Tariff o arancel: vocablos de amplia historia lingüística y más
¿Los estadounidenses ahora tendrían que eliminar todas las palabras que tienen origen árabe y también las que son derivaciones del español?
Curiosamente la palabra que emplea el presidente de Estados Unidos: tariff, proviene del árabe, ese fértil idioma con más de tres mil años de existencia que forma parte de la macrolengua en donde se encuentran el hebreo y el arameo, entre otros.
En un sentido general, ahora que hay una falsa idea fundacional en la política estadounidense y se estimula desde las altas cúpulas hablar sólo el idioma inglés y no ser más que blanco, con todo lo que esto implica en el sentido colorista o racista, se deja ver una ausencia de formación, de lectura y de conocimiento básico histórico de migraciones y sus aportes culturales.
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Por otro lado, hay en el aire un juicio silencioso contra el mundo árabe −claro, el que no está alineado con las políticas estadounidenses−, en el que ese otro mundo se conforma por enemigos potenciales o terroristas, por lo que todo lo externo debe ser expulsado.
Pues bien, si analizamos el vocablo tariff, que tanto se ha escuchado últimamente, tiene su origen en la legendaria ciudad de Tarifa, en Marruecos, la cual recibió este nombre por Tariff Ibn Malik, un caudillo amazigh.
Como se ve, hay un insuficiente o nulo conocimiento del camino que cada idioma ha tenido o de cultura general al menos. ¿Los estadounidenses ahora tendrían que eliminar todas las palabras que tienen origen árabe y también las que son derivaciones del español?
Por cierto, el vocablo arancel, el cual es el equivalente de tariff, también derivó del árabe alinzál y se refiere a la frase “alam elacer”, que significa registro de precios.
El idioma de Estados Unidos, en la versión moderna que habla el presidente Donald Trump, tiene apenas 400 años de uso. Y este deriva del inglés nativo de Gran Bretaña, que tiene mil 600 años de existencia.
¿Qué es lo externo? ¿Qué es lo puro? Lo externo en el contexto en el que estamos tratando no existe, pues las dinámicas culturales, económicas y sociopolíticas se gestan en el seno de una nación, como lo estamos observando, aun cuando no se quiera mirar esto. Estamos conformados por aportes que, a veces, ni siquiera sabemos.
Lo puro tampoco existe. Como ejemplo, consideremos un vaso de agua, si esa agua es pura en el sentido absoluto, es agua carente de vida: nada puede crecer allí, es agua muerta, inerte; debe tener sales y otros minerales que hagan posible la vida. Igual en la vida humana, está plena de entrecruces reproductivos que mantienen viva y cambiante a la lengua.
Es la lengua, en su evolución, la principal herramienta para construir civilizaciones. Sí, esa misma lengua que ahora se usa para separar, para humillar, para dividir. Y es que el conocimiento nos obligaría a escuchar, a conocer antes de hablar, sobre todo a los gobernantes. Sin embargo, están plenos de asesores que no les susurran “vas a morir”, a la manera de los antiguos, para que se mantuvieran con los pies en la tierra. No, ahora los asesores los inflan, les dicen que todo despropósito es justo, que son los señores de la verdad con mazo cruel.
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Si los gobernantes están llenos de su propia voz y pensamiento, lejos están de gobernar desde la escucha. Y esta escucha podría derivar en la comprensión de la diversidad; nada más lejano hay al parecer en este mundo de dominación ciega y de finanzas tecnofeudales que imperan. Y no sólo hablo de Estados Unidos.
Honremos, si es posible, el camino de los idiomas, lenguas y dialectos. Estas asombrosas tecnologías del habla que no sólo son para pagar impuestos, para hacer la guerra o para excluir. Son plataformas para el entendimiento. Dicen que, entre más se informa una persona, más se da cuenta de que es imposible odiar la diferencia. Yo soy el otro.