Violencia de pareja: ¿es un fenómeno inatajable?

Opinión
/ 1 mayo 2024

La atención eficaz de las víctimas de la violencia de pareja es necesaria, sin duda. Pero aún más importante es que no se sumen nuevas víctimas a esta vergonzante estadística

Uno de los fenómenos que ha formado largamente parte de la “cultura” mexicana es el relativo a la violencia entre integrantes de una pareja sentimental, sea esta un matrimonio formal o no. Las víctimas, en la inmensa mayoría de los casos, son mujeres.

En los últimos años, gracias al surgimiento de mejores instrumentos legales, así como de instituciones especializadas, se ha venido consolidando la cultura de la denuncia, lo cual se traduce en la protección de una porción importante de quienes padecen dicha violencia. Pero las estadísticas dejan claro que no se está incidiendo en las causas.

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Y es que, como se ha señalado en múltiples ocasiones, lo deseable no es que se atiendan con eficacia los casos de violencia, sino que estos no se registren, es decir, que el entramado construido para atender la realidad tenga efectos de carácter preventivo.

Por desgracia, como lo consignamos en esta edición, el número de llamadas que se reciben en el número de emergencias 911 para denunciar la ocurrencia de un episodio de violencia, entre miembros de una pareja, no ha sufrido ninguna disminución. O al menos no en Coahuila.

En efecto, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), durante el primer trimestre de 2024, en la entidad se han registrado 2 mil 600 llamadas solicitando la intervención de las autoridades debido a la causa arriba señalada. En el mismo periodo de 2023 se contabilizaron 2 mil 633.

No hace falta preguntar qué origina esta violencia porque se trata de un fenómeno sobrediagnosticado. Lo que desata la violencia es el arraigado sentido de superioridad que muchos integrantes del género masculino creen tener sobre el femenino; la idea de que las mujeres “están obligadas” a tolerar la conducta de sus parejas.

Los instrumentos internacionales diseñados para caracterizar y visibilizar el problema son claros respecto de las obligaciones que los estados nacionales tienen en este rubro: diseñar y poner en práctica estrategias orientadas a modificar los patrones socioculturales a partir de los cuales se construye la discriminación.

Si, como se ve, las estadísticas no muestran ningún cambio significativo en las conductas que demuestran la existencia de estos patrones socioculturales, claramente no estamos haciendo nada eficaz para cumplir con las obligaciones internacionales que hemos adquirido.

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Desde luego que se han desarrollado políticas públicas para atender el fenómeno y, como ya se dijo, una de ellas tiene que ver con la consolidación de una cultura de la denuncia y mecanismos de atención a las víctimas. Pero eso es claramente insuficiente y por ello es necesario insistir en la necesidad de avanzar más y más rápido.

Porque lo que se busca no es “presumir” el número de individuos castigados por haber incurrido en violencia, sino dejar de sumar víctimas a esta estadística.

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