Alex Lora, el rockero fresa

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/ 29 septiembre 2015

El popular rockero mexicano anda siempre de negro pero esconde un lado rosa. Este muchacho que pronto cumplirá 60 años creció entre la clase media de la colonia Del Valle, estudió en un colegio privado, aprendió inglés en Estados Unidos, escuchaba a Enrique Guzmán y a César Costa -los rockeros light de los sesentas

México.- Hace tiempo, mientras Alex Lora caminaba por la ciudad de Monterrey, un muchacho se acercó para darle las gracias porque le había salvado la vida. El rockero más popular de México alzó las cejas en un gesto de sorpresa y guardó silencio sin saber qué responder. Entonces, el chico le contó un singular pasaje: "Me asaltaron, me pegaron, me quitaron mi camioneta y, antes de irse, me dijeron: "Nada más no te matamos porque vienes escuchando al Tri".

¿Quién iba a creer que una triste canción de amor, entonada con esa inconfundible voz rasposa, le salvaría el pellejo de un chamaco? Esa tarde, en la capital regiomontana, sonrieron el muchacho y el vocalista, sorprendidos de que una rola del Tri pudiera evitar una muerte violenta.

La anécdota me la cuenta Celia García Guerrero en una fría mañana de enero pasado. Chela Lora, como le llaman a la esposa de Alex, narra el episodio para ejemplificar la influencia cuasidivina que tiene su marido entre la banda, entre los chicos del barrio: "¡Alex es un genio! Un chamán cuya misión en la vida es aliviar con su música el alma de las personas", me dice, como una fanática adolescente enloquecida con su ídolo del rock.

Sí, es cierto, Lora tiene un efecto magnético, pero banda, banda, lo que se dice banda, está lejos de serlo. Su pasado está plagado de momentos fresas que contrastan con esa figura chida y alivianada que canta para los muchachos lumpen.

Incluso en el presente, Alex Lora vive en el acomodado barrio de San Angel, en la Ciudad de México, y lo han visto con una Hummer y una Lobo blindada. Aunque algunos de sus vecinos también cuentan que es buena onda y que suele invitar a gente desconocida a comer a su casa.

Cinco de chocolate y uno de fresa

Este rebelde que despotrica en el escenario "¡Chinge a su madre el que no cante!"e s hijo de un capitán de caballería que a su vez es descendiente de un jinete que realizó la primera escaramuza charra con los caballos de Ernesto Uruchurtu, aquel conservador regente del Distrito Federal que entre los años 1952 y 1966 plantó gladiolas por la ciudad y cerró los prostíbulos. Me lo dijo el mismo Lora hace unas semanas, cuando presentó Libertad incondicional, el último disco del Tri, grabado en el Reclusorio Femenil de Santa Martha Acatitla.

El cantante guadalupano, que año con año es homenajeado por los mexicanos en Las Vegas, es hijo único. En la infancia estuvo al cuidado de su nana Vicenta. En esa época, oía por la radio a Enrique Guzmán y a César Costa, los cantantes del momento que escuchaba aquella señora guapa y distinguida que era su mamá, doña Eloisa Serna.

Sus ex vecinos de la colonia Del Valle recuerdan que solía reunirse en la esquina de las calles Adolfo Prieto y Xola, y que llamaba la atención entre los amigos porque fue uno de los primeros jovencitos en conducir su propio coche: llegó a manejar un Chevrolet sesenta y tantos, una enorme hojalata sobre llantas con capacidad para transportar a todossus cuates.

Y después, cuando rondaba los 18 años, su mamá le regaló un Valiant Duster último modelo, a cambio de que se cortara la greña y la acompañara a su nueva boda con el prominente publicista Eduardo Sánchez, que trabajó para diversas empresas trasnacionales. Su padrastro vivía en las Lomas de Chapultepec, colonia insigne de la alta burguesía chilanga. Y, en efecto, Lora asistió a la fiesta sin su gran melena. Cuentan que durante largo tiempo llevó una gorra similar a la del explorador Daniel Boone, de la serie que por esos años podía verse por Canal 5.

Lejos de Ciudad Nezahualcóyotl, donde vive una buena parte de su público siempre fiel, Alex cursó la preparatoria en el colegio Franco-español, ubicado en Avenida Universidad y Miguel Angel de Quevedo, donde tocó con su banda en algunas kermeses. Un tiempo viajó a Estados Unidos, donde aprendió bien el inglés que presume cuando canta sus rolas. Aún con su cuerpo delgado y frágil, quienes lo conocieron de jovencito dicen que se rifaba el físico cuando jugaba de portero en la calle; era común verlo arrastrándose en el pavimento con tal de atajar una pelota. Así pasó numerosas tardes, combinando dos pasiones: la música y el futbol.

Chela cuenta que en las madrugadas se mete al baño de su casa a a rasgar las cuerdas y a cantar en voz baja, sentado en la taza. 

¡A huevo!

Alex Lora lleva más de cuatro décadas siendo el vocero de una población de jóvenes marginados. A principios de los años setenta ya abarrotaba los sudorosos hoyos funkys del Distrito Federal. Era el rey de salones donde los chicos bailaban y fumaban marihuana, de los cines fuera de servicio que usaban como salas de conciertos, de los lotes baldíos donde no se garantizaba la seguridad de los grupos de rock. El Tri creció picando piedra en sitios modestos.

Pero las cosas han cambiado. A lo largo de su carrera, Lora acumula 44 discos y un Grammy por su contribución a la música latina en Estados Unidos.

-¿Cuál ha sido el secreto del éxito de Alex Lora? -le pregunto a Armando Molina, integrante de La Máquina del sonido, un hombre muy cercano a Alejandro Lora entre los años 1971 y 1972, cuando fue representante de la banda Three Souls in My Mind, donde se inició Lora.

-Su secreto fue volverse banda, conocer a fondo las reglas del barrio. Es como si yo de un día para otro me compro cuatro trajes de etiqueta,  elegantísimos. Y muy bien vestidito, oliendo a loción, me paro afuera de las fiestas de las Lomas y de Polanco,  y me cuelo en su ambiente hasta conseguir una mujer para que me mantenga.

Three Souls in My Mind comenzó tocando para chicos juniors del Distrito Federal a finales de los años sesenta y despegó con la canción Chavo de Onda, esa que dice así: Me gusta soltarme la greña pa' andar en el roll/ me sé la letra de unas rolas de los Rolling Stones / Siempre me visto de mezclilla cuando a las tocadas voy / Yo soy un chavo de onda y me pasa el rock and roll.

-Lora se enfrentó a los peores públicos. ¡Neza! ¿Qué más quieres? Fue de los pocos que sobrevivió a esa crisis tan dura que siguió al Festival de Avándaro. Se llevó el rock a la periferia. Allí se hizo, entre los más jodidos. Volvió naco el rock -me dice el músico que coordinó aquel famoso festival celebrado en 1971, el Woodstock mexicano.

Molina ironiza sobre el fenómeno llamado Alex Lora:

-Es nuestro Rigo Tovar del rock urbano, aún siendo malísimo musicalmente, es el que mejor ha conectado con las clases bajas. Es tan triste el destino de nuestro rock, que ningún grupo ha podido superar a Lora.

-¿Por qué dices que es malo?

-Siempre ha utilizado un mismo patrón melódico, nada más cambia la letra de acuerdo al tema que desee. Se ha refriteado bluses viejos y luego dice que son suyos. Lora descubrió, entre los más pobres, un filón de oro y dijo: "Para qué le busco. Me convierto en lépero. Me vuelvo banda para triunfar con la banda". Es un gran letrista, pero un pésimo músico. En todo caso admiro su perseverancia. Tuvo su recompensa. Su obra maestra es Triste canción de amor y el Tri sinfónico es valiosísimo. Pero antes de que le sonriera la vida a Lora, era sólo un rockero pachecón, que cantaba en estacionamientos, bodegas sin baños y al que le pagaban dos cajas de caguamas por echar desmadre.

Dejó las chelas por Chela

Con su abundante melena pelirroja, Chela Lora me ha pedido de manera enfática que tome bien en cuenta sus palabras a la hora de elaborar esta historia de su marido. En la pálida expresión de su cara hay un gesto molesto, dice que está así, a la defensiva, desde la traumática experiencia de haber tenido a su hija en la cárcel. "La prensa fue muy desgraciada con nosotros", dice, victimizada. Celia, la hija de Alex y Chela, estuvo presa tres meses en 2010 y sigue en libertad condicional, acusada de atropellar a un hombre cuando iba conduciendo su automóvil, en estado de ebriedad.

Logro hablar con Chela y Alex precisamente durante la presentación del nuevo disco del Tri, titulado Libertad incondicional, bajo el sello de Sony Music. Antes de pasar a la pequeña sala donde me recibieron unos cuantos minutos para la entrevista, hubo una conferencia de prensa  atestada de fotógrafos, camarógrafos y reporteros.  Con las cámaras de televisión apuntando hacia un largo sillón colocado arriba de una pequeña plataforma alfombrada.

Chela lleva unas grandes gafas negras que ocultan sus ojos claros y está metida en un entalladísimo pantalón negro, que se confunde con esas botas largas que la elevan más de 20 centímetros del piso. Brillan los anillos de plata entre sus delgados y blancos dedos. Chela no puede resistirse al impulso de disparar respuestas antes de que su esposo lo haga. Alex Lora se sienta tranquilo al otro lado de la mesa. Le pregunto si se considera un personaje auténtico y representativo de la banda, pero Chela pesca la pregunta y se apresura a dar una explicación:

-Alex era de la colonia DelValle, pero eso no quiere decir que él haya sido un niño pirruris. Fue el patito feo de la familia por no ser el niño nice como deseaba su madre. Nunca quiso ser el simpático ingeniero, doctor o licenciado- responde ella, a la defensiva.

Chela es todas las mujeres de Lora: primero amiga, más tarde novia, después esposa, luego mánager, corista. Incluso salvadora.

Cuando el cantante acarició las puertas del infierno durante su época de excesos  -tres o cuatro días a la semana bebía abundantes dosis de alcohol que destilaba en el transcurso de las tocadas- ella, la compañera durante 31 años, se vio obligada a llevarlo a jurar frente a la Virgen de Guadalupe, en la Basílica, que dejaría la bebida. Desde entonces, la milagrosa imagen de la virgen, que proyecta un sentido de esperanza y fe entre sus miles de seguidores, es el icono de sus conciertos, es su omnipresente marca no registrada.

Una vez, en la presentación del documental del Tri en Montreal, Canadá, Chela escuchó entre la multitud que alguien gritaba a Lora repetidamente: "¡mandilón!". La mujer a la que Alex llama en público "mi domadora", detectó al tipo que no se cansaba de insultar. Impaciente, Chela siguió escuchando que entre las decenas de fans del Tri una voz masculina insistía una y otra vez: "¡Mandilón.! ¡Mandilón.!".

Sin apresurarse, se acercó a su marido y le dijo al oído: "Ahorita vengo, voy al baño". Bajó del escenario y se abrió paso entre la muchedumbre hasta plantarse frente al hombre que despotricaba contra su marido.

-El muy puto se escondía en la oscuridad. Me le acerqué y le dije: A ver cabrón, porque le gritas así. Y me respondió: "Es que tú lo has alejando de la banda"-narra la pelirroja, que se enamoró de Alex a primera vista porque tenía un cierto parecido con su papá.

Ella, por supuesto, defendió la ingrata mala fama que le atribuyen a su marido.

-Alex está en los cuernos de la luna porque yo lo he dejado ser. -dice, combativa- ¿Dónde lo quieres ver? ¿En el Chopo? ¿Todos los días tomando cerveza?

Años después, ya casados -han celebrado la ceremonia de boda seis veces, una vez en la Villa de Guadalupe-, Chela sacó una escobita y se puso a barrer simbólicamente a toda la gente nefasta que supuestamente está alrededor de su marido.

Chela confiesa que está un poco harta de que a su esposo lo tilden de mandilón. Entre los viejos rockeros urbanos de esta nuestra sociedad machista corre una leyenda: "Hay dos Loras, uno antes y otro después de Chela".

Viejos amigos, nuevos enemigos

Charlie Hauptvogel es fundador del Three Souls in My Mind y lleva 50 años en el mundo del rock. Empezó a tocar la batería cuando apenas iba en sexto de primaria. Él y Lora se hicieron amigos inseparables en el Fray Juan de Zumárraga, un colegio católico de clase media ubicado en la colonia Del Valle.

En plena adolescencia, cada uno podía traer en el bolsillo del pantalón la llave de la casa del otro. Incluso, la mamá de Alex,doña Eloisa Serna, cada vez que viajaba a Europa, era al único amigo de su hijo al que le traía regalos del Viejo Continente. Juntos escribieron al alimón muchas canciones y fundaron, sin siquiera adivinar hasta dónde llegarían, el Three Souls in My Mind. Eran tan amigos que Lora es el padrino de Frida, la hija de Charlie, pero un día la entrañable amistad se acabó.

Diferencias por dinero y problemas con los derechos de autor provocaron una discusión en la que Charlie se enfrentó a Chela con duras palabras. Eso llevó a la ruptura en septiembre de 1984. Alex lanzó a la calle la batería de su mejor amigo para dar comienzo así a una separación que suma más de un cuarto de siglo. Desde entonces, Charlie ha tratado de sobrevivir musicalmente y con frecuencia tiene apuraciones económicas. Me dice que la culpa de lo mal que la ha pasado la tiene un sólo hombre, y su "domadora".

-Si hablo mal de Alex Lora, Chela va a mandar ponerme en la madre. Tiene fama de hampona. Ella no lo hace, pero paga para madrear a la gente. La lana rifa aquí y en China. Ellos son millonarios y tienen casas en el extranjero, una de sus residencias la tienen en la Joya, California -me dice Charlie Hauptvogel.

El ex amigo de Lora se dispersa y me pregunta de golpe si conozco a alguien que le pueda comprar una de sus baterías por diez mil pesos. Le digo que lo ideal sería anunciarla por internet. Luego, un poco más tranquilo, continúa platicando de su compadre.

-Lora no es lo que aparenta en sus conciertos. Es un fantoche que se dice de la banda. ¿Qué banda? De la Del Valle. Me acuerdo que siempre hablaba pestes de la Iglesia y decía que era hijo del diablo. De repente se volvió guadalupano. ¡Que no mame! Se lo inculcó Chela. Es sólo populismo para vender discos. Ha seguido utilizando el nombre y la música de Three Souls in My Mind para darse publicidad. Ya volvió a imprimir los discos. Ni las letras son de él, ni es guitarrista, ni tiene bases musicales.

A finales de los setenta,  Three Souls in My Mind acudió al programa de televisión que conducía el periodista Guillermo Ochoa. Esa vez, Lora le recriminó a Charlie su manera de vestir:

-Me la armó de pedo porque yo iba de traje. Y ¿por qué no?, le respondí. Si BB King y John Lee Hooker tocan de traje. ¿Qué tiene de malo? El que me bañe y me ponga un saco no me quita lo blusero. Pero veo que ya ha cambiado. Lo he visto con corbata anunciando trajes en una revista de modas.

El rompimiento obligó a Charlie a demandar legalmente a Lora y llevar el caso a la Procuraduría General de la República. Todo por los derechos de autor.

-Hasta la fecha no he recibido un centavo por el trabajo que hice con él. Chavo de Onda y tantas otras rolas estaban registradas a nombre mío y de Alejandro, pero un día desaparecieron los registros de la Sociedad de Autores y Compositores. Él dio dinero para desaparecer los archivos y luego volverlos a registrar a su nombre. Compró con algunos millones a mi abogado -se queja Charlie.

Meses después del Festival de Avándaro, Charlie y Alejandro empezaron a tocar en los hoyos funky, esos locales deplorables ubicados en las colonias proletarias y zonas marginadas.

"Ni siquiera imaginábamos que nos iba a funcionar de maravilla tocarle al pueblo", me dice.

"¡Es mal pedo..!"

Alex Lora me mira fijamente mientras Chela se sienta de inmediato junto a él, expectante. Quiero saber qué piensa este rockero, que acumula 44 discos a lo largo de cuatro décadas de trayectoria, de todo aquello me han contado, de que su vida es una farsa en el escenario. Con mi primera pregunta se sirve un extraordinario pase para ejecutar un quiebre de cintura, como un habilidoso delantero en una cancha de futbol.

-Muchas gracias a los que me avientan calabaza porque de ellos será el reino del averno.

Junto al sillón rojo donde está sentado Alex Lora hay una gigantografía de él, donde luce una gafas de sol y una sinrisa, con  grandes dientes, blaquísimos.

-¿Luego de tantos años ya se agotó el personaje? -continúo.

-¿Qué quieres que te diga? -me dice cortante, más bien molesto-. Soy culero pero sincero. Lo mío es echar desmadre y roncanrolear. Hubieras visto cómo bailaban las chavas en el Reclusorio de Santa Martha Acatitla.

Le recuerdo que algunos músicos que han pasado por el Tri, como Charlie Hauptvogel, se quejan de no recibir regalías por los derechos de autor de distintas canciones. De repente, Irma García, representante con los medios de Alex Lora interrumpe la charla, dice que mis preguntas nada tienen que ver con el motivo de la conferencia programada por Sony Music. Lleva puesta una camisa con la silueta plateada de la Virgen de Guadalupe que contrasta con el color negro de todas sus prendas visibles: rigurosa chamarra de piel con cierres metálicos, pantalón de mezclilla y botas que lucen enormes suelas.

Alejandro Lora por fin se engalla, se atreve, se muestra dispuesto a ir al ataque contra Charlie:

-Deberían ir a la Sociedad de Autores y Compositores a reclamar su lana. Yo no lo voy a hacer por ellos. Alguna vez, un güey me la hizo de pedísimo.

Y vuelve a la carga contra el inseparable amigo del colegio Fray Juan de Zumárraga.

-Para inventar una canción es fundamental tocar un instrumento melódico -habla mientras empieza a golpear con las palmas de las manos la superficie de una mesa, muy delicadamente, como si tocara un par de tambores imaginarios. Esa actitud es la que escoge para descalificar a Charlie Hauptvogel, el baterista de la banda  Three Souls in My Mind.

Hace una pausa y arremete, con un poco de ironía:

-Que sepa, la percusión no es instrumento melódico. Es como si yo llego con el maestro Armando Manzanero y le pido que me deje tocar el pandero mientras él canta: Esta tarde vi llover. Y dos días después regreso para decirle que los dos compusimos la canción. Mover el pandero no significa que yo sea autor de Esta tarde vi llover.

Por eso, cuenta Lora, en los días que enfrentó legalmente a su compadre en la PGR, él se puso a tocar su guitarra. Su estrategia consistía en rasgar las cuerdas de su lira justo ante los ojos del juez, y que allí, en los tribunales, Charlie Hauptvogel le dijera en qué tono y nota estaban las canciones. A lo que su compadre Hauptvogel respondía: "Ah, no sé". Eso recuerda Lora, que trae a colación a Lenon y McCartney para afirmar que aunque Ringo era el amo y señor de la batería para el grupo de Liverpool, eso no lo hacía compositor.

-¡Es mal pedo..! Pero es la realidad -dice  Lora, contundente.

Antes de tener la entrevista conmigo, en la rueda de prensa por la presentación del nuevo disco un reportero le dijo a Lora que tiene una singular voz de contralto, aguardentosa, atípica dentro del ambiente del rock.

Y Alex bromeó:

-Gracias público inteligente y conocedor.

Otro chico de la prensa quiso saber si estaba de acuerdo con que su hija apareciera desnuda en la última edición de la revista Playboy.

Alex pelotea, sin inmutarse.

-Qué bueno que explote el físico y que le vaya de poca madre. No estoy encabronado. También me querían a mí para el espectáculo Sólo para mujeres, pero no me llegaron al precio.

A pesar de las críticas y las envidias, Alex presume que el Tri ha sobrevivido más de cuatro décadas ininterrumpidas y promete que próximamente dedicará una canción a los indígenas tarahumaras que padecen hambre.

Rodolfo Colina, amigo de la juventud de Alex Lora, tiene una certeza: "El gran éxito del grupo fue pasar a conformarse como empresa. Chela ha sido parte fundamental de ese engranaje. Lástima que dejó de ser la banda que yo conocí hace muchos años. Pero el cábula, el más divertido, el tipo que realmente conocía el ambiente callejero, era Hauptvogel, un hombre importantísimo en la elaboración de la letra de las canciones. Digamos que Charlie era el diamante en bruto y Alejandro el joyero".

José Xavier Navar, un fanático del rock and roll, coordinó la prensa de distintas compañías discográficas, conoció los hoyos funkys donde muchas veces para entrar a tocar los integrantes del Tri exigían el dinero por adelantado. "Yo vi cómo les pagaban con costales de billetes", me dice Navar.

Y agrega que Alejandro Lora es sólo una curiosidad en los tiempos actuales. Que es un cliché que cada día se va desgastando. En cuanto a los reclamos de esos fanáticos que insisten en llamar mandilón al líder del Tri, Navar lo resume en una anécdota: "En alguna ocasión le oí decir a Lora: 'Chela siempre me ha ordenado planchar y lavar la ropa. Pero ya he dejado de ser tan pendejo. Ahora sé que primero se lava y luego se plancha'".

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