Plectros, martinetes y fuelles, una breve historia del teclado.

El romanticismo musical y sus esquemas de libertad sonora prescindió de su uso y con él llegó el piano, ese portentoso instrumento que superó con creces las limitaciones acústicas del clavecín
Existe una luenga discusión entre puristas y liberales (el antónimo me parece adecuado para estos tiempos), concerniente a las maneras y modos de tocar los teclados (como se les llama actualmente). En alguna ocasión se acercó un joven estudiante de piano para preguntarme cuáles son las diferencias entre un teclado de órgano y uno de piano. Me descosí explicándole pormenores, características, semejanzas y diferencias entre un teclado de piano acústico y uno de órgano tubular. Me detuve al ver el estupor del chico que no me entendía. De inmediato comprendí que él me preguntaba sobre el piano electrónico (clavinova) y el órgano electrónico con caja de ritmos. Curiosamente sí hay diferencias entre estos instrumentos, no solo en el uso y manejo de sus registros sino también en la pulsación de las teclas en cuanto al peso y velocidad de respuesta. También las hay entre los tres instrumentos de teclado que conocemos como el piano, el órgano tubular y el clavecín, instrumentos tan antiguos como enigmáticos. Debido a sus características se han escrito tratados, libros de historia, manuales de uso, monografías y un sinfín de artículos especializados. De los tres instrumentos mencionados el más nuevo es el piano, pariente extraño del clavecín, instrumento éste del que no se tiene noticia cierta de su verdadero origen. En el s. XIV hay una mención difusa de su existencia, específicamente en el año distante de 1397, tan lejano como el sonido de este instrumento de sonoridades exquisitas. Luego, con el desarrollo técnico, morfológico y mecánico que sufrió durante varios siglos, el clavecín llegó a ser un instrumento imprescindible en todas las formaciones de conjuntos orquestales e instrumento de imaginación desbordada. Autores como Bach, Couperin, Rameau y Scarlatti crearon páginas de música sublime para él y sentaron las bases para el advenimiento de la posterior técnica pianística moderna. No fue sencillo, ni deseable en su momento, deshacerse de la presencia del clavecín en las orquestas del s. XVIII ni del imaginario musical que predominaba en ese entonces. Mozart y Haydn lo ocuparon en sus sinfonías tempranas. El romanticismo musical y sus esquemas de libertad sonora prescindió de su uso y con él llegó el piano, ese portentoso instrumento que superó con creces las limitaciones acústicas del clavecín. El piano ocupó sin dificultades el favor del público y llenó con su potente sonoridad los teatros que empezaban a pulular en las ciudades europeas. De improviso surgieron genios del nuevo instrumento y con ellos se reconfiguró la literatura para el teclado. Se imprimieron cantidades significativas de métodos para el dominio del nuevo instrumento. Uno de los compositores pianistas más prolíficos en este campo fue el vienés Carl Czerny, discípulo de Beethoven y maestro de otros genios del teclado como Franz Liszt, Sigismund Thalberg, Stephen Heller, entre otros. Es en este momento de la historia de los instrumentos de teclado, y gracias al piano, cuando se fortalece y desborda la imaginación del compositor aprovechando las características y propiedades maravillosas que otorgaba el piano. Liszt y Chopin abren esta galería, seguidos por Schumann, Brahms, Debussy, Ravel y Rachmaninoff, por mencionar a los más sobresalientes e imaginativos. El otro teclado, el del órgano, posee una historia que se remonta a la época de los griegos, creadores del hydraulis, el primer instrumento de teclado de la historia. Su uso fue muy generalizado y posteriormente dio paso al órgano de fuelles que se remonta al siglo XIII. Dada la longevidad de este instrumento se puede afirmar que la literatura compuesta para él es la más numerosa. Bach y Franck, siendo muy reduccionista, son los organistas y compositores más notables del órgano. Se me terminó el espacio para explicar las diferencias de pulsación entre estos tres instrumentos. Lo haré en otro Atril. Por lo pronto afirmo que la manera de tocarlos es diferente entre ellos y su literatura también.
CODA
Qué boom musical tan inesperado, pero gozoso, estamos presenciando estos últimos días en nuestra ciudad: música sinfónica, obras corales, ópera, música para órgano y clavecín, jazz de primera, cine mudo con musicalización en vivo, estreno de composiciones originales, etc. Que no cese la música.