Viva la gente
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Representaban el ecumenismo social. La solución pacifica a la primavera del amor. De quienes manifestaron sus inconformidades sociales en la mayoría de los países del mundo.
Con un musical, muy al estilo de Broadway, aprendices de artistas. Intercambio de estudiantes universitarios, de visión bastante segmentada, sus viajes cubiertos con el precio de las entradas.
Dueños de la patente, sus gestores, sedujeron a las familias pudientes. Incluso, por el placer de concertar la experiencia, previo pago de los tutores, aseguraron la gira anual.
Vivir de la gente, en el reino de utopía. Coristas, bailarines, tramoyistas, apuntadores, toda clase de trabajadores al proscenio.
En los sectores visitantes, prefirieron escuchar los cantos en los idiomas vernáculos. Olvidar las protestas en San Francisco, Washington, París o la Ciudad de México.
Los frentes de batalla en Vietnam, la cortina de acero a partir de Bonn en la República Popular Alemana. Los gulags en la parte alejada de Siberia, a donde los disidentes políticos, muchos de ellos jóvenes inconformes. Nada de reeducación. Exterminio con la anuencia del estado totalitarista. Fiebre blanca del invierno interminable.
Quienes enfrentaron a sus gobiernos, desaparecieron de la faz de la tierra. Lanzados vivos al mar. Ejecutados en los campos secretos de los militares.
Experimentar, rebelarse y la revolución, para el distópico porvenir.
La otra parte, los de Viva la Gente, ahora abuelos, recuerdan la banalidad de la impostura. Muchos de ellos, con la madurez, habrían preferido participar en el otro lado de la historia. No con cantos o bailes, sino con marchas, consignas y protestas, por sus compañeros privados y desaparecidos.