SCJN: reconocimiento para nueve ministros
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Jamás me avergonzaré de ser mexicano. Amo a México, mi patria, con la misma devoción del niño que en el gran patio de la Escuela Primaria Anexa a la Normal rendía los lunes por la mañana, vestido con uniforme de gala, honores a la bandera y cantaba el himno nacional después de oír aquellos poemas fervorosos: “Como renuevos cuyos aliños...”; “Era mayo, y el sol resplandecía...”. He recorrido todos los rumbos de este país maravilloso; conozco su historia; soy hijo por igual de la Madre España y de nuestros padres aborígenes, y me conmuevo lo mismo frente al prodigio de Chichén Itzá que ante a la majestuosa Catedral Metropolitana. Me apena, sí, vivir bajo un régimen como el de la mal llamada 4T; ver cada día los excesos de poder, las mentiras, denuestos, ilegalidades y notoria ineficiencia del presidente (con minúscula, por favor) de la República (por favor, con mayúscula). Pero mi orgullo de mexicano se acendró al conocer la decisión de la Suprema Corte de Justicia por la cual se puso freno a la irracional iniciativa de AMLO, el llamado Plan B tendiente a anular al Instituto Nacional Electoral (INE). Expreso mi reconocimiento a los nueve ministros y ministras cuyos votos evitaron que se consumara esa autocrática intentona. Saludo la inesperada postura del ministro Zaldívar, quien esta vez actuó con la entereza de un juzgador independiente y no con la ambigüedad o la obsecuencia de un empleado presidencial. De las ministras Esquivel y Ortiz no podía esperarse otra cosa que la que aportaron al debate: sumisión y vasallaje al amo. La primera no debería estar en el máximo órgano jurisdiccional; la segunda pone siempre su grisácea actuación al servicio de quien le dio la chamba. Todo indica que las siguientes partes del plan de López Obrador correrán la misma suerte que tuvo la primera. La Suprema Corte está defendiendo a la Constitución de las embestidas de AMLO, y sirve de contrapeso a un Poder Ejecutivo cuyo ejercicio se finca en los caprichos y desmanes de un gobernante soberbio, desdeñoso de la ley y con tendencias dictatoriales opuestas a los principios de libertad y democracia en que se finca la vida nacional. San Juditas me hizo el milagro, pues le pedí con devoción que el Plan B fuera detenido, y esos nueve ministros, apegados a la ley y a la justicia, lo detuvieron en uso de sus facultades y en cumplimiento de su responsabilidad ante la Patria. “Era mayo, y el sol resplandecía”... Nalgarina Grandtetier, vedette de moda, salió aquella noche con un hombre de elevada estatura y corpulento. A la mañana siguiente una de sus compañeras le preguntó, curiosa, cómo le había ido con el alto y robusto galán. Respondió ella: “Me hizo recordar el ropero de mi abuela. Era enorme, grande y ancho, pero tenía una llavecita diminuta”... No prosperaron los amores del ciempiés con la mariposita. Se quejó ella: “Cuando acabas de quitarte los zapatos a mí ya se me pasaron las ganas”... Don Languidio llegó de la consulta con el médico y le contó a su esposa: “Dice el doctor que tengo alta presión”. “Posiblemente –acotó la señora con voz ácida-. Pero no la tienes donde deberías tenerla”... El faceto y altivo mozalbete, hijo de político encumbrado, se molestó porque la encargada de la cafetería le pidió que se formara en la fila, igual que los demás clientes. Le dijo con arrogancia petulante: “¿No sabes quién es mi padre?”. De inmediato la muchacha se dirigió en voz alta a la clientela: “Damas y caballeros: este joven me pregunta si sé quién es su padre. Yo lo ignoro, pero si alguno de ustedes lo sabe le agradeceré que se lo diga, para que el pobre no siga viviendo con la duda”... FIN.