¿Y la oposición, apá? (Tres actos)
Primer Acto
El primero de julio de 2018 significa un punto de quiebre histórico para México: ese día inició el cambio sustantivo de las reglas para hacer política, al menos hasta 2024.
Ese día, los partidos políticos perdedores –el PRI y el PAN– fueron forzados a mirar su rostro en un espejo humeante de obsidiana, marca Versace, comprado en una tienda exclusiva de la Quinta Avenida de Nueva York.
Mirarse en el espejo los confrontó con sus demonios internos. Era Tezcatlipoca, el dios de la obscuridad, quien les hablaba en tono despectivo y cortante: “El arribo de AMLO al poder es responsabilidad suya”. Cierto, lo habían retrasado de una y otra manera coludidos con los empresarios del gran capital.
“Esta derrota cataclísmica los obliga a ustedes –priistas y panistas por igual– a calibrar su divorcio evidente de los mexicanos que, de manera paradójica, los mantuvieron en el poder por 93 y 83 años respectivamente”.
Tezcatlipoca enojado les grita: “¿Cuándo? ¿En qué momento dejaron de representar a esos mexicanos y abandonaron sus legítimas aspiraciones para edificar un México para todos, más allá de las desigualdades estructurales que con sus distintos rostros de pobreza y violencia laceran cada día el alma nacional?”.
Continúa el dios de las tinieblas, instalado en el espejo humeante de obsidiana desde el Mictlán –lugar de los muertos: “¿Cuándo? ¿En qué momento terminaron con el gran capital repartiéndose (o recibiendo las migajas) de la depredación rapaz de nuestro país?”.
“Por traicionar la mejor versión de un México posible para las mayorías de mexicanos que depositaron su confianza en ustedes, una y otra vez, –continuó el dios de la obscuridad– los condeno a mirarse a sus adentros con actitud autocrítica para encontrar su redención mediante la refundación de su partido político por el bien de nuestro amado país”.
“Sí no lo hicieren, los maldigo para que caminen como zombies, erráticos y sin rumbo, en desenfrenada búsqueda por su propio apocalipsis. Sobra decirlo, sus almas nunca cruzarán el río para llegar al Mictlán, aunque lleven un perro pardo”.
Segundo Acto
AMLO forjó a través de las mañaneras una manera distintiva de comunicarse con el país y de desintegrar a la oposición.
Su programa de las mañaneras tiene tres dimensiones medulares: reafirma y profundiza la visión propagandista que AMLO tiene de su 4T; define y acota la conversación pública en el país –lo que se habla y discute entre editorialistas, intelectuales, políticos y empresarios, pero también, lo que se plática y debate con el taxista o con amigos en el café–; establece, también, las reglas de juego (con cancha y balón incluidos) para hacer de la oposición un contrapeso incapaz de ir más allá de la reacción visceral o cortoplacista.
Por ello, desde la perspectiva de AMLO: ¿Importa que a septiembre de 2021, haya mentido en sus mañaneras más de 61 mil veces? No. ¿Importa que a enero de 2021, haya acumulado más de 235 millones de visitas en su canal de YouTube? Sí.
La finalidad de las mañaneras es una: Utilizar la propaganda para impulsar la 4T e impedir a la par que la oposición piense y reflexione fuera de la reacción visceral para construir un proyecto alternativo de nación.
Por ello, no extraña que PRI y PAN, sin haber realizado una autocrítica fundacional, caminen maldecidos, como zombies erráticos y sin rumbo en desenfrenada búsqueda por su propio apocalipsis.
Tercer Acto
A dos años de la elección presidencial, esa oposición, con el pensamiento mágico y el voluntarismo rabioso como aliados, enfrentará en 2024 a 22 gobernadores morenistas y sus respectivos presupuestos: tres billones de pesos en programas sociales y transferencias económicas directas acumulados durante seis años y a un AMLO, como gran estratega electoral, rabioso y obsesionado por instalar la transexenalidad de la 4T. “Haiga sido como haiga sido”.