Saltillo y el teatro (2). Los primeros teatros de que se tiene noticia

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El teatro y la escena alcanzaron tal importancia en Saltillo que provocaron la incursión de los escritores saltillenses en el género, haciendo que algunos de ellos se aventuraran con buen éxito en la dramaturgia
En la segunda mitad del siglo 19, el entretenimiento de los saltillenses era muy limitado. A las corridas de toros, carreras de caballos y jaripeos, asistía más bien el público masculino, mismo que se divertía en mayor medida en las ferias anuales, y a las fiestas religiosas se acudía en familia. Las funciones de teatro surgieron entonces como una opción de entretenimiento al que concurría el público más culto, al que se unía toda la población a disfrutar las pastorelas.
El nacimiento del teatro en Saltillo tuvo una época de oro que puede ubicarse entre las décadas de 1850 y 1880, cuando la pluma de los escritores locales dio numerosas obras y surgieron los grupos de aficionados con verdadera vocación por la escena y actores profesionales dedicados de lleno al oficio. Joel Arriaga menciona en un artículo para el desaparecido Espacio 4 que uno de los primeros teatros en Saltillo fue el llamado Ramos Arizpe y que se confunde con otro teatro del momento.
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Al primero lo ubican en la calle de Allende, algunos frente a la oficina de Correos y otros frente al mercado que tenía lugar en el enorme espacio de la Plaza de San Esteban de la Nueva Tlaxcala. De lo que dice Arriaga y afirma don José García Rodríguez en su libro “Entre Historias y Consejas”, puede concluirse que el llamado teatro de Ramos Arizpe no era una sala, sino un tablado que se montaba en un corralón en el antiguo callejón del Humo, entre las calles de Mina y Morelos. Don Pepe dice, al narrar una de las anécdotas, que ahí tenían lugar las pastorelas y que los espectadores llevaban sus sillas, mientras que por las mínimas bardas de adobe que separaban los corrales vecinos, se asomaban los mirones.
El “otro teatro” seguramente se refiere al de Zaragoza, ubicado en la esquina que forman las calles de Hidalgo y Juárez, donde hoy se encuentra el Casino de Saltillo. El Teatro Zaragoza se inauguró el 10 de noviembre de 1873 con el estreno del drama “La Cruz del Acecho”, obra en verso del saltillense José Juan Segundo Sánchez Navarro, editor, periodista y dramaturgo famoso del último cuarto del siglo 19. Crónicas de la época señalan que era un corralón de la calle Real convertido en teatro. García Rodríguez pinta el lugar al describir una fiesta ofrecida al gobernador Vidaurri en la época de la anexión de Coahuila a Nuevo León. Tenía, dice, “un toldo de lona que mal lo defendía de la intemperie, un tablado con telón y bambalinas de manta chafarrinada, que hacía de escenario, y los bancos de tosca madera empotrados en el suelo, a los que llamaban lunetas.
El 5 de febrero de 1882 inició la construcción de un nuevo teatro en el extremo sur de la extensa Plaza de Tlaxcala, hoy esquina de Abbott y Padre Flores, donde después se construyó el Hotel San Luis. La intención inicial fue llamarlo teatro Zaragoza, según se lee en la inscripción de una fotografía tomada en la fecha, “al sentar la primera piedra del teatro nuevo que se denominará ‘de Zaragoza’”. La fotografía pertenece a la Colección Elisa Rodríguez Lobo de la Biblioteca del Vito Alessio Robles. El proyecto original de la sala sufrió cambios drásticos, finalmente construido todo con madera y bautizado con el nombre de Acuña. Se inauguró el 15 de mayo de 1886 con la obra “El Pasado”, drama escrito por el poeta saltillense Manuel Acuña, cuyo estreno en la capital le había valido a su autor la corona de laurel y la aclamación apoteósica del público al final de la representación. Un violento incendio ocurrido el 24 de agosto de 1902, redujo a cenizas al Teatro Acuña. Esa noche estaba anunciada la presentación de la obra “El Loco Dios”.
El teatro y la escena alcanzaron tal importancia en Saltillo que provocaron la incursión de los escritores saltillenses en el género, haciendo que algunos de ellos se aventuraran con buen éxito en la dramaturgia. Entre ellos, Esteban L. Portillo, autor del “Anuario Coahuilense para 1886”, con la obra “Nobleza de Corazón”, y José Juan Segundo Sánchez, prolífico dramaturgo, casado en segundas nupcias con la teatrista y dramaturga, Francisca Montes Flores, ella misma actriz de profesión y autora de obras de teatro. Don José Juan Segundo Sánchez perteneció al grupo de aficionados “Hijos de Apolo” que revolucionó la escena de la época.