Estoy orgullosa de ti, y de mí
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Todos necesitamos algo de que sentirnos orgullosos. De nuestra sangre, la herencia, la familia, los compatriotas, lo que sabemos, lo que podemos
Olimpiadas en tiempos de pandemia. No sé mucho de lo que ha pasado allá en Japón, pero me enteré de que México obtuvo algunas medallas de bronce. Alguien hizo una broma acerca de la “raza de bronce”, e interpreté, tal vez malamente, que criticaba el hecho de que esos atletas solo llegaron al bronce. Soy extranjera. Nací lejos. Tengo 48 años aquí (29 años más que los que viví en mi país). Mi verdad es que se me olvida que no soy de aquí. El mexicano en general (según mis observaciones) tiene una polaridad orgullo-autodesprestigio. Ahora que lo pienso, es muy probable que me llama la atención justo porque es parte de mí también. Proyección se llama.
Una medalla de bronce en unas olimpiadas durante pandemia no es nada despreciable. No lo sería en tiempos “normales”. Todos necesitamos algo de que sentirnos orgullosos. De nuestra sangre, la herencia, la familia, los compatriotas, lo que sabemos, lo que podemos. Tal vez nuestra autoexigencia es tan elevada que no logramos llegar a la vara que hemos marcado ni para nosotros mismos, ni para los “nuestros”. Creo que eso nos deja sin poder admirar sinceramente los logros de otros, ni los propios. Nada es suficiente.
Mi hija está en la lista corta para la selección nacional de tochito. Ya ha sido parte de selecciones nacionales en el pasado y se ha desempeñado con gran esfuerzo, éxito y orgullo. No siempre gana. Pero su habilidad es admirable. Yo la admiro. Y he notado que entre más logro admirar a otros, más puedo reconocer lo que me enorgullece de mí.