"Mi nombre es John Ford y hago westerns"

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/ 31 agosto 2013

Cuarenta años después de su muerte, la sombra de John Ford continúa siendo alargada y su influencia enorme.

Madrid, España.- John Ford (1894-1973) no era un hombre de muchas palabras, al menos cuando se trataba de hablar de sus películas. Que se lo digan a un por entonces treintañero Peter Bogdanovich, cineasta y 'fordiano' confeso, que tuvo que sortear sus ásperos monosílabos cuando le entrevistó para su documental "Directed by John Ford" (1971).

Por suerte, entre el largo centenar de películas que el norteamericano de origen irlandés nos dejó, algunas cuentan más de su vida y su carácter que la leyenda de tipo duro y agrio que en torno a sí mismo se forjó.

Así, cuando John Wayne arroja a la cama a una desafiante Maureen O'Hara en una de las escenas románticas por excelencia del cine, en "The Quiet Man" (1952), muchos han visto al propio Ford tratando de marcar territorio frente a la que fue su amor imposible, Katherine Hepburn.

KATE O MARY KATE

De hecho, el personaje de Wayne era Sean (Thornton), como el propio director se hacía llamar en una de sus innumerables maniobras de despiste, mientras que O'Hara era la temperamental Mary Kate, un nombre que conjuga los dos 'amores' del cineasta: su esposa Mary y su inolvidable Katherine (Kate).

La actriz y el director se conocieron en el rodaje de "María Estuardo" (1936), cuando él tenía 43 años y ella 28, y aunque no está claro si ese amor llegó a consumarse o no, Scott Eyman asegura en su biografía "Print the legend" que sólo el catolicismo que profesaba le impidió abandonar a su familia por la "fierecilla" Hepburn. 

"Era de las pocas personas a las que Ford no podía intimidar", escribe Eyman, quien comenta cómo ambos compartían su inconformismo, pues Hepburn "no podía respetar a ningún hombre al que pudiera dominar y no podía dominar a Ford". 

Esa fogosidad e independencia de carácter se refleja en otras relaciones románticas del cine de Ford, y especialmente en la pareja Wayne-O'Hara que se encuentran en "Río Grande" (1950) o "The Wings of Eagles" (1957).

"TESTARUDO, TRABAJADOR Y CORRIENTE"

Sea como fuere, la palabra "arte" le chirriaba especialmente. "Sólo soy un director testarudo, trabajador y corriente", solía decir.

Y es que este hijo de emigrantes irlandeses se construyó su futuro desde abajo, tratando de seguir los pasos de su hermano Francis, que trabajaba en los estudios Universal como guionista, según explica Joseph McBride en "Searching For John Ford: A Life".

Fue él quien le consiguió un primer empleo cavando zanjas para construir decorados cuando el cine aún era mudo. De "chico para todo" a catador de todos los oficios de Hollywood: especialista, actor, responsable de atrezo, operador de cámara y ayudante de dirección.

En esa etapa y antes de dirigir él mismo -rodó más de 70 películas mudas- Ford pudo conocer al padre del cine norteamericano, D.W. Griffith, cuando participó como extra en "El nacimiento de una nación" (1915), una especie de señal del destino.

EL HOMBRE QUE HUMANIZO EL WESTERN 

Toda esa experiencia le sirvió para adquirir un dominio técnico que marcó su estilo, caracterizado por encerrar toda la acción y el movimiento sin mover la cámara más de lo imprescindible. Los western -su género predilecto y que nunca abandonó- son una buena prueba de ello.

En "Stagecoach" (1939) rodó las persecuciones a caballo como nunca se habían visto y en "Fort Apache" (1948) se atrevió a abordar el tema indio desde el punto de vista de vencedores y vencidos. 

Pero si un western hizo época fue "Searchers" (1956), mencionado entre las influencias de directores como Orson Welles, Steven Spielberg, Clint Eastwood o Martin Scorsesse, y cuyas huellas pueden rastrearse en películas como "Close Encounters of the third kind" (1977), "Saving private Ryan" (1998), "Taxi Driver" (1976) o "Star Wars" (1977). 

Tampoco suele faltar en las clasificaciones de las mejores del género "The Man who shot Liberty Balance" (1962), una soberbia reconstrucción del duelo entre dos formas de entender la vida: la ley y el orden (James Stewart) frente a las armas y el "hombre hecho a sí mismo" (John Wayne).

La película, como tantas de Ford, está plagada de sentencias míticas que permiten arañar el caparazón del personaje para descubrir a una persona que ante todo y sobre todo, adoraba contar historias, como la que dice el editor del Shinbone Star después de oir a James Stewart: "Cuando la leyenda se convierte en hechos, publica la leyenda". 

DESTACADOS:

- Katherine Hepburn, amor imposible de John Ford, marcó un antes y un después en su vida y en su estilo cinematográfico.

- Su primer trabajo en Hollywood fue ayudar a construir decorados y pasó por todos los oficios antes de empezar a dirigir películas mudas.

- Nunca abandonó el western, un género que humanizó con películas cuyas huellas se encuentran en los más grandes directores, desde Orson Welles a Steven Spielberg o Martin Scorsesse.

Por Magdalena Tsanis/EFE-Reportajes

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