Somos violentos

Opinión
/ 28 noviembre 2021
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“Las mujeres habrán alcanzado la verdadera igualdad cuando los hombres compartan con ellas la responsabilidad de criar a la próxima generación”.

Ruth Bader Ginsburg.

Cada 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, la Organización de Estados Americanos la define como
“cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”.

La lucha por alcanzar una sociedad libre de violencia contra las mujeres persiste actualmente. Los esfuerzos institucionales mediante políticas públicas o agendas gubernamentales no han sido determinantes. Tampoco han sido completamente enérgicos por parte de todos: nosotros, los hombres, hemos sido un obstáculo para que hagan efectivos sus derechos. Nuestra indiferencia de reconocernos como parte sustancial del problema sigue siendo indispensable para la solución.

Somos violentos. Desde cuando les alzamos la voz. Cuando minimizamos lo que enfrentan para alcanzar y explotar sus áreas de oportunidad y superación personal igual que las nuestras. Cuando hacemos comentarios para corregir sus opiniones. Cuando dejamos pasar temas, cosas o personas a las que les otorgan cierto valor y le damos menos consideración. Cuando somos testigos de la violencia ejercida en su contra y no hacemos nada para detenerla. Hasta cuando normalizamos o toleramos la violencia y cuando como cómplices la callamos. Cualquier forma de violencia causa una alteración en sus vidas.

No me corresponde hablar de la violencia contra las mujeres. Principalmente porque no soy mujer y nunca viviré esa violencia de género machista. Sin embargo, me preocupa como a todos y todas. Y es que cuando los hombres hablamos de esas violencias lo que opinemos nunca abarcará completamente la realidad sobre las manifestaciones de violencia que día a día viven las mujeres en todos los espacios.

Pero la transformación masculina ayudará a erradicar esa violencia, pues somos parte de ella. Lo que sí me corresponde como hombre desde este privilegio es romper el pacto patriarcal. Es fundamental que nosotros nos reconozcamos y aceptemos como la fuente principal de esas violencias. Pero, ¿cómo podemos romperlo?

Por un lado, dejando de justificar a los hombres violentos, incluso a nosotros mismos. Denunciando la violencia que ejercen otros hombres, rompiendo los silencios que nos hacen cómplices de los delitos que cometen otros de
nosotros. Y si está en nuestras posibilidades, evitando que los hombres violentos y machistas lleguen al poder. Podremos ser víctimas de cualquier otro delito, pero jamás de violencia por razón de género en el mismo grado que las mujeres.

Además, rompiendo paradigmas y estereotipos con los que fuimos criados y que volvimos cultural y socialmente aceptados, esto incluirá aspectos que ayuden a dichas transformaciones personales como la terapia psicológica. Y no precisamente porque estemos “locos”, sino para discernir porque actuamos, pensamos, vivimos y comprendemos el mundo como lo hacemos, quiénes somos y corregirlo. Al final, también somos responsables de la crianza de la próxima generación para que vivan y construyan una sociedad mejorada.

Asumir nuestro papel como parte de la sociedad que contribuye a la estadística que vulnera
los derechos de las mujeres nos permitirá entender y visualizar la realidad logrando dejar atrás los roles de género para consolidar masculinidades no violentas.
Esto ayudará a conseguir una sociedad donde las mujeres puedan sentirse seguras, apoyadas, jamás menospreciadas y mucho menos violentadas.

Es verdad que el Estado tiene la obligación de adecuar su agenda relativa a erradicar la violencia contra las mujeres como uno de los temas primordiales. La creación de políticas públicas, la preparación de sus instituciones y la creación de espacios seguros para erradicar todas las formas de violencia en contra de las mujeres es su obligación.

Pero también es cierto que hay tareas que nos toca asumir a todas y todos desde nuestros espacios: en el hogar, en nuestro trabajo, en la calle y en las escuelas. Es ahí donde debe iniciar el verdadero cambio y expresarnos en contra de cualquier forma de violencia ejercida en contra de las mujeres.

@FelipeRdz99

El autor es alumno de la maestría en derechos humanos con perspectiva internacional y comparada de la Academia IDH

Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

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