Trump y la incertidumbre... ¿o es en realidad certeza?

Opinión
/ 10 enero 2025

Acaso no sea incertidumbre, sino certeza sobre cómo se comportará en cuanto asuma el poder, la razón por la cual Donald Trump causa tanto nerviosismo en los mercados

La inminente asunción de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos está generando una creciente “incertidumbre” cuyos efectos se perciben, entre otros rubros, en el tipo de cambio que en los últimos días se ha comportado de forma más volátil, si bien la cotización se encuentra aún lejos de las cifras que alcanzó en años anteriores.

Las comillas en la palabra incertidumbre son obligadas, porque acaso el nerviosismo que el neoyorkino genera en los mercados no se debe a que existan dudas respecto de cómo actuará una vez que asuma el mando de la nación más poderosa del mundo, sino exactamente por la razón contraria: está muy claro cómo se comportará.

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Cada vez son más las voces que alertan sobre la necesidad de no confiar en que las “amenazas”, que el futuro mandatario estadounidense ha proferido desde su campaña, terminen siendo sólo actos propagandísticos u “ocurrencias” que no se materializan porque, una vez asumido el poder, “se va a comportar de forma moderada”.

Por el contrario, afirman múltiples analistas, habría que prepararse para lidiar con las consecuencias de las peores acciones que han sido anticipadas: deportación masiva de inmigrantes, establecimiento de aranceles a las importaciones mexicanas y clasificación como organizaciones terroristas de los cárteles mexicanos.

El escenario adverso se complica porque Canadá, que podría ser un aliado en esta circunstancia, se encuentra sumido en sus propios problemas y los políticos de aquel país tienen como prioridad atender la crisis política por la cual atraviesan, misma que obligó recién a la dimisión del primer ministro Justin Trudeau al cargo.

Nada de lo que haga Trump, por fortuna, implicará una catástrofe instantánea para nuestro país. Incluso en las peores circunstancias, la implementación de las medidas que decretara el futuro inquilino de la Casa Blanca tomarán semanas, e incluso meses, para surtir efectos.

El problema es que no estamos ante una situación de la cual la salida sea la “administración del marcador” o el diferimiento de las consecuencias, sino frente a la posibilidad de tener que lidiar con una realidad para la cual no existe receta en el manual.

Siempre conviene ser optimistas, desde luego, pero en casos como éste conviene aún más ser realistas y, como dicta el sentido común, prepararse para lo peor, entendiendo que no existe alternativa: tendremos que lidiar con Trump durante los siguientes cuatro años.

La situación acaso sirva para aprender −así sea a un costo alto− una valiosa lección: la mejor forma de resistir a los embates del exterior es consolidar un catálogo de fortalezas que, como si se tratara del sistema inmune de una persona, sean capaces de resistir el embate de los agentes patógenos.

No es lo que hemos hecho hasta ahora y por ello, incluso cuando todavía no ha ocurrido nada, la incertidumbre se convierte en un problema.

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