¿Un día al año para los derechos humanos?

Opinión
/ 12 diciembre 2021

Cada diez de diciembre, desde hace setenta y un años, se conmemora en el mundo el Día de los Derechos Humanos. En esta fecha, más que gritar vivas por los derechos obtenidos, es necesario replantearnos el paradigma de si estos realmente se están garantizando, así como criticar e invitar a la humanidad a generar mecanismos para hacerlos una realidad sustancial.

Si bien la Declaración Universal de los Derechos Humanos, elaborada en 1948, previó los términos más amplios para garantizar los derechos que corresponden a todas las personas por el simple hecho de ser seres humanos, año con año nos hemos dado a la tarea de examinar bajo cuáles términos estas prerrogativas son aplicadas, garantizadas y no violadas por los Estados. Esta tarea involucra no sólo a las instituciones, sino también a la población de manera individual.

Para entender la importancia de esta labor, coincido con la actualidad persistente de la postura de Eleanor Roosevelt, una de las redactoras del texto original de la Declaración, en la que afirmó que los derechos humanos están ahí, en la realidad de las personas. En el día a día, donde pueden ser percibidos, donde es posible palparlos y, por tanto, donde el apropiarse de ellos significa defenderles y exigir su garantía.

El lema de la campaña de la Organización de las Naciones Unidas de este año para conmemorar el Día de los Derechos Humanos es “Reducir las desigualdades y promover los derechos humanos”. Este es un mensaje importante sobre todo con relación a las consecuencias derivadas de la prevención, atención y contención de la actual pandemia de COVID-19
en el mundo.

En el contexto de la emergencia sanitaria, reducir las desigualdades también es hablar del reconocimiento de las condiciones en las que una persona se puede volver más o menos vulnerable a la violación de sus derechos o a la transgresión de su dignidad como persona. Por ejemplo, frente al virus del SARS-CoV-2 que ha causado la pandemia, existen un sin número de desigualdades que aún no hemos alcanzado a visualizar o entender y, por ende, a reconocer.

De esta forma, en las condiciones actuales hablamos no solamente del acceso a la vacuna que combate la enfermedad, sino también del acceso a los insumos de prevención, atención y rehabilitación. Por lo tanto, podríamos poner en tela de juicio el acceso a la vida digna y al desarrollo de ésta en las condiciones en las que la pandemia nos ha permitido o no, incorporarnos y reacondicionarnos a las nuevas normalidades.

La otra parte importantísima de la discusión relativa a los derechos humanos está en promoverlos. Esta es una tarea que nos toca a todas las personas, así como a las instituciones, pero que seguimos asumiendo aún lejana. Como si la tarea de difundirlos y defenderlos sea, en una apreciación personal, solamente la obligación o responsabilidad de unas cuantas instituciones y personas.

En lo personal, no hace mucho tuve la oportunidad de dialogar sobre derechos humanos con un grupo de estudiantes de distintas licenciaturas y en la conversación se me ocurrió preguntar qué pensaban sobre los derechos humanos. Todas personas jóvenes, con la posibilidad de internet y dispositivos inteligentes, reconociendo que eso les provee de privilegios, coincidieron en que los derechos humanos es algo que está lejos de ellos. Y tuve que afirmar, en ese momento, que tenían razón.

Creo que no estamos siguiendo el consejo o postura de la señora Roosevelt sobre vivir e identificar los derechos humanos en el quehacer de la humanidad. Las juventudes perciben los organismos garantes como un florero, un adorno que está ahí, encargados de delimitar un concepto que todo mundo afirma conocer, pero nadie sostiene aún que le es una realidad tangible.

Esta ocasión, por tanto, nos debe servir para invitar a que, en el marco de los cambios tan rápidos que estamos pasando como humanidad, sobre todo en los últimos años, nos replanteemos
la dinámica que hemos establecido alrededor de los derechos humanos.

Es cierto que la tarea de promover y garantizar los derechos humanos, con una perspectiva dinámica e interseccionada, garantizando la creación de mecanismos y estrategias para que las personas se involucren en el proceso de evolución, evaluación y progresividad de los derechos humanos, es por principio una labor propia de las instituciones.

Pero no es menos cierto afirmar que, como personas, a todos nos hace falta involucrarnos en la tarea de difundir y defender los derechos humanos, hacernos partícipes de las discusiones y manifestaciones de exigencia, creernos la mismidad que nos caracteriza como especie, defendiendo la particularidad de las otredades en las que recae la garantía y el principio de universalidad en la aplicación y vivencia de estas prerrogativas. Es decir, hacer nuestros los derechos humanos más de una vez al año.

El autor es estudiante de la maestría en derechos humanos con perspectiva internacional y comparada de la Academia IDH

Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

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