Rosa

Opinión
/ 9 junio 2024

En poco tiempo me convertí en madre y pronto fui a mi primer festival temático de la escuela.

Tantos años viendo el fantástico mundo de rosa. Tantos años imaginando a Barbie montando a Pinky pie y veme hoy aquí, celebrando un diez de mayo, sin la alegría de festejar el rosa. ¿Olvidé su encanto? Estoy rodeada de él, pero a mí no me queda nada. Ahora ni rubor tengo en las mejillas.

El rosa de los globos me hace recordar aquellas veces donde ese color lo veía por todas partes, en el cabello de Draculaura, en el vestido de Rosita fresita, en toda Younique. Pensé que con la edad cambiaría de tono favorito. Sin embargo, ahora está todo el rosa aquí conmigo, desde Wanda hasta Bing bong. Hasta hoy me sigue acompañando. Qué raro, ¿no? Tal vez nunca estuvo lejos.

Entonces el rosa forma parte de mí. El rosa vive en mí, así como vive Patricio, así como vive la Pantera rosa.

Soy rosa sutil y mayor, pero rosa aún. Ningún otro matiz me queda igual. Ahora como rosa mamá, duplico mi ser y tengo un legado de color. Y aunque un día soy tenue y otro, muy intensa, todavía soy rosa mujer.

SILVANA RODRÍGUEZ FERREL (Monclova, 2006). Estudia el sexto semestre del CBTa No. 22 en la carrera de Técnico Agropecuario. Su interés en la literatura comenzó durante la primaria al adaptar cuentos a obras teatrales. Tuvo afición por la poesía y el basquetbol, en secundaria. Perteneció al instituto de folklore de Ascensión, Chihuahua, para actuar en teatros del pueblo. Al ingresar a bachillerato siguió con su actividad extracurricular, uniéndose al laboratorio de biología molecular. Obtuvo Primer lugar en el concurso a intramuros de poesía 2022 y participó en los InterCBTas en la ciudad de Parras, Coahuila, no sólo en Declamación sino también en Voleibol. Además, es vicepresidenta de la Sociedad de Alumnos del plantel.

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AMARILLO

Andrea Carolina Zamorano Ledezma*

Hay colores que evocan emociones:
la confianza de cangreburguers cocinar,
o la valentía que necesito para huir
de un laberinto fantasmal,
o el optimismo para enfrentar
las situaciones más peligrosas,
y al grito de mórfosis a un robot trepar
y salir avante de todas esas cosas.

A veces en mi cabeza siento
que una personita se escondía,
que me hace gritar de júbilo
y también mucho de alegría.
Otros días me siento
con tremenda energía,
capaz de lanzar truenos y rayos
en las batallas del día a día.

Sé que a veces soy como un pajarillo
desde una enorme resortera lanzado;
pero me siento con tanto brillo
que a dos o tres cerdos he destrozado.

Este color es muy estimulante.
Muchas travesuras puedo hacer.
Soy un peligro ambulante,
pero de mis errores puedo aprender.

Solo quiero de esta jaula escapar,
dejar de columpiarme y vivir,
jugar con el gato e imaginar
la mayor aventura por venir.

Soy mi propio villano favorito.
A veces ni yo me entiendo al hablar;
pero es que siento tan bonito
con todos mis amigos jugar.

Este color me identifica
Me hace alegre y optimista.
Me estimula y cuantifica
con lo que no está a simple vista.

Podría ser sencillo.
Si encuentras tu brillo,
todo lo que te digo
es de color amarillo.

*ANDREA CAROLINA ZAMORANO LEDEZMA (Monclova, 2006). Estudia el sexto semestre del CBTa No. 22 en la carrera de Técnico Agropecuario. Con su relato “Calidum terra”, obtuvo mención honorífica en el Premio estatal de cuento “Naturaleza y sociedad” 2022, organizado por la Secretaría del Medio Ambiente (SEMA) y la Secretaría de Cultura (SEC). Su poema “Amarillo” fue producto de la clase de Literatura. Tiene gusto por la lectura en aquello enfocado en romance, drama y ficción

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EL LOCO DEL PUEBLO

Diana Monserrat Ruiz de León*

Ahí va afanoso el loco de mi pueblo /repartiendo a todos con gran gentileza /el viento que lleva de sobra en su alma / y que le revuelve su airada cabeza.
Amador Peña Chávez. Cuatro Ciénegas. Tierra de sol y viento.

Cuatro Ciénegas es un pequeño pueblo hundido entre las montañas como en un embudo, donde el viento soplaba con fuerza desenfrenada y ahí se entretenía dando vueltas hasta volar sombreros y levantar faldas. En ese lugar se encontraba un hombre conocido por todos como “El loco del pueblo”. Juan era su nombre y había perdido la razón hace años, luego de sufrir un choque de carretera en su turno como chofer de autobús. Esta tragedia lo dejó “aireado” de la cabeza para siempre.

A pesar de su lamentable pasado, Juan se las arreglaba para sonreír y llevar alegría a todos con sus disparates y bromas. Se paseaba por las calles con un sombrero ridículo y una capa a rayas. Llevaba consigo un silbato que hacía sonar cada vez que el viento soplaba con mayor intensidad.

Mientras el ventarrón rugía con más fuerza que nunca, el pueblo se preparaba para una celebración de costumbre: la coronación para la reina de la Feria de la Uva. Todos esperaban emocionados y ansiosos por presenciar el evento, pero sobre todo al cantante invitado.

La plaza se llenó de colores, parras de uva por doquier y adornos que bailaban al ritmo desenfrenado de la corriente. Los vecinos vestían sus mejores galas deseando el arribo de la nueva soberana; pero el aironazo era tan intenso que amenazaba con arruinar fiesta y peinados.

Cuando se empezó a preocupar la gente, Juan apareció en escena, como si fuera el viento personificado. Las risas comenzaron a mostrarse y todos se preguntaron qué locura tenía preparada para ellos en esta ocasión tan especial. ¿Cómo podría arruinar algo que estaba al borde del desastre?

“El loco del pueblo” subió al escenario de la plaza de toros agitando un sombrero arriba de su cabeza e hizo sonar fuerte su silbato. El viento arreció como tolvanera. Todas las flores de papel, cortinas y decorados que engalanaban escenario y trono real se elevaron por los aires.

El pueblo observaba con asombro cómo las flores danzaban encima de una corriente invisible, mientras que abajo no se sentía ni la brisa. A un pitazo tras otro, Juan dirigió la tromba hasta el cielo, llevándose con eso toda la amenaza.

El remolino de ornamentos dejó a los espectadores sin palabras y a las señoras sin un cabello que les arruinara el tocado de salón. Las risas nerviosas se convirtieron en gritos de admiración y gratitud hacia el hombre. Él solo había domado a las cuatro fieras de viento, bautizadas como El Cañonero, El Sanjuanero, El Preñador y el aire de San Marcos.

Finalmente, las flores descendieron con suavidad sobre el escenario y cubrieron a la reina de la feria. La ráfaga se calmó y apenas llegó a soplo. La plaza de toros quedó en completo silencio y Juan se despidió del público con una reverencia. Mientras bajaba las escaleras, “El loco del pueblo” dejó el silbato en manos de la reina, le sonrió y desapareció frente a las gradas, convirtiéndose en el viento que aún suspira en Cuatro Ciénegas por el recuerdo de su domador, siempre llevando consigo la alegría de aquel día de coronación.

*DIANA MONSERRAT RUIZ DE LEÓN (Monclova Coahuila 2006). Estudia el sexto semestre del CBTa No. 22 como Técnico en Ofimática. Apasionada desde pequeña por los cuentos de misterio, policíacos y terror, se unió al taller de narrativa para leer más y en un futuro estudiar Derecho. ¿Quién diría que en el club encontró algo más que un simple pasatiempo? El círculo de lectura y escritura de Cuatro Ciénegas se convirtió para ella en una escapatoria al mundo real a distintos universos literarios.

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