Barón Thyssen-Bornemisza, 100 años de un fascinante coleccionista de arte
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Hoy 13 de abril de 2021 se cumple el centenario del nacimiento de Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza (1921-2002), un aristócrata de origen húngaro, que fue dueño de un emporio industrial, coleccionista y filántropo, que eligió Madrid como sede permanente de su colección de arte.
Hans Heinrich Tyssen-Bornemisza (1921-2002): una pasión heredada de su padre. Thyssen-Bornemisza fue una persona muy cosmopolita, de familia húngara y alemana, que estudió en Holanda y vivió en Suiza, Alemania y España y que heredó de su padre una gran fortuna, su emporio empresarial y la mayor parte de su colección de arte, unas 525 obras, todas de maestros antiguos anteriores al siglo XIX.
Al finalizar la II Guerra Mundial, Hans Heinrich, además de reflotar las empresas familiares afectadas por el conflicto, abrió al público la galería de pinturas que su padre inauguró en 1936 en su residencia de Lugano (Suiza), “Villa Favorita”, y se propuso reconstruir la colección que quedó perjudicada, adquiriendo nuevas obras en subastas, incluso comprando pinturas puestas a la venta por sus hermanos que no estaban interesados en el arte.
Haine, como era conocido el barón, fue el pequeño de cuatro hermanos (un varón mayor y dos hermanas), pero él fue el elegido por el padre como continuador de la colección, él fue quién le instruyó en el arte, lo contó él mismo en sus memorias donde reconoce que no era buen estudiante de arte.
“Desde este punto de vista -dice José Ángel López-Manzanares , comisario e historiador del arte- se fue involucrando cada vez más en pintura, y ésta le fue formando, fue dúctil ante los acontecimientos de su vida, fue aprendiendo de las cosas, fue aprendiendo de la pintura, hasta llegar a ser la pasión de su vida”.
Al principio adquirió obras de maestros antiguos conforme a los gustos del padre, pero cuando éste muere en 1947, se libera y comienza a marcar un nuevo destino a la colección con la compra de pintura contemporánea, de pintores del siglo XX, ya a su gusto.
“Empecé a pensar que, -escribió el barón- que si los primeros años del siglo XX habían producido tantas cosas importantes en la ciencia, en la técnica y en otros campos, el arte de esa época tenía que ser también interesante”.
Tras unos primeros años de adquisiciones dispares e impulsivas, el barón focaliza su labor coleccionista en el expresionismo alemán, arte que rompe con el formalismo anterior, donde la belleza y sus formas se desvanecen para dar paso a otra, donde todo es color y ‘expresión’ del artista, un estilo que estuvo estigmatizado, incluso perseguido por los nazis como ‘arte degenerado’.
GIRO HACIA EL ARTE MODERNO
En efecto, en mayo de 1961 el barón adquiere la primera obra moderna de su colección. Se trataba de una acuarela del expresionista alemán, Emil Nolde, con lo que dio un nuevo rumbo a la colección familiar. En la misma subasta, además de la acuarela de Nolde, el coleccionista adquirió otras nueve pinturas de artistas muy diferentes.
En noviembre de 1979 reconoce el propio barón, «Me interesé por el expresionismo alemán a una edad temprana, incluso durante mi época de estudiante. Pero no podía hablar de ello con mi padre. Fue solo cuando me convertí en coleccionista […] cuando, poco a poco, comencé a comprar pinturas modernas”.
“Fue a principios de los años sesenta cuando compré mi primera obra de un expresionista alemán. Se trataba de una acuarela de Emil Nolde que mostraba a una pareja joven. Me llamó inmediatamente la atención su audaz gama de colores y la atmósfera tan particular que emanaba de ella”.
A partir de entonces comienza a adquirir cuadros de todas las vanguardias artísticas del siglo XX y, junto a los maestros consagrados de la historia del arte, como Van Eyck, Ghirlandaio, Durero, Tiziano, El Greco, Caravaggio, Rubens, Rembrandt o Goya, coloca a expresionistas, impresionistas, cubistas, surrealistas, artistas abstractos, constructivismos, hiperrealismos, pop art…, toda una impresionante y completa lista de pintura de vanguardia nunca reunida en una misma colección.
DE COLECCIÓN PRIVADA A MUSEO NACIONAL
Pero en lo que si coincidió con su padre fue en que su afán coleccionista tuvo siempre una clara vocación pública, de compartir el arte con los demás.
En la década de 1980, ante el temor de que la colección volviese a sufrir otra disgregación como la ocurrida a la muerte de su padre, el barón propuso a las autoridades suizas una ampliación de “Villa Favorita” que se había quedado pequeña ante el crecimiento de su obra, pero las autoridades suizas no ofrecieron gran cosa, por lo que el barón se abrió al extranjero.
A las ofertas del Reino Unido, de la Fundación Getty de Los Ángeles (EU) y de varias ciudades alemanas, se sumó también la del Gobierno de España. En 1988 este país ofrece el Palacio de Villahermosa, ubicado en pleno Paseo del Prado de Madrid, con garantías para mantener unida la colección y asegurar su conservación.
Tras ejecutarse las obras de remodelación del edificio, en 1992 se trasladaron las obras de Suiza a Madrid, y en octubre de ese mismo año se inaugura el museo. Ocho meses más tarde, en junio de 1993, se firmó la venta definitiva por la que el Estado adquiría la propiedad de 775 obras por 350 millones de dólares, pasando a formar parte del patrimonio artístico español como Museo Nacional.
“La influencia de su mujer, la española Carmen Cervera, -quinta esposa del barón con la que se casó en 1985-, fue indudable y meritoria en el éxito de la operación”, asegura López-Manzanares, quien añade: “su decisión de traer su colección a España supuso una de las mayores contribuciones de arte moderno a la cultura de nuestro país”.
HOMBRE DE FIRMES CONVICCIONES
Es importante destacar que el barón fue una persona abierta a la vida y a sus cambios, muy generosa, que donó grandes sumas de dinero. “Por ejemplo, -nos cuenta el comisario-, ya en 1966, tras las fuertes inundaciones sufridas en Florencia (Italia) donó una importante cantidad a asociaciones para recuperar conjuntos artísticos dañados; en 1972 ayudó en otras inundaciones y en los noventa contribuyó económicamente a la restauración de la Capilla Sixtina (Roma) entre 1990 y 1994”.
Y cuando el grupo escultórico neoclásico de las “Tres Gracias”, de Antonio Canova, la versión hecha para el duque de Bedford, tuvo que ser puesta a la venta por sus descendientes, se hizo una subscripción para recoger fondos para evitar que la pieza abandonara el país, cuya mayor aportación fue la del barón.
“Fue un filántropo, un hombre de firmes convicciones religiosas y morales. Cuando una de sus empresas siderúrgicas alemanas quebró, llegó a pagar de su bolsillo las pensiones de los empleados”, recuerda el comisario.
Y como todo hombre vitalista que amó la vida, tuvo sus altos y sus bajos, ante lo que el arte siempre le dio continuidad. Un hombre, que aún no habiendo sido el mundo del arte su elección original, lo continúa por deber y pasó a ser el motor de su vida:
“Mi pasión por el arte me ha ayudado a superar momentos difíciles, tanto en mi vida privada como la profesional. Esa pasión es más importante que cualquier otra cosa y lo pone todo en perspectiva”, comentó en cierta ocasión el barón Thyssen.
DESTACADOS:
+ El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza alberga una de las colecciones de pintura más importantes reunidas el pasado siglo por el barón Thyssen, que pasó a la historia como uno de los mejores coleccionistas de arte.
+ Las pinturas que el barón vendió en 1993 al Estado español – unas 775 piezas – poco tenía que ver con la que heredó de su padre, el primer barón Heinrich Thyssen-Bornemisza, para el que el arte terminaba con Goya, y que él amplia y actualiza con el arte del siglo XIX y XX.
+ “La colección tiene la característica de ser global, panorámica, que abarca todos los movimientos artísticos del arte occidental desde el siglo XIII al XX, por lo que supone una decisiva contribución al enriquecimiento cultural que quiso compartir con todos”, indica el comisario del centenario, José Ángel López-Manzanares.
Por Amalia González Manjavacas (Historiadora del Arte) EFE/Reportajes