El pasado domingo, 10 de diciembre, se llevó a cabo en Buenos Aires la jura o asunción (según dicen allá) de Javier Milei a la presidencia de Argentina. Como se sabe, para llegar al poder el nuevo mandatario de esa nación sudamericana tuvo que derrotar a dos poderosos enemigos: a las casas encuestadoras, cuya mayoría de ellas no se cansó de insistir en que iba a perder, y a la vieja, consolidada y muy eficaz maquinaria del peronismo.
No resulta aventurado afirmar que el peronismo argentino es muy superior en habilidad y malas artes al morenismo mexicano. Y en cuanto a organización, ni se diga. En efecto, ese añejo movimiento político argentino cuenta con una vasta experiencia en la manipulación clientelar de votantes, tiene el dominio de los aparatos burocráticos y el control de los órganos legislativos, y maneja la corrupción oficial con mayor maestría que acá Morena. Pues aun así, en segunda vuelta, el peronismo perdió. Y no por apretado, sino por amplio margen, superior a una docena de puntos.
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Diversos medios de comunicación mexicanos dieron una relativa amplia cobertura al reciente proceso electoral argentino, tanto antes de la primera vuelta como, posteriormente, a la segunda y definitiva ronda de votación. Que fue en la que Milei se alzó con la victoria. Pero significativamente la comentocracia mexicana, en general, ha guardado sospechoso silencio en torno al discurso inaugural del mandatario argentino, discurso que no tiene desperdicio, pronunciado el día de su juramentación, como dicen los argentinos.
En su pieza oratoria, de alrededor de media hora, el nuevo presidente argentino dijo cosas como las siguientes:
“En materia social... la mitad de la población (de su país) es pobre”. Más o menos la misma proporción y aun ligeramente menor, si se compara con la de México. Agregó que “lo mismo ocurre en materia educativa”, y dio al efecto las cifras que confirman su dicho. También muy parecidas a las cifras de nuestra nación, según ha quedado confirmado con los resultados recién dados a conocer de la prueba PISA de 2022.
En materia de salud, Milei dijo que en su país “el sistema se encuentra completamente colapsado”, donde “los hospitales están destruidos, los médicos cobran una miseria y los argentinos no tienen acceso a salud básica”. Aquí hasta los elevadores de los hospitales se desploman, el desabasto de medicamentos es generalizado, las instalaciones hospitalarias están permanentemente saturadas y el servicio médico es pésimo, por más que se nos diga que estamos a punto de igualar al de Dinamarca. Una burla más.
Se refirió también Milei a la pésima gestión que la pandemia tuvo en su país. Dijo que “si los argentinos hubiéramos hecho las cosas como la media de los países del mundo, habríamos tenido 30 mil muertos. Pero gracias al estado de descuido e ineficacia, 130 mil argentinos perdieron la vida”. Aquí el inefable Gatell dijo que si los muertos llegaban a 60 mil sería un desastre, y la cifra de fallecidos fue finalmente de alrededor de 700 mil mexicanos.
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Pero quizá lo más significativo de lo dicho por Milei fue lo siguiente:
“En materia de seguridad, Argentina –dijo– se ha convertido en un baño de sangre. Los delincuentes caminan libres mientras los argentinos de bien se encierran tras las rejas (de sus casas). El narcotráfico se ha apoderado lentamente de nuestras calles a punto tal que una de las ciudades más importantes de nuestro país (no dijo cuál) ha sido secuestrada por los narcos y la violencia... la anomia (es decir, la ausencia de ley) es tal que sólo el 3 por ciento de los delitos son condenados”.
Pues si en Argentina es una ciudad importante la que está secuestrada por la delincuencia, en nuestro país son las dos terceras partes del territorio nacional las que están bajo su control. Y si allá sólo el 3 por ciento de los delitos son los que se castigan, la proporción en México es de alrededor del uno por ciento. Por eso perdió el peronismo. Sería de esperar que aquí ocurra algo parecido con su similar, que es Morena, el próximo 2 de junio.