Renacer de la primavera
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“Que callen las armas”.
Papa Francisco.
Desde el salón de clases es posible percibir un pájaro carpintero. Tenaz, ha elegido uno de los árboles de la escuela y picotea a fondo la madera. El sonido que produce, un clap-clap insistente, llama la atención de los alumnos y la maestra. Estos son rumbos, en el sur de la ciudad, y cercano a áreas de pinos, donde seguramente tienen su hábitat. La escuela también dispone de ellos, así que su presencia no le es indiferente.
“He visto mayor cantidad de pájaros por estas fechas”, comparte una estudiante. Y es que sí, el inminente arribo de la primavera favorece su llegada y con ello el alegre paisaje que despliegan. Su canto también ilumina las mañanas y propicia, como lo hace saber la joven, la meditación.
El canto a la primavera está en la voz de los poetas, ha vivido de manera permanente en sus espíritus. Al recordarlos, traemos a la memoria a Octavio Paz, que hizo esta composición de voz íntima en ”Primavera a la Vista”:
Pulida claridad / de piedra diáfana, / lisa frente de estatua sin memoria: / cielo de invierno, espacio reflejado / en otro más profundo y más vacío. / El mar respira apenas, brilla apenas. / Se ha parado la luz entre los árboles, / ejército dormido. / Los despierta / el viento con banderas de follajes / Nace del mar, asalta la colina, / oleaje sin cuerpo que revienta / contra los eucaliptos amarillos / y se derrama en ecos por el llano. / El día abre los ojos y penetra / en una primavera anticipada. / Todo lo que mis manos tocan, vuela. / Está lleno de pájaros el mundo.
La belleza de las palabras de Octavio Paz nos muestra un mundo que abre sus días a la primavera. El cielo de invierno próximo a concluir, el mar que apenas y respira y brilla. La luz que se ha parado entre los árboles... Hay una palabra en japonés que designa el momento en que la luz atraviesa los árboles: Komorebi. Esta palabra trae consigo la luminosidad, los reflejos, las luces y sombras; el juego de imágenes que posibilita la luz penetrando por entre las hojas.
Cuando Octavio Paz nos lleva a imaginarnos esa luz estacionada entre el ejército dormido de árboles, que son despertados por el viento a golpe de banderas de follajes, nace en nuestra imaginación la sucesión de luces y sombras que en ese momento ha de tener lugar.
Nacerá en unos días la primavera. Y con ella la explosión y profusión de colores y sonidos que nos recuerdan el renacer de la vida. El renacer de la esperanza.
Ahora que frente a la humanidad se ha extendido el manto de la ira de la guerra, en cuyas razones siempre queda masacrado, dolido y humillado el género humano, lo que podríamos desear es que con la primavera se llegara a desplegar las banderas de luz y no de odio.
No podemos ser indiferentes ante lo que ocurre ahora mismo en Ucrania, atacados por Vladimir Putin, presidente de Rusia. Tiempos de guerra nunca serán los tiempos mejores. Su evocación, su ejecución avergüenza al género humano entero.
Que la primavera llegue pronto a los escenarios en donde comenzó y tiene lugar esta guerra. Y la luz de la que nos hablan los japoneses con el Komorebi atraviese las hojas, trayendo consigo la paz. Condenar la guerra es un acto que debiera estar en las alforjas de las naciones. “Callen las armas”, bien lo dijo el Papa Francisco.
Aguardemos, pues, la primavera y su consecuente renacer de la esperanza.