Siluetas del Ateneo Fuente. Los ateneístas de hace una centuria /3

Opinión
/ 13 diciembre 2025

Florencio Barrera Fuentes escribe y publica en 1942 sus memorias de estudiante: ‘Figuras y Estampas del Ateneo’, donde evoca figuras clave de la institución

Años después de haber egresado del Ateneo Fuente, Florencio Barrera Fuentes escribe y publica en 1942 sus memorias de estudiante: “Figuras y Estampas del Ateneo”. (Ediciones Papel de Poesía, 1942). Uno de sus grandes amores es la placita de San Francisco, la lleva estampada en su corazón: “Martes en la noche: serenata. En el kiosco la banda municipal, en el centro don Chéfero dirigiendo; melodías en el aire, alegría en los corazones. En las bancas, mamás vigilantes, parejas y viejos platicadores; en los corredores, paseantes, a la derecha mujeres, a la izquierda los varones; miradas, sonrisas y señas. Meses de clases: ruta obligada de estudiantes y maestros, espíritus gigantes y almas soñadoras; la campana de Merejo suena; las gentes pasan; algarabía de muchachos; disputas científicas y ‘volados’; riñas procaces, ‘macheteros’ libro en ristre. Anacronismo. Plaza de San Francisco. Estampa de Pueblo. Romance de Provincia... frente al Ateneo un destartalado bogue: el ‘Cuatro Vientos’; tira de él escuálido rocín, a bordo el doctor Zertuche. Recuerdo en el pensamiento. Aguafuerte en el corazón. Sinfonía de la vida en una plaza de provincia: árboles que se arrullan, las aves que cantan y el viento que llora...”.

Barrera Fuentes evoca figuras clave del Ateneo. Don Zeferino Domínguez Villarreal, “don Chéfero”, reconocido personaje saltillense egresado del Ateneo, fue uno de los dos ingenieros constructores de su nuevo edificio. La música era una de sus grandes pasiones, ejecutaba varios instrumentos y solía dirigir la Banda Municipal durante las serenatas semanales en la placita. Don Antonio María Zertuche, “el doctor Zertuche”, era maestro de inglés y francés. Vestía siempre riguroso traje negro y blanca camisa de cuello y puños almidonados y llevaba costosas sortijas en sus manos. Presumía un bigote poblado y retorcido, pero usaba un elegante bombín para cubrir su reluciente calva, motivo por el que los estudiantes le apodaban “el Pelón”. Había estudiado en la Sorbona y era “severo y rígido a veces, bondadoso las más”. Diariamente llegaba muy puntual a su clase en un desvencijado coche tirado por un viejo y flaco caballo, al que los alumnos le pusieron el “Cuatro Vientos” porque a causa del excesivo peso de su único pasajero, el carricoche apenas podía avanzar y, según afirma el antiguo estudiante del Ateneo, parecía volcarse al bajar el viajero.

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El portero “Merejo”, el tercer personaje que menciona Barrera, no permitía el ingreso de ningún estudiante después de cinco minutos de las horas de entrada a las clases en la mañana y en la tarde, pues cerraba la puerta y no la abría a ninguno que pretendiera entrar o salir ni siquiera por un momento. Nadie podía abandonar el edificio de la escuela sin una orden por escrito del secretario o un salvoconducto de algún maestro. Al viejo portero, que también se encargaba de tocar la campana para anunciar la entrada y salida de las clases, se le acabó ese trabajo en el nuevo edificio, al que se podía acceder por todos lados, y la campana se sustituyó por un sonoro timbre. Entonces, Merejo pasaba el tiempo sentado en los sillones de la prefectura platicando con los maestros, viejos conocidos suyos desde que habían sido estudiantes en el Ateneo viejo, y asimismo con antiguos egresados que visitaban su escuela.

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Lo anterior nos dice que ya desde entonces se realizaba esa práctica del regreso, que promueve y acrecienta el orgullo ateneísta, una tradición que se conservó durante más de un siglo, al regresar a su alma mater antiguos estudiantes, ya convertidos en profesionistas, para enseñar a las nuevas generaciones, en una fructífera correspondencia en la que una generación de maestros produce la siguiente, y en su momento, ésta también regresa a enseñar. En la mayoría de los casos, los maestros repartían su tiempo entre sus clases y otras actividades inherentes a su profesión, de manera que dicha tradición reforzaba la presencia del Ateneo en todos los ámbitos sociales y académicos de la ciudad y el estado. Igualmente, las generaciones acostumbran regresar a festejar en su colegio los aniversarios importantes de su egreso.

Merejo es una figura de fuerte presencia en las memorias de los ateneístas, tanto de los que estudiaron en el edificio viejo como los pertenecientes a las primeras generaciones formadas en el nuevo edificio.

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Profesora de Lengua y Literatura Española. Dirigió el departamento de Difusión Cultural de la Unidad Saltillo de la UAdeC. En 1995 fue invitada por la Universidad Tecnológica de Coahuila, unidad Ramos Arzipe, para encargarse del área cultural, que incluía la formación del Centro de Información y cuatro años más tarde vendría la fundación del Centro Cultural Vito Alessio Robles, recinto que resguardaría la biblioteca de su padre, y donde hasta hoy labora.

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