Violencia contra mujeres: no se combate de forma eficaz
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La violencia contra las mujeres persiste con niveles alarmantes, evidenciando la insuficiencia de las estrategias actuales y la urgente necesidad de acciones efectivas e inmediatas
La violencia contra las mujeres constituye, a no dudarlo, una de las asignaturas en las cuales la sociedad mexicana ha avanzado muy poco pese a que, desde el discurso oficial, se insiste en reseñar avances en diversos rubros, particularmente el relativo a la creación de mecanismos para fomentar la denuncia e investigación de dicha conducta.
La estadística pareciera apuntar en el sentido de que, al menos en el caso de la cultura de la denuncia, se está registrando un avance, pues el número de estas se ha incrementado significativamente en los años recientes. Sin embargo, tal hecho resulta claramente insuficiente para asegurar que estamos cerca de conseguir la victoria en esta batalla.
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Y es que, como lo consignamos en el reporte que publicamos en esta edición, el cálculo respecto de los casos que se denuncian, contra los que en efecto ocurren, apunta a que, cuando mucho, se denuncia uno de cada cuatro incidentes en los cuales una mujer es violentada.
Lo que esto quiere decir, y es preciso asumirlo sin ambigüedades, es que la eficacia de las medidas adoptadas para contener las conductas que se traducen en violencia en contra de niñas, adolescentes y mujeres adultas es muy limitada.
Particularmente preocupante es que incluso entre las nuevas generaciones, presuntamente proclives a la solidaridad y menos afectas a los prejuicios sobre los cuales se han construido los mecanismos de discriminación, la violencia de género persista en niveles inaceptables.
Prueba de ello es la estadística expuesta por el Tribunal Universitario de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), de acuerdo con la cual, en el presente semestre, se ha registrado un alza de hasta el 100 por ciento en las denuncias por violencia de género presentadas por integrantes femeninas de la comunidad universitaria, respecto del año pasado.
El aspecto preocupante de la estadística es que la mayor parte de las denuncias involucran a estudiantes, lo cual revela que no estamos teniendo éxito en la tarea de formar a las nuevas generaciones en la cultura de respeto e igualdad que debe caracterizar a una sociedad moderna.
Estamos, pues, ante un desafío monumental que tiene un punto de partida muy claro: reconocer que los esfuerzos realizados hasta ahora son insuficientes y que los resultados ofrecidos por estos son magros, cuando no inexistentes.
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Reconocer esta realidad es indispensable para proceder al siguiente paso que es, de forma ineludible, el ajuste de las estrategias seguidas hasta ahora y que ello debe tener una finalidad precisa: el diseño y puesta en práctica de mecanismos capaces de ofrecer resultados que sí cumplan con las expectativas que tenemos.
Nada distinto a ello es aceptable y tampoco es razonable que se le pida, a quienes históricamente han sufrido los efectos de la discriminación y la violencia, que tengan paciencia o muestren “comprensión” frente a los pobres resultados. Se requieren estrategias exitosas y se requieren de forma inmediata.