Los Fuentes Quezada exploran el pasado acuático de Coahuila
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Los artistas Avelina y Alejandro Fuentes Quezada inauguraron esta exposición en el Museo del Desierto, que se inspira en el pasado prehistórico de Coahuila, cuando estuvo cubierto por el agua
Hace más de 160 millones de años la tierra que hoy habitamos y que recorremos a diario estaba bajo el agua. El prehistórico mar de Tetis cubrió el territorio que, con la disolución de Pangea se convertiría en Coahuila, y hoy aún podemos ver gran parte de sus vestigios.
La fascinación por este hecho ha inspirado a muchos artistas coahuilenses en años recientes, quienes al mirar hacia el horizonte no ven cielos azules, sino la profundidad de un océano milenario, en cuyo antiguo lecho ahora vivimos.
Los hermanos Avelina y Alejandro Fuentes Quezada también reconocen la belleza de esta realidad, y así lo exploraron en la exposición “Extinción continua”, que estuvo en el Instituto Cultural de México en Francia el año pasado, y de la cual se desprende ahora la muestra “Mar de Tetis”, que inauguraron el viernes 8 de julio en la galería del Pabellón 2 del Museo del Desierto.
“Presentamos una pieza muy similar en París, que estaba compuesta por seis esculturas, presentadas de manera separada. Aquí tenemos alrededor de 20 módulos que podemos instalar de diferentes maneras, se pueden embonar y generar diferentes alturas, diferentes estructuras, y allá se presentó sobre dos tarimas de madera, y originalmente es la manera en que queríamos instalarlas aquí”, comentó Avelina para VANGUARDIA.
“Ya estando aquí nos parecía un tanto aburrido replicar eso y entonces Alejandro y yo desinstalamos todo y empezamos a jugar, a experimentar, y nos parecía un poco más divertido y también le daba más movimiento a las piezas y recuerda a este tapete microbiano, que es como se forman los estromatolitos”, agregó, “recuerda también el fondo marino y tiene esta dualidad que remite a la arena del desierto y al movimiento del fondo del mar. También queríamos jugar con la etimología, que es que ‘estroma’ significa capa y ‘lito’ piedra, entonces son capas de piedra, y de esa misma manera se generaron las esculturas, por capas sucesivas de arena de sílice”.
La exposición está compuesta por una instalación que ocupa toda la sala. Al entrar a ella nos encontramos ante una suerte de telar: un gran sarape, tejido en lana sin color —obra hecha en colaboración con el maestro Rubén Tamayo y Nassa Estudio—, cuelga desde la cima de la pared derecha, y a partir de ahí se desenrolla y se posa sobre una larga tarima de manera, antes de caer al suelo del otro lado.
Sobre esta tarima, y encima del sarape, se encuentra un ensamble de piezas hechas con concha cerámica, hechas de esferas que remiten elementos naturales, a células, átomos, pero también a la arena del desierto y del fondo del mar, pero en especial a los estromatolitos, vestigios de organismos que se pueden encontrar en lugares como el valle de Cuatrociénegas y que son registro del pasado prehistórico de la región.
Esta cerámica, además, es un material que forma parte del proceso de escultura a la cera perdida, con el cual están familiarizados gracias al trabajo de su padre, el escultor Alejandro Fuentes Gil, en cuyo taller crecieron y se formaron como artistas.
Bajo estas dos vertientes, la obra habla del pasado en su concepto y presentación, pero también del material, de la nueva vida que se le puede dar a cosas consideradas para desecho.
“Definitivamente hay mucho por explorar, mucho por experimentar. Hemos notado que las posibilidades de la concha cerámica son infinitas, nos gustaría hacer piezas que puedan ser cocidas, que no se fragmenten, pero es un proceso de experimentación, porque es un material que conocemos muy bien para el proceso de la cera perdida, pero no conocemos para crear esculturas por sí mismas, entonces tenemos que hacer ajustes en sentido, está en etapa experimental, y vamos a ver hacia dónde nos lleva esa ruta”, agregó al respecto de esta arena sílica.
Además resaltó la colaboración con la artista y poeta Claudia Luna Fuentes, quien escribió un poema homónimo que habla sobre esta sensación de estar al fondo de un mar ancestral.
“Es muy evocador, porque hay como ciertas frases, muy reminiscentes de la infancia. Siento que toda persona que haya vivido en la región va a identificarse con el poema. Sobre todo cuando dice que va cruzando el desierto y el automóvil es un submarino. Y yo tengo el recuerdo de caminar en el desierto y hacerme la reflexión de que es como si estuviera caminando en el fondo del mar. Claudia evoca todas esas cuestiones de manera muy bella”, dijo.
Durante la inauguración, el curador Antonio Herrera de Hoyos, quien apoyó en la creación de la exposición, destacó la forma tan particular de trabajar de estos hermanos, quienes aún en la adultez pueden llegar a ver el arte como un juego.
“Hace cerca de 20 años fue la primera colaboración de ustedes que me tocó montar, en el Cultural Teatro García Carrillo, en un proyecto que hicimos con Etérea Ediciones. Y al verlos en el proceso de montaje recordé que he visto muchos colectivos trabajar, colectivos que desarrollan una pieza para un proyecto concreto, pero el caso de ustedes es la complicidad de hermanos, les gana, y es como cuando ves a unos niños planeando un nuevo juego que inventan, inventan sus reglas y sus formas, y van formando un universo propio en el cual se desarrollan y hacen sus piezas”, recordó.