San José, Costa Rica: desigualdades y jardines
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Es fácil notar cuándo se camina por un barrio acomodado y cuándo se transita por otro donde las personas apenas pueden cubrir sus necesidades básicas
Nuestras ciudades parecen haber sido diseñadas con el propósito expreso de evidenciar las diferencias económicas. San José, Costa Rica, no es la excepción. Es fácil notar cuándo se camina por un barrio acomodado y cuándo se transita por otro donde las personas apenas pueden cubrir sus necesidades básicas. La diferencia no sólo se percibe en el tamaño y el aspecto de las viviendas, sino también en la infraestructura urbana y su estado físico: el pavimento, las banquetas, los semáforos y la señalética lucen mucho mejor en las zonas donde viven los más pudientes.
Cabe aclarar que, en realidad, uno nunca puede caminar por los barrios más exclusivos de una ciudad. Estos están diseñados para que el acceso peatonal sea prácticamente imposible y cuentan con múltiples mecanismos para impedir la entrada de extraños o expulsarlos si logran colarse. Por otra parte, hay que decir que, en muchos casos, la precariedad de la infraestructura en las zonas pobres no sólo se debe a la falta de inversión pública, sino también a que algunos de sus habitantes encuentran en el vandalismo una forma de desahogar sus frustraciones, alimentadas, precisamente por el contraste con los espacios donde viven los privilegiados.
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Sin embargo, San José tiene lugares donde las diferencias sociales se diluyen un poco: sus grandes y bien cuidadas áreas verdes. La ciudad cuenta con múltiples parques y jardines, pero dos destacan por su extensión y belleza: el Parque de la Paz, al suroeste, y el Parque Metropolitano La Sabana, al este. Aunque este último se encuentra en una zona más acomodada, es evidente que recibe la visita de familias de diversos estratos sociales que acuden a pasear y descansar.
La presencia policial es notoria en ambos parques, así como la de trabajadores encargados de la limpieza y el mantenimiento de los jardines. También abundan aves y otras especies silvestres que encuentran allí un refugio seguro y amplio. Para los visitantes, la experiencia es placentera, ya sea para practicar deporte o simplemente disfrutar de un pícnic en compañía de amigos y familiares.
Sin embargo, hay una tercera área verde en San José que me llama la atención, pero por razones opuestas. Se trata del Parque México, ubicado cerca del centro, en las inmediaciones del Museo de los Niños de Costa Rica. A diferencia de los otros dos espacios, este parque luce sucio y descuidado. Además, se ha convertido en un punto de reunión para personas que se drogan y protagonizan todo tipo de desmanes. Aquí la presencia policial es nula y tampoco se ven trabajadores encargados de la limpieza o el mantenimiento. Lo más preocupante es que se encuentra justo al lado de un sitio altamente visitado por niños.
Desconozco si la administración de este parque corresponde al municipio o al museo, pero su estado contrasta de manera drástica con el de los otros dos parques mencionados. ¿Se trata de un simple descuido o alguien decidió que, incluso entre los parques, debían reflejarse las desigualdades?
La respuesta es que no parece haber un patrón fijo. Entre los múltiples parques y jardines de la ciudad, algunos destacan por su limpieza y cuidado, mientras que otros están en completo abandono, sin importar su ubicación. Incluso hay casos de parques separados por apenas un par de cuadras con estados muy dispares. Por eso afirmo que en las áreas verdes las desigualdades se nivelan un poco: porque, en su mantenimiento, muchas veces pesan más el amor y la conciencia que los recursos disponibles.