Arte inclusivo

Artes
/ 22 junio 2019

    Esta semana acudí al Primer Coloquio de Periodismo Cultural 2.0 en la ciudad de Chihuahua, Chihuahua, donde se dieron cita colegas de este misma rama de los cinco estados del noreste mexicano, incluyendo la sede, Coahuila, Nuevo León, Durango y Tamaulipas.

    Durante tres días tuve la oportunidad de aportar y enriquecerme de sus experiencias y conocimientos, además de corroborar las faltas y áreas de oportunidad en todas las áreas donde nos desarrollamos como profesionales, desde los medios para los que trabajamos hasta las mismas dinámicas artísticas y culturales.

    Pero de entre todo este aprendizaje quiero destacar aquel que compartió con nosotros el periodista de Milenio Monterrey Gustavo Mendoza Lemus, quien en su conferencia “La cultura realmente para todos. Promover la inclusión desde el periodismo” destacó la verdadera carencia que tenemos en cuanto a estrategias e infraestructura para hacer accesible la cultura a todos.

    Su charla en particular se centró en casos referentes a personas con discapacidades físicas y mentales, pero la interacción posterior con el resto de los presentes derivó también en lo relativo a aquellos con problemas psicológicos, adultos mayores y, por supuesto, los miembros del colectivo LGBTQI.

    Si bien entre las ponencias que presentamos y la retroalimentación posterior a cada una todos aprendimos algo nuevo creo que fue esta la que más nos hizo ver un aspecto de nuestra labor que previamente no habíamos considerado.

    Porque, en efecto, aunque la iniciativa privada y los programas gubernamentales hablen de “cultura para todos” realmente no se están incluyendo todos los sectores de la sociedad y cuando se hace suele ser a un nivel superficial o incluso condescendiente.

    Entre los ejemplos de museografías que no permiten el paso de una silla de ruedas, obras artísticas intocables y por ende imposibles de ser percibidas por los débiles visuales, con muy pocos artistas interesados en crear piezas pensando en estos sectores y hasta las dificultades mismas a las que se enfrentan algunos colegas periodistas en el medio con ciertas discapacidades, destacó situaciones de éxito como la exposición “Diálogos en la oscuridad”, que hace más de diez años puso a los mexicanos que asistieron a ella en Monterrey en los zapatos de alguien que no puede ver.

    En Saltillo y en Coahuila también se habla de inclusión y también carece en los mismos aspectos. El Museo de Artes Gráficas si bien fue diseñado y construido bastante accesible para una silla de ruedas, con una rampa que da acceso a la galería del segundo nivel, su obvio énfasis en el arte visual lo vuelve ajeno a quienes carecen del sentido necesario para su apreciación.

    De manera similar el Recinto del Patrimonio Cultural Universitario, popularmente conocido como Banco Purcell, cuenta con un elevador, pero en el primer cuadro de la ciudad, sede de la mayor parte de la actividad cultural, son contados los espacios acondicionados para estas necesidades.

    Fuera de este ejemplo, en cuanto a arquitectura se refiere, dado que muchos de los espacios culturales están acondicionados dentro de antiquísimos hogares queda fuera de la ecuación cualquier intento de ser inclusivos.

    Sin embargo, también hay ejemplos de proyectos interesados en abordar dichas problemáticas. Maribel Lugo desde la Escuela Profesional de Danza de Coahuila a través de la metodología Psicoballet ha acercado esta disciplina a los niños y jóvenes con síndrome de Down; a la par el grupo Ideas Para la Inclusión gestiona actividades en torno a la sensibilización de las personas sordas y hasta ha organizado conciertos en lenguaje de señas y mi compañera de generación, Rocío Gómez, actual miembro de la administración del Museo de las Aves, desarrolló un trabajo de investigación para generar arte para los ciegos, el cual le insto desde este medio a continuar.

    Gustavo señaló cómo es que no solemos ver estas problemáticas hasta que nos toca. A él le pasó, a los gestores de los ejemplos mencionados les pasó y aunque por fortuna a mí no me ha tocado, gracias a las palabras de mi colega descubrí la importancia de darle seguimiento y apoyo a estas iniciativas y acepto su invitación a comprometerme con esta causa en todas sus vertientes.

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