Xóchitl: Entre la sólida esperanza y los senos de la salamandra (2)

Dentro de su novedad e imperfección, sin embargo, el modelo del FAM y su proceso de selección legitimó en la figura de Xóchitl Gálvez una candidatura con un perfil más ciudadano que partidista. Así lo confirma el perfil de Gálvez que contiene dos elementos notables: es una caja de resonancia de las necesidades más sentidas de la ciudadanía agraviada por AMLO y posee un apoyo orgánico −amplio y regionalmente representativo− de las clases medias y altas no partidistas.

Más allá de sus cualidades puntuales, ningún otro candidato del FAM tenía esas características. Por ende, ninguno de ellos tenía la capacidad de inspirar y entusiasmar al mexicano promedio para edificar otro México posible a partir de una sólida esperanza que derrote a la 4T en 2024.

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El proceso del FAM tuvo otros méritos, que desde el punto de vista electoral los ubican en una posición ventajosa respecto a la 4T:

a) El FAM supo gestionar a su interior la pretensión original de los partidos políticos por nombrar a Santiago Creel como candidato, y asumir una candidatura con un perfil ciudadanizado y alejado de las burocracias partidistas, como el de Xóchitl.

b) El FAM implementó un proceso interno más transparente, ético y austero que su contraparte morenista que gastó cientos de millones de pesos, no declarados o justificados, en promover a sus candidatos.

c) El FAM anuló la narrativa presidencial de una oposición frágil: sin narrativa, candidato, proyecto y destinada a una derrota inevitable. Y, a la par, desnudó el proceso interno de las corcholatas morenistas, como una repetición monótona e incuestionable de la línea presidencialista para apuntalar la candidatura de Claudia Sheinbaum con un uso indiscriminado del aparato oficialista.

d) El FAM sorteó −hasta el momento− la embestida jurídica y política de AMLO contra Xóchitl Gálvez para descarrilar su candidatura.

e) El FAM superó la progresiva salida o declinación de distintos aspirantes sin fracturarse; ahí están las declinaciones de Beatriz Paredes y Santiago Creel, y las salidas de Lilly Téllez, Enrique de la Madrid, Silvano Aureoles y Miguel Ángel Mancera, entre otros.

f) El FAM esquivó la intentona de AMLO por inflar la candidatura de Beatriz Paredes a través del uso estratégico de medios oficialistas y redes sociales.

g) El FAM generó los incentivos adecuados para que Alito Moreno no utilizara la candidatura de Beatriz Paredes y negociara con AMLO su salvación personal y la de su grupo político. Toca esperar, ahora, que Moreno fortalezca −de manera cabal y ética− la candidatura de Xóchitl hasta el final.

h) El FAM anticipó los resultados −sin consultar a la ciudadanía y militantes de partidos el pasado 3 de septiembre, como estaba previsto− para ungir a Xóchitl Gálvez como su candidata. Las razones fueron tres: las tendencias de las encuestas que daban como triunfadora a Gálvez eran irreversibles. La alta probabilidad que militantes morenistas buscarán, el día de las elecciones, estallar el proceso interno del FAM. En su afán estarían acompañados de células del crimen organizado como ha ocurrido en procesos electorales recientes.

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En síntesis, más allá de sus imperfecciones, el FAM es un modelo inédito en la historia política mexicana que ha logrado, hasta el día de hoy, fusionar las expectativas ciudadanas y partidista contra y a pesar del aparato de Estado morenista.

Sin embargo, los éxitos del FAM −a la fecha− no hubieran sido posibles sin la candidatura de Xóchitl Gálvez, cuyo carisma, inteligencia, espontaneidad y experiencia de vida la posicionan como la única y última esperanza para derrotar a la 4T en 2024, so pena de caer en el abismo transexenal de un régimen burocrático autoritario de corte neopopulista.

Por ello interrogo a analistas críticos no morenistas del FAM o de la misma Xóchitl: Ante este escenario, ¿qué vale más la pena, indagar si las salamandras tienen senos o apoyar con un sentido constructivo la sólida esperanza que representa Xóchitl para imaginar y edificar otro México posible?

Nota: el autor es director general del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución