¡Viva México!

Opinión
/ 15 septiembre 2024

Hay en el norte de nuestro estado municipios que llevan los nombres de grandes héroes de la Patria: Hidalgo, Allende, Morelos...

A cierto alcalde de otro pequeño municipio, Nava, le pareció muy mal que la noche del Grito se dijera:

-¡Viva Hidalgo!... ¡Viva Allende!... ¡Viva Morelos!...

Y no se gritara:

-¡Viva Nava!

Así, incluyó en el Grito el nombre de su municipio.

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A mí eso no me parece mal. Cada quien debe amar a su solar nativo y enaltecer sus méritos. De ese amor al terruño viene luego el amor a la gran patria, a México.

La ceremonia del Grito es una bella ceremonia con entrañable raíz de pueblo. Los mexicanos nos la pasamos todo el año hablando mal de nosotros mismos: que si somos esto, que si somos lo otro, que si somos lo de más allá... La noche del 15 de septiembre, sin embargo, sentimos un orgullo que deberíamos llevar siempre: el orgullo de ser mexicanos. Es entonces cuando de nuestro ronco pecho sale un “¡Viva México!” clamoroso y unánime.

Gritamos esa noche en loor de los héroes que nos dieron Patria. Sentimos el fervor infantil que experimentábamos los lunes por la mañana en la escuela primaria cuando decíamos recitaciones escritas por Juan de Dios Peza, Amado Nervo o don Gregorio Torres Quintero. En esos poemas los próceres de la Nación adquirían estatura de semidioses, y sus majestuosas siluetas se recortaban sobre un jardín azul con margaritas de oro.

Tiempos difíciles son los que estamos viviendo. En horas de dificultad es bueno volver los ojos a nuestro pasado y recordar que México ha vivido épocas más difíciles aún. De todas ellas ha salido con bien y para ser mejor. Eso hay que decirlo a gritos, para que no se olvide. O a Grito.

Hablando de estas cosas, mis hijos recordaron que su madre y yo los llevábamos a la Plaza de Armas –la plaza de almas– de Saltillo la noche del 15 de septiembre. Cenábamos primero una rica cena mexicana en alguno de los puestos de comida que se ponían bajo los portales. Luego íbamos entre la muchedumbre y comprábamos cosas de bella artesanía. Se regocijaban los niños con el estruendo y el fulgor de la cohetería; oían emocionados los vítores a nuestros héroes, y sus pequeñas voces se unían a la gran voz del pueblo.

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Renovemos este septiembre, el mes de la Patria, nuestro amor a México. Sembremos ese querer en nuestros hijos y en los hijos de ellos. La Patria –lo dijo Ramón López Velarde– es impecable y diamantina. Eso quiere decir que está por encima de todas nuestras fallas, y que conserva la luz y la firmeza del diamante.

Encendidos de amor por nuestro suelo, y trabajando cada día por él, gritemos con voz salida del corazón y el alma: “¡Viva México!”, no importa que por estos días algunos hayan conspirado para hacer que sufran mengua en nuestro país la libertad, la democracia y la justicia.

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