Repaso de médicos y boticas en Saltillo / 2
A fines del siglo 19 había en Saltillo boticas que bien podían justificar el adagio “De todo, como en botica”, así, la Botica San Luis, de Juan D. Carothers. La Botica del León, por el contrario, parecía ceñirse al esquema clásico. Ubicada en algún lugar de la antigua plaza de Tlaxcala, en donde se realizaban las famosas ferias de Saltillo, era propiedad del señor M. García Barreda y se anunciaba así: “Siendo este uno de los establecimientos de su clase más bien montado de la plaza, puede ofrecer a sus consumidores un surtido completo de los artículos del ramo a los precios más bajos del mercado”.
En la década de 1880, los médicos Fernando Mier y Francisco Cárdenas Fuentes tenían un Consultorio Médico Quirúrgico en la 5ª calle de Hidalgo Letra B, y anunciaban sus servicios: “En este antiguo y acreditado establecimiento se dan consultas gratis a los pobres todos los días de 9 a 12 de la mañana y de 3 a 6 de la tarde... Se hacen también operaciones gratis en el mismo establecimiento y a domicilio a los pobres de solemnidad”. Ahí mismo tenían una botica, en la cual, según dice el anuncio: “Se encuentra siempre un buen surtido de medicinas recientemente preparadas, así como toda clase de medicinas de patente. El despacho se hará escrupulosamente y a cualquiera hora del día o de la noche”.
En 1884, el Ateneo Fuente creó tres carreras: Escribano Público, Leyes y Farmacia. Un documento del Archivo Municipal de Saltillo señala que en 1902 había en la ciudad 20 médicos y sólo dos farmacéuticos.
En 1890, el Plan de Arbitrios del Municipio señalaba el pago de seis y doce pesos mensuales para las boticas, según el tamaño, mientras que las pulquerías pagaban de cinco a ocho pesos mensuales y una licencia de serenata pagaba tres pesos. En los inicios del siglo 20, las boticas más importantes de Saltillo eran la ya mencionada San Luis del señor Carothers; la Botica París del doctor José María Rodríguez, también en la plaza de Armas; la Botica Guadalupe, en la calle de Zaragoza, del doctor Dionisio García Fuentes; la Botica del Carmen, en la calle de Allende, de don José María de la Fuente; la Progreso de Francisco de la Peña, y la Botica Lourdes, en la plaza Manuel Acuña, de don Luis Muñiz.
“Quien no anuncia no vende” es un viejo adagio de amplia vigencia en la actualidad. En 1930, la Botica Lourdes, con Ignacio B. García de responsable, se anuncia en la revista “El Ateneo” con medicinas de patente, productos químicos y dulces finos, y la Botica Nueva, de Nicolás González en Allende Nte. 78, anuncia “medicinas, jabones, postales, dulces y etc.”, y en 1935 ofrece el servicio a domicilio.
En 1931 los hermanos Lomelí son dueños de la Botica Universal, ubicada a un lado del Teatro García Carrillo, y en 1937 sólo Antonia Lomelí, y poco antes de finalizar el siglo fue cerrada.
En una “Revista Cultura” de 1937, Lilia Morales Benavides, responsable de la Botica Santa Rosa, en Acuña 507, anuncia ingredientes químicamente puros para la elaboración de recetas. En 1941 ya se publicita con el término farmacia de La Salud, de don José Cruz Escobedo, en Pérez Treviño y Zaragoza. El matrimonio Siller Soto fundó en 1962 la Farmacia Madero, hoy desaparecida, fue la primera en ofrecer servicio las 24 horas del día y tuvo hasta 20 sucursales en Saltillo y un gran almacén de mayoreo.
Actualmente sólo la Botica Pasteur y la Botica Lourdes permanecen en ese rango y ofrecen sustancias, polvos, alcoholes y otros artículos similares. Son las que tenían mostrador y al fondo los botámenes o tarros de cerámica que guardaban los productos químicos, plantas medicinales, pócimas y brebajes necesarios para la farmacopea, y otros instrumentos propios de sus quehaceres, como las balanzas de precisión con sus fanales o campanas de vidrio para resguardarlas del polvo y elementos extraños.
Hoy las grandes cadenas nacionales lideran el mercado de farmacias en Saltillo y en ellas puede conseguirse desde una aspirina hasta una camiseta, una escoba o un pan para la merienda.