Ya todo lo quieren hacer maldito musical... ¿nos volvimos pendejos o qué?
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El musical es ese cáncer cultural que se esparce como herpes de primavera. Antes, los musicales eran una joyita rara... Era una experiencia única, un ritual. Ahora no
A ver. ¿En qué momento alguien decidió que absolutamente todo tenía que cantarse? Quién fue el genio que dijo: “Oye, ¿y si convertimos esta historia buena en un musical? Porque claro, lo que le falta a este asesinato, a este divorcio, a esta invasión alienígena... es una coreografía con luces LED y gritos de vibrato falso”.
¡YA BASTA, CARAJO!
Estamos viviendo una epidemia, pero no de virus, sino de musicales. Como si al mundo le faltara azúcar, mariconadas performáticas y gente vestida de colores chillones gritando sus traumas en vez de ir a terapia. La fórmula es la misma: toma una historia medio buena (o incluso una mierda), métele canciones, pon un elenco con cara de TikTok y ¡boom! Ya tienes tu maldito “evento especial” para Prime, Netflix o cualquier plataforma que se haya quedado sin ideas.
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El musical es ese cáncer cultural que se esparce como herpes de primavera. Antes, los musicales eran una joyita rara: uno iba al teatro y salía diciendo “órale, qué buena estuvo esa jalada con gente que canta tristezas con talento de verdad”. Era una experiencia única, un ritual. Ahora no: ahora si tu historia no tiene un número musical con un flashback a cámara lenta y lágrimas que brillan más que la dignidad de un político, no vale madre.
¿Una serie de narcos? ¡Musical! ¿Un funeral? ¡Musical! ¿Una ruptura amorosa? ¡Hazlo musical! Pero con coreografía, luces moradas y neblina para que se note que es triste, pero artístico.
Hasta “La Casa de los Famosos” en cualquier momento la van a musicalizar: con Wendy cantando “La traición de la semana” mientras Poncho baila con el pinche perro de la casa. Ya nada nos detiene.
¿Qué carajos nos está pasando? Lo que pasa es que ahora todo tiene que ser contenido. Y si ya contaste la historia una vez, ¿por qué no cantarla 17 veces más? Total, los espectadores son como perros de Pavlov: les pones una canción pegajosa, un beat medio retro, una estética tipo “Wes Anderson con depresión” y ya están chillando frente a la pantalla creyendo que es arte. Pero lo que es, es un disfraz pitero de algo que no tenía fondo para empezar.
Mucha producción, poca sustancia. Mucho humo, poca carne. Mucho glitter, pero a la hora de la verdad, la trama vale lo mismo que una servilleta usada en fonda de carretera.
Recién me acabo de chutar “Mentiras, la Serie” y me doy cuenta de que es otra más de las catástrofes musicales.
Así es, hablo de esa joyita reciente de Prime Video. Y no es que tenga algo personal con Belinda, Regina Blandón o las demás. No. Pero sí tengo un pedote con la necesidad absurda de convertir el velorio de un cabrón infiel en un pinche karaoke colectivo. Se muere el vato, llegan las exes, y en lugar de aventarle flores o escupirle, le cantan con lágrimas de glitter y tonos de María Conchita Alonso.
¿Y sabe qué es lo peor? Que funciona. Somos un público tan hambriento de drama barato que ya no pedimos buen guion, sólo pedimos que nos lo canten.
Y no se salva nadie. Que si “La La Land”, que si “Hamilton”, que si “High School Musical” (que ya parió 3 generaciones). Ya están musicalizando hasta las guerras. No me extrañaría ver pronto:
“Chernobyl: el musical”.
— ¡Boom, boom, boom, la radiación llegó!
Con Stalin rapeando y los soviéticos bailando en espiral.
O:
“La Segunda Guerra Mundial: el Musical”,
— Hitler llorando mientras canta en alemán con violines de fondo, mientras Churchill le responde en jazz.
No mamen.
Pero existen los culpables como el que no paga la tanda: las plataformas.
Netflix, Prime, Disney, HBO... Todos se subieron al tren musical. Porque es más barato meterle un soundtrack y un poco de baile a una historia mediocre que escribir algo con fondo. Claro, le metes color, le pones un filtro brillante y ¡listo! Puedes venderlo como “propuesta creativa y emocional”. Emocional mis huevos.
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Emocional era ver a tu exbesarse con otro cabrón en la peda de tu mejor amigo. Esto es contenido performativo para mentes débiles que creen que cantar es más profundo que actuar.
¿Y los actores? Ahora también tienen que cantar, bailar y hacer splits con cara de sufrimiento
Los actores ya no actúan. Ahora hacen triple salto mortal, lloran, cantan, se bajan los pantalones y bailan encima de una fuente para ganarse tu like. Y muchos ni cantan bien. Pero ahí los tienes: desafinando con todo el alma, porque hay que “expresar emociones”. ¿Y si mejor actúas, carnal? ¿Y si mejor te sientas y lloras sin necesidad de un solo de saxofón?
Pero no. Ahora todos son artistas completos. Completos para hacer el ridículo, sí. ¿Qué sigue? ¿Musicalizar la pinche Constitución?
Artículo 1: Todos los seres humanos... deben cantar con dignidad y autotune.
Artículo 2: No se puede discriminar... pero sí hacer paso doble mientras demandas.
Artículo 3: La educación será laica, gratuita y con número musical al final del ciclo escolar.
Estamos a dos pasos de ver al Papa musicalizando la misa: “El cuerpo de Cristo... con remix y DJ residente”.
¿Conclusión? Que se vayan todos a cantar a su madre.
No, no odio los musicales. Odio que todo lo quieran volver musical. Que ya no puedas ver una puta historia sin que alguien se suba a una mesa y cante su trauma infantil con luces estroboscópicas.
¿Quieres cantar? Perfecto. Pero no me lo disfraces de “innovación narrativa”. Ten los huevos de decir: “No sabemos cómo contar esto, así que vamos a poner a todos a cantar a ver si la gente no se da cuenta de que el guion es una cagada”.
Los musicales buenos existen, claro que sí. Pero no cada serie, película, biografía o comercial de papas necesita ser uno.
Así que, plataformas del mundo: si van a hacer otro musical, al menos que sea bueno. Y si no, mejor cállense... y déjenos ver algo en silencio por una chingada vez. Pero como siempre, está es mi nunca jamás humilde opinión... ¿y usted qué opina?
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