El nuevo Nick Jonas: la vida sin anillo de castidad

Show
/ 17 marzo 2015

Conquistó el mundo con su 'boyband', su pubertad y su castidad. Ahora ya no tiene ninguna de las tres cosas y no hay quien le pare

Hace un gran día en lo alto de una de las colinas de Los Ángeles. Todo acompaña, el sol, el aire fresco y los exquisitos modales con los que se ha presentado Nick Jonas, el antiguo fenómeno de pop casto para preadolescentes que vive hoy sumido en un proceso de transformación en adulto provocador. Mi casa está en lo alto de una colina como esta, pero en la zona de Sunset Boulevard, apunta, sin mencionar el ático de lujo que también posee en Nueva York. Igual Freud sacaba alguna conclusión de las latitudes en las que busca alojarse el menor de los Jonas Brothers. Quizá porque este joven de 22 años, como los grandes hombres en Hollywood, es bajito –él mismo bromea con que mide fácilmente un pie (30,4 centímetros) menos que muchos de los artistas que lo rodean–. O quizá porque desde arriba divisa las cosas con la misma claridad con la que vio que sus hermanos, con los que conformaba uno de los tríos musicales más rentables de la historia de Disney, se habían convertido en un peso muerto para su carrera.

Este Nick Jonas posterior a aquella ruptura (octubre de 2013) conserva la misma cara de niño bueno, pero el brillo en los ojos es ahora bastante más lascivo. Así posa para la cámara, como un monaguillo que se ha bebido el vino de la sacristía. El flash de la cámara le ciega, pero consigue que su rostro no se inmute. Una infancia bajo las draconianas normas del mundo de espectáculo quizá tenga algo que ver. Vivo una era interesante y loca en la que mi misión es crecer todo lo posible, explica. Trabajar duro y ser lo mejor que pueda. Me veo como un luchador, alguien que lleva trabajando en esto desde que tenía siete años, lo cual requiere una gran autodisciplina, y crecí con esa mentalidad. Tengo muchas ambiciones y todavía no he conseguido ni una fracción de lo que quiero. Pero por eso debo de mantener la concentración, poner la vista siempre en la meta y disfrutar del viaje. Puede ser difícil y parecer que te pierdes los buenos momentos, pero la meta merece la pena. No hay ironía en su voz. En 2015, Nick Jonas no se anda con bromas.

Hace todo lo que le digas. Es un cielo. Porque tendrías que ver a otros en estas situaciones, cuchichea de pasada una de las muchas personas que en estos momentos están pendientes de cualquier movimiento de Jonas en la sesión para ICON. Si lo del macho dominante es un tópico, lo del hombre manso es un filón para jóvenes como él. Jonas conquista territorios, pero no libra batallas. Su discurso es pausado y pensado, su voz, modulada, y su tono, suave. Sigue siendo bastante angelical, pero ahora ha cambiado el anillo de castidad por los más de 278.000 me gusta generados por una foto suya de Instagram que le deja al descubierto de ombligo para arriba o por esa otra a lo Marky Mark enseñando sus calvins y agarrándose el paquete.

Pero de ese nuevo registro de malote no hay noticias hoy. Mira a la cámara, juega con ella, trata de camelársela, pero los únicos calzoncillos a la vista están perfectamente doblados en una mesa donde le esperan, también ordenados, los diferentes cambios de ropa que se pondrá para cada foto. Una ropa formal, traje negro, camisa blanca, como si fuera el hermano menor de los Blues Brothers, que no deja ver, a petición de su agente, el cuerpo que se ha echado y que tanto está dando que hablar en todos los círculos, gais y heteros, jovencitas prepúberes, madres comeyogures y, por acotar, Occidente en general.

Entre cambio y cambio se toma un respiro y se acerca a mirar la última imagen que le han robado de su cuerpo. Lo trabajo todo lo que puedo, pero no le doy importancia a los resultados para no perder foco, explica, claramente satisfecho con sus nuevas dimensiones. Ha ganado unos siete kilos de puro músculo. Exigencias del guion, se excusa. Porque Nick 2.0 también es actor. Siempre lo he sido. Empecé en teatro, en Broadway, haciendo las dos cosas a la vez. Ahí es donde ha lucido su talento de forma más adulta. Cuando, en 2010, interpretó a Marius en el concierto del 25º aniversario de Los miserables. O cuando, en 2011, sustituyó a Daniel Radcliffe en la aclamada How to succeed in business without really trying. Ahora también tontea con las pantallas. Ya sé que son energías muy diferentes, la de la música y la de la interpretación, pero ambas guardan grandes similitudes porque no son más que diferentes formas de contar una historia, y a mí me encanta contar historias. La diferencia radica en la forma de afrontarlas física y mentalmente. Además, en mi caso, la música me viene de natural y la interpretación es un reto por el que tengo que trabajar duro, poner más atención. Pero por eso mismo lo amo tanto, sostiene.

Podría uno achacarle esta transformación física a su creciente carrera como actor. Está Kingdom, la serie en la que interpreta a un luchador de artes marciales torturado por ser homosexual en un mundo de machos y que ha sido renovada por dos temporadas más. O Scream queens, el nuevo delirio del siempre impredecible creador de Glee y American horror story, Ryan Murphy. Y a esto hay que sumarle esos pequeños papeles cinematográficos que le van saliendo aquí y allá. Lo que él llama una progresión natural y tranquila en un campo artístico que se le hace inevitable. Ya te digo, estoy enamorado del trabajo de actor y pienso continuar incluso cuando acaben las series, aclara por si cabía alguna duda.

Lo cierto es que sería pecar de ingenuos quedarse en esa explicación. Detrás del nuevo cuerpo que se ha echado el niño Jonas hay una decisión mucho más calculada y que va más allá de los papeles que interpreta. Él no lo niega y habla del equipo creativo que ha apostado por él, dándole la oportunidad de pasar de ser el menor de los Jonas a ser simplemente Nick. En ese equipo está el entrenador personal que le ha esculpido. Están productores como Sir Nolan o RoboPop, encargados con anterioridad de otras transformaciones de niños en adultos. Está la casa de modelos Wilhelmina Models, con la que ha firmado pese a su corta estatura. Y sobre todo el presidente de Island Records, David Massey, el primero con el que Nick firmó cuando tenía 11 años y el que volvió a apostar por el nuevo Nick en el momento en el que se enteró de que había dejado atrás a sus hermanos. Yo lo único que hago es trabajar el doble que cualquier otro. Y dar las gracias por tener una carrera con 22 años, resume con el tono de gratitud del que se labra su propia suerte.

Si sirvió para otros, servirá para él. Todos los niños del club Disney, desde esa primera generación con Justin Timberlake y Britney Spears a esa segunda oleada de Miley Cyrus, Selena Gomez o el propio Jonas, han transformado su inocencia en sexo para mantenerse a flote. Lo que separa a Nick del resto es que ha ido más lejos, hombre de extremos que de chaval defendía el anillo de la castidad y ahora asegura que sus últimas canciones, Push, Santa Barbara o Closer, son lo más recomendable para echar un polvo. ¿No se le cae la cara de vergüenza al recordar sus incongruencias de imberbe? Jonas emite una carcajada sincera pero compuesta, un estertor que nadie más oye a nuestro alrededor, aunque de cerca haya sonado alta. Todo en él está medido. En ocasiones me veo y me río yo solo, pero suele ser porque recuerdo lo que estaba pensando en aquel momento. Lo que pasaba a mi alrededor. Se queda pensativo. Espero un momento de revelación, pero la respuesta no acaba de llegar. Quizá no es el momento. Se calla antes de musitar eso de Es muy raro vivir tu adolescencia ante los ojos del mundo.

El recuerdo de Bobbi Kristina, la hija de Whitney Houston y Bobbi Brown, debatiéndose entre la vida y la muerte tras una adolescencia entre paparazzi, está en la mente de todos. Tan presente como el sonido de ese helicóptero que revolotea alrededor de esta colina probablemente informando del tráfico que solo habrá ido a peor. Su ruido saca a Jonas del trance para devolverle a su discurso oficial. Principalmente miro atrás con gratitud, entona. ¿Y adelante? ¿Cómo han aceptado sus seguidores su reciente transformación? Twitter y las redes sociales me han ayudado mucho a la hora de cultivar a mis fans, de mantener su interés mientras salto de proyecto en proyecto, ya sea en música o en interpretación. Pueden ver mi pasión y mi deseo de lanzarme al vacío, de tomar decisiones drásticas, de echar toda la carne en el asador, de mostrarme bajo una nueva luz. Por eso me es tan importante hablar de las cosas que pasan en mi vida, para que la gente pueda ver que soy alguien real, de carne y hueso, que ha vivido. Quiero cambiar las ideas preconcebidas que muchos tienen de mí y ser más transparente con quien soy. Todos crecemos. Mis fans también han crecido. Y era necesario.

Si por las ideas preconcebidas habla de lo que se me pasa por la mente cuando veo colgada de su cuello una llave, sí, ha acertado. Es una llave de las antiguas, de las de candado de principios del siglo XX, con algo de herrumbre. No puede ser. ¿De vuelta a los cinturones de castidad? Me lee la mirada y sonríe. Nada más lejos de la realidad, asegura. Se trata de un símbolo del proyecto benéfico con el que un amigo suyo está ayudando a los sin techo. La llave de su corazón la tiene Olivia Culpo, la modelo y Miss Universo que Jonas luce a su lado en cuanto tiene un minuto libre para dar de qué hablar. La mujer a la que este hombre de naturalidad calculada ha hecho objeto de todos los despliegues amorosos posibles que ganan titulares en la prensa del corazón. Que si 12 regalos navideños, uno por cada mes juntos; que si un San Valentín en la República Dominicana; que si la primera cita en su ático neoyorquino. Incluso esa canción, Jealous, doble platino tras haber vendido 1,7 millones de copias, tiene un algo de Culpo porque, dice, la escribió pensando en esa noche que pasaron juntos. Mucha transparencia, pero ahora los labios de Jonas permanecen sellados.

El de la novia no es el último tema con el que se puede callar a Nicholas Jerry Jonas. Parece que sus hermanos le suscitan una pereza similar. Son agua pasada. Pero algo de niño bueno debe quedarle a este rebelde a la fuerza porque al final claudica y recuerda la ruptura. Hay gente que se sorprendió, pero nuestra separación se veía venir, explica. Yo fui el que puso en marcha esa conversación, porque a veces uno tiene que decir lo que realmente siente y encontrar la forma en la que todo tenga sentido. El resultado fue honesto, algo que necesitábamos. Y todos sabemos que al final será para bien, admite de una forma que hace dudar si Joe y Kevin, de 25 y 27 años, ven igual de bien la desaparición de una franquicia con la que vendieron 17 millones de álbumes.

Nick prefiere volver sobre esos otros nombres que le interesan más estos días. Estrellas que él busca emular como el citado Mark Wahlberg, Channing Tatum o incluso Matthew McConaughey. Gente capaz de dar la vuelta a sus carreras y triunfar donde nadie lo esperaba. Nombres que cambian la expresión en la cara de Jonas, que lo sumergen en un sentido soliloquio en el que habla de ellos pero que, en realidad, como todo el mundo cuando cita a sus héroes, se refiere a sí mismo, a sus sueños, sus ambiciones y sus complejos.

Eso es lo que realmente me importa, gente capaz de acometer grandes transiciones. Podría haber sido feliz como cantante, pero espero ser feliz como cantante y como actor. Me gusta el reto. Se me compara con Wahlberg por las similitudes físicas, pero a mí lo que me interesan son sus decisiones arriesgadas y geniales. Lo mismo con Channing, capaz de lanzarse a papeles dramáticos cuando todos le consideran un actor físico. Y que también ha demostrado ser divertido. Así que ya veremos a dónde me lleva a mí todo este trabajo duro. Sonríe sin aclarar más. Es inevitable pensar que ya lo tiene perfectamente planeado.

Por Rocío Ayuso / El País

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