Decolonial y sobrenatural: ‘Brujería’ de Christopher Murray llega a salas de cine mexicana
El cineasta muestra una viaje de transformación de una joven en una isla de Chile de finales del siglo 19, basada en hechos reales
En el año de 1880, en la isla de Chiloé, una niña huilliche llamada Rosa Raín arriba luego de que su padre fuera asesinado por su patrón alemán. Ahí busca al líder de una organización de brujos, quien espera le pueda ayudar a hacer justicia, pero esta comunidad choca con los intereses de la naciente República de Chile, que apresa al brujo y entonces Rosa toma el mando para hacerle frente a la autoridad y liberarlo.
“Brujería”, de Christopher Murray, es una película en la que la fantasía y la historia se mezclan para recrear desde otra perspectiva un hecho inusual en la formación de Chile, cuna del director, quien recibió buena recepción por este largometraje en el pasado Festival de Sundance, donde se estrenó y que ya puedes disfrutar en salas de cine de México.
“Es una película que nace de un hecho real, que sucedió a finales del siglo 19, que básicamente fue un juicio del Estado de Chile contra una organización de brujería, había muchos elementos que pese a ser históricos también son muy contemporáneos”, comentó el realizador en entrevista con VANGUARDIA.
“Lo primero fue adentrarse en los documentos más históricos, pero pronto fue necesario ir a Chiloé, porque creo que la concepción que tienen del caso, de la palabra brujería y de la práctica de la brujería creo que se solo se puede saber estando ahí”, agregó.
Al ir conociendo la idea de la brujería en el lugar comenzó a empaparse de esta perspectiva, lo que le permitió entender dicha práctica como una “fuerza de resistencia, fuerza política, territorial, de defensa y de justicia”, que luego trasladó a la película.
Esto se vio enriquecido por el personaje de Rosa, interpretado por Valentina Véliz, cuyo punto de vista ofrece al público una introducción a la brujería y a sus practicantes diferente, más íntima y sobre todo que ofreciera un viaje de transformación.
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“También porque, pese a que está la ‘tentación’ de narrar la historia como un extranjero, alguien que llega a la isla y se ve envuelto en este espacio siniestro, una concepción más clásica del terror, sentía que narrándolo desde Rosa partía de un lugar similar, pero podía adentrarse de manera más orgánica, abrazando la brujería como algo más potente que simplemente una fuerza externa que te amenaza, sino como algo de lo que puedes hacer uso”, señaló.
Asimismo, el director considera que a pesar de la época, la confrontación colonialista se encuentra reflejada o ramificada en la actualidad, con hechos claros que aún no puede resolver el Estado de Chile, como los conflictos territoriales al norte del país con los primeros pueblos, pero también en un ámbito más cultural.
“Hay una colonización que tiene que ver con procesos más íntimos, que tienen que ver con la forma en que formamos el pensamiento, en que sentimos, han sido procesos colonizados. Yo creo que es super interesante hacerse esos cuestionamientos hoy en día y abrirse a otras formas de comprender más la tradición occidental, judeocristiana y cómo se ha construido la sociedad latinoamericana”, expresó.
La película destaca por manejar un tono sombrío e hipnótico, con una paleta de color fría y un tempo acompasado, así como una violencia brutal pero no explícita. Esta decisión estética, señala el director, es producto de la inspiración misma que le otorgó Chiloé.
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“Lo que traté es de impregnar la película del tono que se siente cuando estás en ese lugar. Es una isla que cuando la habita se siente absorbido, hipnotizado, como sumergido en una bruma desconcertante, de mucha incertidumbre, con cierto tempo, que te va lentamente cautivando, de mucho ritual. Creo que fueron inspiraciones para poder dotar a la película de ese componente ritual, brujo. Para mí era importante darle ese tempo y esa ritualidad porque creo que es parte del proceso de la personaje”, concluyó, “creo que es una película a la que la pantalla grande le hace bien”.