un intento, no un logro y el que crea que la tiene se aplaude a sí mismo, se auto elogia porque busca público, o por lo menos, como las focas amaestradas, busca que le avienten un pez, o de perdido una sardina como premio.
LAS PUERTAS SIRVEN TAMBIÉN PARA SALIR
A esos especímenes de circo que se reproducen en ésta época de redes sociales como gremlins en aguacero, conviene decirles que las puertas por donde entraron a los chats, también sirven para salirse. Tengan dignidad, por el amor de Dios.
Cada vez que leo uno de sus posts oigo una puerta que se cierra. Lamentablemente no es la suya, es la de uno más que está cansado de saber de él...
Si de pronto uno de esos se va del chat de San Pedro donde estoy, voy a sentir como si hubiera perdido a un familiar, en serio.
Las focas aplaudidoras a las que me refiero no tienen capacidad para generar textos que exigen más que ideas, propuestas razonadas; polémicas -sí- pero bien fundamentadas.
Se conforman con flashazos de aparente inteligencia, pero sus cerebros sin amueblar no les dan para más allá de unos cuantos minutos de notoriedad.
A veces muestran sus puntiagudos dientecillos para defender sus posiciones a puro concierto de aletazos y son la expresión de un apetito voraz por la notoriedad.
No creo que sean muchas las neuronas que se ocupan para aplaudir a rabiar, pero se alborotan con facilidad y no solo defienden a sus amos, sino que los defienden con cierta pasión.
Además de sus habilidades circenses, también saben estar al acecho para atacar velozmente ante cualquier agresión a sus tribus. Oficialistas u opositoras. Da lo mismo.
A esas foquitas que se ponen a la cintura una cinta negra, les comparto esto que dijo Friedrich Hegel: “Ser independiente de la opinión pública es la primera condición formal para lograr algo grande”.
Voy a entender que una de esas foquitas pregunte un día al tocar a cierta puerta: “Disculpe, ¿es casa de la familia Hegel?” Pobrecita, la foquita.
Si yo viviera en esa casa y recibiera tal pregunta al abrir la puerta, le respondería: “no, aquí no vive, pero te puedo mandar tamales si me das tu ubicación”.
Ahora, dejemos por la paz a estos simpáticos animalitos.
LOS MUNICIPIOS IDIOTAS
Primero, una reflexión aplicable al tema, por cortesía de Jorge Luis Borges: “Si de algo soy rico es de perplejidades, no de certezas”.
Ahora sí, con eso en mente, si el alcalde es un idiota, los que lo eligieron lo son más y peor los que lo defienden.
Y para quienes no entran en esas tres categorías, hay una 4ª: Debe ser triste y frustrante pasar cuatro años burlándose de la ineptitud de un alcalde, y darse cuenta de que salió peor que el anterior.
HAY IDIOTAS QUE HASTA EDITADOS CAUSAN DAÑO
Viendo los “resultados” del alcalde y leyendo las defensas de sus focas, vale decirles: “debe ser devastador ser un idiota”.
Con su cáustico e irreverente humor, Julio Cortázar diría: “He aquí la imbecilidad de nuestro tiempo”.
Ese alcalde que en plena campaña de reelección confesó orgullosamente que en su municipio él estiraba la liguita para dar a entender que operaba en el límite de la ilegalidad, debe saber que el orgullo es complemento de la ignorancia.
¿De qué te ufanas diciendo eso, Miguel?
CAJÓN DE SASTRE
“Resumen: estamos gobernados por idiotas que fueron votados por idiotas; si eso no es un problema, no se me ocurre otro”, remata la irreverente de mi Gaby.