Una madre es un portal de carne y sangre

Opinión
/ 4 mayo 2024

El vocablo madre proviene del latín mater que significa materia o matriz

A Agripina María Fuentes Montemayor

La primera vez que la vi... [Interrumpo la elaboración de esta idea. Corrijo]. La primera vez ella era una temperatura, un largo abrazo. Había algo de sonidos de sábanas y tonos claros. Penumbra o luz filtrada por el ventanal de la habitación de adobe con techos altos. Ella fue un aroma, un territorio en movimiento que respiraba y se amoldaba a mi pequeña figura con cada movimiento que yo diera; se expandía conteniéndome. Luego vinieron los pisos limpios y frescos, el frío de la nieve cayendo sobre una larga banqueta, el sonido de su voz, las historias en sus labios, la comida entregada por sus manos en ovales blancos y suaves. No era yo, nunca fui yo solamente. Era mi tamaño en contraposición con el suyo. Era yo misma sensando [permítaseme la adaptación de “to sense”] si ella estaba cerca o lejos. En la infancia yo había establecido un hilo invisible que contaba mis latidos en relación con los pasos que tuviera que recorrer o medir hasta donde mi madre estuviera. Esa era la referencia cayendo como manto tranquilizador y silencioso, incluso si yo estaba hurgando en el polvo mientras descubría larvas con sus capas duras, o si pedaleaba al desierto en alguna de las múltiples expediciones con otros niños, realizadas sin su conocimiento.

Madre. Esta palabra dibuja apenas y sin justicia los quehaceres del corazón y del cuerpo de una mujer que ha sido madre. Sé que no puedo romantizar este vocablo y decir que todas las madres se ajustan a relatos de amor, sin embargo mi madre lo fue y lo es. Una madre es además una persona, un ser al que también una observa y mira en su devenir, en su transformación.

Mi madre ha sido también una historia que acompaña a otra historia que nace. Y luego se arma una conversación. Ella me fue legando en la infancia espacios de belleza, como el cultivo de los jardines entre tanto fogonazo celeste, el gusto por la lectura al contemplarla a ella misma leyendo o al obsequiarnos libros. La belleza también como el acto de cuidado; así recibió a la tía Ofelia Fuentes Avilés en casa para velar por ella hasta su última respiración. Así cuidó a mi padre hasta el último momento.

Ella prosigue en la belleza. Ilumina su casa con velas, sea de día o de noche, cuando llegamos alguna de sus dos hijas y compra rosas de un amarillo que parece sonreír, sonrosadas también, y engarza gestos como manojos de romero o pétalos secos en el enrejado. Estos signos son una forma de recibimiento.

Vida y muerte enlazadas por el portal que cada madre es. Sí, portal de carne y sangre que abre cada ser para asombrarse con los rayos blancos de este mundo o con los centelleos del firmamento. Qué misterio abrir los ojos gracias a que alguien decidió dejarnos vivir. Qué misterio que esa madre también haya abierto los ojos antes. Portales y más portales como bucles infinitos. La madre abre las puertas a esta dimensión de aromas, formas, sonidos y olores.

Mi madre. Sus manos de aire, sus manos de agua, sus manos de dinero, sus manos de miel y nata. Cuánta filigrana hay que no se puede decir en la hendidura del cuerpo de la madre, límpida aún y cuando se quiera ensuciar su nombre, su aleteo de ojos y respiraciones. Limpia, limpísima línea que se abre en su encomienda consagrada a una vida que por ella emerge, rasga, se resbala o empuja.

Mi madre como misterio ateo, como cabellera oscura que ahora está nevada, como espíritu que recuerda con pena a su madre muerta. Y es que las madres tienen el sino o la alegría de cargarse unas a otras o de preparar las ceremonias para las mortajas. Y tienen por tarea la proclamación de decir: ha nacido.

Mi madre es un misterio que sin ser revelado, me ha entregado a este desierto. Y los misterios no se escudriñan, los misterios se contemplan y se adoran.

El vocablo madre proviene del latín mater que significa materia o matriz. Y la palabra mamá, deriva también del latín mamma que significa teta y que también se transforma en la palabra amma, que significa amor.

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Nacida en Monclova, Coahuila. México, en Junio 3 de 1969. Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Maestra en Historia de la Sociedad Contemporánea. Doctora en Ciencias y Humanidades para el Desarrollo Interdisciplinario. Ha publicado entre otros, “Los frutos del sol“ (Castillo MacMillan 2005) libro infantil y poemarios entre los que figuran Casa de sol (FECA-CONACULTA 1995), “Ruido de hormigas“ (Gatsby Ediciones, 2005), Carne para las flores, antología personal (Aullido libros, España 2011), Las flores desenfundan sus espinas, antología personal (Secretaría de Cultura de Coahuila, 2013) y “Donde la piel“ (Mantis Editores/CONARTE, 2019). Aparece en “Anuario de poesía mexicana“ (Fondo de Cultura Económica, 2006).

Obtuvo el primer lugar en fotografía Coahuila luz y forma 2003. En poesía, recibió beca del FONCA, estímulos como joven creadora y como creadora con trayectoria del FECA y del PECDA en varias ocasiones. Fue becaria FORCA-Noreste 2011-2012, en Lima, Perú donde impartió talleres sobre poesía objetual. Como invitada de honor del Festival Internacional de Teatro Tánger 2013 en Marruecos, se leyó su poesía traducida al árabe. Parte de su trabajo también tiene versiones en inglés, alemán, portugués y francés. Entre las revistas en las que ha publicado, destacan el número inaugural de la revista de poesía contemporánea de Valencia “21veintiúnversos“, ( octubre de (2015), y “Lichtungen“ (noviembre de 2016) en el apartado “Literatura del norte de México“, en el que sus poemas fueron traducidos por Christoph Janacs.

Fotografías medio ambientales, video poemas y atmósferas sonoras fueron exhibidos en la Galería Mohammed Drissi de Tánger (Julio-agosto 2021). Participó en la muestra de arte coahuilense titulada Segar el mar, dentro del 49 Festival Cervantino. Parte de su trabajo se encuentra en el portal virtual www.thenatureofcities.com, al lado de artistas medio ambientales del mundo. Actualmente es Directora de Divulgación Científica en el Museo del Desierto.

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