Tres plumas femeninas contra Taibo II y la crisis lectora

Opinión
/ 27 octubre 2025

Sin ser crítico literario, Taibo no sólo desestimó el valor de la literatura femenina, sino que perpetuó estereotipos que han limitado históricamente la voz de las mujeres

El 24 de octubre de 1992, en la guerra balcánica, fuerzas militares serbias destruyeron la Biblioteca de Sarajevo, un cofre de tesoros literarios edificado con la más alta arquitectura árabe. Su destrucción no sólo implicó la ruina material del edificio, sino también del acervo cultural bosnio. Las bibliotecas representan mucho más que almacenes de libros; son santuarios de conocimiento, memoria y diversidad. Por tal motivo, en esta fecha se instituyó el Día Internacional de las Bibliotecas, efeméride para promover el amor por los libros y la lectura.

Lamentablemente, un día antes del 33 aniversario del trágico acontecimiento, Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica (FCE), presentó en la conferencia matutina de la presidenta Sheinbaum el proyecto “25 para el 25”, cuyo propósito es promover una cultura lectora en el país. Sin embargo, la exposición destacó por el penoso fraseo misógino –accidental o intencional– por parte del burócrata, antes escritor. Generó polémica su afirmación de que no merece la pena enviar a las bibliotecas “un poemario escrito por una mujer, horriblemente asqueroso de malo, por el hecho de haber sido escrito por una mujer (...) ¿Por qué hay que castigarlos con ese libro de poesía?”.

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Sin ser crítico literario, Taibo no sólo desestimó el valor de la literatura femenina, sino que perpetuó estereotipos que han limitado históricamente la voz de las mujeres. Al expresar, sorprendido, que “el 40 por ciento de los clubes y salas de lectura están dirigidos por mujeres”, ignora la realidad mexicana: que un porcentaje casi idéntico entre las mujeres y los hombres alfabetas del país son lectores recurrentes: 69.3 por ciento de las mujeres son lectoras y 69.9 por ciento de los hombres son lectores, para un promedio ponderado de 69.6 por ciento (Módulo sobre Lectura 2024 del INEGI, esperamos su actualización el 18 de noviembre de este año). La sorpresa, más bien, es que menos de la mitad de los clubes y salas de lectura esté encabezada por mujeres.

Los dichos de Taibo II rememoran a una anticuada misoginia intelectualoide como la de Arthur Schopenhauer que, no obstante su brillantez filosófica, afirmó idioteces –en su sentido etimológico de “persona que se dedica únicamente a los asuntos privados, ajena a lo público”, en este caso de indiferencia ante una otredad como la femenina–, como declarar que la mujer “padece miopía intelectual” y que “las mujeres no tienen el sentimiento ni la inteligencia de la música, así como tampoco de la poesía y las artes plásticas. En ellas todo es pura imitación, puro pretexto, pura afectación explotada por su deseo de agradar”.

Como respuesta, recopilé unos cuantos versos de tres mujeres poetas que le podrían responder contundentemente y mejor que yo a Taibo.

Safo (600 a.C.), poeta de la época arcaica griega originaria de la isla de Lesbos (Grecia) –de donde proviene tanto el término “sáfico” como “lésbico”– creó versos que evocan la melancolía, el idilio, así como las ideas de belleza, justicia y verdad griegas. En un poema dialógico escribió:

A: “Quiero decirte algo, pero me lo impide la vergüenza...”.

B: “Si tuvieras pasión por cosas nobles y bellas, y no revolviera tu lengua expresar algo malo, la vergüenza no retendría ahora tus miradas, sino que hablarías de lo que crees justo” (Traducción de Carlos García Gual).

Por su parte, Sulpicia (poeta romana del siglo primero antes de Cristo) rompió con los tabúes de la época al escribir sobre amar en libertad y ser libre en el amor: “¡Al fin llegaste, Amor! / Llegaste con tal intensidad / que me causa más vergüenza negarte / que afirmarme. (...) No, no quiero confiar mi placer / a la estúpida intimidad de mis notas. / Voy a desafiar la norma, / me asquea fingir por el qué dirán. / Fuimos la una digna del otro, / que se diga eso. / Y la que no tenga su historia / que cuente la mía” (Traducción de Irene Vallejo).

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Finalmente, Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) defendió con su pluma la sabiduría y el derecho de las mujeres a la educación en su elogio a la noble portuguesa María de Guadalupe Alencastre: “claro honor de las mujeres, / de los hombres docto ultraje, / que probáis que no es el sexo / de la inteligencia parte”.

Aún más preocupante que la misoginia de Taibo es el descenso en casi 15 puntos porcentuales en la población lectora en los últimos diez años: de un 84.2 por ciento en 2015 al 69.6 por ciento en 2024 (INEGI). En este sentido, es importante promover el amor literario, independientemente del género –y no me refiero a si se trata de hombres o mujeres escritoras–.

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