Un paquete económico en problemas
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El nuevo paquete económico para 2023 ha generado comentarios negativos por su punto de partida, un crecimiento de 3 por ciento en el Producto Interno Bruto en medio de una recesión mundial que se espera no sea severa. Con el argumento anterior, se han empezado a mencionar teorías que dicen que “solo así cuadraban las cuentas” o “que es la única manera de esconder el déficit fiscal exagerado que se ha generado en este sexenio”, por mencionar algunos ejemplos. En cualquier caso, el principal problema es que no se ve cómo pueda México alcanzar un crecimiento de ese tamaño bajo las actuales perspectivas nacionales e internacionales. Hay tres razones de mi parte que bajo un análisis somero me permite establecer que no llegaremos ni al 2 por ciento el siguiente año.
La primera de ellas es la desaceleración de la economía norteamericana, que hasta el momento en este 2022 ha sostenido literalmente a la economía mexicana, principalmente por las exportaciones nacionales de automóviles, plásticos y el turismo. La industria automotriz ha sido capaz de crecer a ritmos mayores a 10 por ciento a tasa anual en algunos estados como Chihuahua y el propio Coahuila, y muy de cerca a este porcentaje Querétaro y San Luis Potosí. El caso del turismo es de llamar la atención porque ahora no solo los destinos de playa crecieron sino también destinos como Mérida y la propia Ciudad de México han destacado de manera importante. Sin embargo, al reducirse la actividad económica en Estados Unidos, estos sectores tendrán menos actividad y menos ventas y desde luego, reducirán su derrama en la economía mexicana. He aquí el primer golpe.
La segunda amenaza radica en el propio consumo interno que no se ha recuperado. Por un lado, la inflación galopante que se mantiene por arriba del 8 por ciento y que ya es un hecho que el siguiente año bajará, sí, pero de manera lenta. Se espera que vuelva a los niveles de 4 por ciento hasta 2024, ya muy cerca del periodo electoral. Dado que los precios han subido de manera considerable, la capacidad de compra de las familias mexicanas se he reducido considerablemente y ya dijo el presidente que en enero, el salario mínimo solo subirá lo correspondiente a la inflación. Esto es, no sucederá la recuperación que se venía dando en años anteriores. Por otro lado, el desempleo empieza a aumentar y está ya por llegar al 4.5 por ciento nuevamente como durante la pandemia. No habrá posibilidades de una recuperación directa del poder de compra en el corto plazo, manteniendo las ventas empresariales muy por debajo del nivel de 2019, el previo a la pandemia. Aunque como lo he repetido muchas veces, los salarios están sumamente bajos y esto no permite tampoco una mejora del sistema económico y se ha demostrado que el empresariado mexicano es muy sensible a las señales de desaceleración económica. Por lo tanto, este indicador refuerza que un crecimiento del 3 por ciento es muy optimista y nulo de alcanzar.
Como tercer elemento tenemos que tanto la inversión, que bajó en el mes de agosto 1.4% a tasa mensual, y el gasto de gobierno a nivel de “pobreza franciscana”, tampoco ayudan en nada a sostener la economía. En el primer caso, al no haber inversión directa, no hay nuevos empleos, y lo que es peor, está habiendo salida de capitales. En el segundo, el propio gobierno al no ejercer gasto limita la cantidad de circulante en el sistema económico reduciendo el potencial de crecimiento. La teoría económica sostiene que en los casos de recesión económica se recomienda un mayor gasto público como medida contracíclica y de esta forma aminorar los estragos que pudiera causar la baja de la actividad económica. Ni la inversión, ni el gasto gubernamental tendrán cambios en el siguiente presupuesto y por ello, se cuestiona duramente al gobierno sobre el paquete para el 2023.
Las consecuencias de hacer “números alegres” es que sobre esa base se calculan los ingresos federales y su correspondiente dispersión a los estados y municipios. Si el número no se cumple, se tienen que hacer recortes al presupuesto y a las entregas a otros niveles de gobierno de dinero para el cumplimiento de programas. Con un crecimiento de 3 por ciento se supone que se captarían un poco más de 8 billones de pesos, casi solo para sostener un mismo nivel de gasto comparable con el de este 2022. En pocas palabras, a pesar de que se pudiera cumplir el presupuesto del año entrante prácticamente las necesidades de la población nacional serían cumplidas de la misma forma y magnitud pues no hay más, ya que gran parte del crecimiento se lo habría llevado la inflación.
Para cerrar, el paquete asume que la inflación llegaría al 4 por ciento a finales de 2023, algo que se ve muy lejos de poder cumplirse, porque además se menciona que la tasa de referencia del Banco de México sería de 9 por ciento para el cierre de 2022, algo que de antemano ya no sucedió. Hoy ya la tasa está en 9.25 por ciento y seguirá subiendo pues en las dos reuniones pendientes del banco central nacional, se espera un aumento de 50 puntos base cuando menos y tendríamos este diciembre una tasa de 10.25 por ciento, cifra récord. Nada en estos indicadores parece tener sentido, ya desde antes de iniciar el año, las cifras no cuadran y no van a cuadrar si empiezan mal.
Terminaremos este 2022 muy seguramente con un crecimiento de 2 por ciento, muy desigual entre sectores y regiones del país. Ya sabemos que en el mundo está estimado una reducción de la actividad económica por el aumento de tasas de interés para reducir la inflación. Solo en México hay la creencia de que 2023 será mejor económicamente hablando, que este año. Las estimaciones del paquete económico están muy alejadas de la realidad, a un nivel que ya llegó a lo absurdo, aunque cualquier cosa puede esperarse y más conforme se acerquen las elecciones federales. Todo se vale, al parecer.