Santiago el Zebedeo, santo patrono de Saltillo desde hace 447 años
El Santo Cristo de la Capilla es la devoción mayor de Saltillo, y muy profunda. Pero no es el patrono de la ciudad. Saltillo nació bajo la advocación de Santiago, santo español por antonomasia, a quien los españoles invocaron en el momento de la fundación de la villa, allá por mil quinientos setenta y tantos, quizás con la idea de establecer una alianza con el santo protector y guerrero que ayudó a España en su guerra contra los moros.
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Santiago es uno de los doce discípulos de Cristo y al mismo tiempo uno de los tres apóstoles más cercanos. Siempre está cerca de Pedro en los momentos clave de la vida de Jesús, los dos son los más admirados y respetados por los demás apóstoles y son quienes participan en los acontecimientos más importantes. El tercero es Juan, hermano menor de Santiago, a quien se conoce como Juan el Evangelista; ambos son hijos de Zebedeo. De ahí el nombre de Santiago el Zebedeo, llamado también Santiago el Mayor, porque entre los doce había otro Santiago a quien apodaban el Menor para diferenciarlos.
Santiago el Zebedeo, el santo patrono de Saltillo, es el predicador que recorrió a pie largos caminos para llevar la Buena Nueva del Evangelio, pero también es el Santiago que guerreó contra los moros, el Matamoros. Es el Santiago que se venera en Compostela y cuyos devotos recorren a pie “el camino de Santiago”, hasta llegar a Compostela, donde erigieron su santuario.
En el siglo 16, todas las fundaciones españolas en América se consagraban a los santos y su nombre iba incluido dentro del que se le imponía a la fundación: Santiago del Saltillo, Santiago de la Monclova, Santiago del Álamo (antiguo nombre de Viesca), Real de Santiago (hoy Sabinas Hidalgo, Nuevo León), Santiago de Mapimí, por ejemplo, para sólo hablar de nuestro santo patrono Santiago.
Se sabe que Santiago Apóstol predicó en África del Norte, pero los españoles afirman que fue él quien llevó la doctrina de Jesús a Iberia, a la región de Galicia, y los gallegos hacen coincidir el nacimiento del cristianismo en la Península con los testigos de la vida de Jesús que predicaron en su territorio. Se sabe que los africanos convertidos al cristianismo trasladaron los restos de Santiago a una región cercana a la hoy Libia para darles sepultura y venerarlos, pero los españoles afirman que a un campesino le fue revelado el lugar donde yace el cuerpo del apóstol en Galicia y lo fundamentan con el hecho de que ahí predicó antes de regresar a Jerusalén, donde fue decapitado por órdenes de Herodes Agripa, haciéndolo uno de los primeros mártires católicos y prohibiendo su sepultura. Y ahí nació la ciudad de Santiago de Compostela en el siglo 19 y se erigió la gran catedral dedicada a Santiago el Mayor.
Santiago llevaba originalmente el nombre judío del patriarca Ya’aqob, fundador del pueblo escogido, Iacob o Jacobo. Por eso, en el remate del altar en la Catedral de Saltillo se lee la inscripción latina: “Sancto Patrono Iacobo dicatum” (Dedicada al Santo Patrono Jacobo). La concha tallada en piedra que remata el dintel de la puerta principal del templo católico es el atributo de Santiago, y la imagen que se venera en el altar es la del predicador peregrino que lleva el báculo y la concha atada a él. Incluso, la antigua imagen de Santiago Apóstol llevaba el bastón y un guaje para el agua. En estampas muy antiguas se le ve entre dos palmas y lleva una espada, que igual puede interpretarse como la que lo decapitó o la que él mismo usó en la batalla contra los moros. La imagen usual del Santiago Matamoros es la del guerrero montando blanco caballo y blandiendo la espada con una mano, mientras en la otra lleva la bandera de las Cruzadas.
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Y aunque la imagen venerada en la Catedral saltillense es la del Santiago peregrino, es muy probable que la advocación bajo la cual se fundó la villa fuera la imagen del santo guerrero y protector, tan necesaria y obligada en los tiempos de la colonización del Septentrión. Y con mayor razón cuando la villa recién fundada era frontera de tierra adentro, y más allá no se hallaba ni otro alguien, ni otra “cosa en que poner los ojos”, puestos por lo pronto en el amparo y protección del santo patrono, guerrero y protector de España.