Saltillo ‘abraza’ a Pedro Torres
La Presea Manuel Acuña se entregó en la Ciudad de México al hombre que nació en un cuarto de revelado y cambió, para siempre, la historia del entretenimiento en México con su talento único
Hay tardes en que una ciudad se mira a sí misma y se reconoce en la obra de uno de sus hijos. Ayer fue una de esas tardes. En el Hotel Intercontinental en la Ciudad de México, bajo una luz que parecía salida de una vieja cámara Kodak, el alcalde de Saltillo, Javier Díaz González entregó la Presea Manuel Acuña 2025 a Pedro Torres Castilla, productor, director y forjador de imágenes que, como él mismo dijo, “lleva a Saltillo tatuado en el alma desde que abrió los ojos al mundo”.
El reconocimiento no cayó en el vacío. Acompañaron el momento grandes figuras con las que el productor hizo gran mancuerna como el cantante Emmanuel y la actriz Lucía Méndez, quien fuera su esposa y padre de su hijo Pedro Antonio. Estuvo además presente Karla Wheelock, la montañista que tocó las Siete Cumbres y ayer también tocó el corazón del homenajeado con sus presencia. Todos ellos dieron testimonio de un creador que transformó la industria audiovisual con la mezcla exacta de audacia, método y poesía.
La familia y la ciudad de Saltillo se hicieron presente a través de Armando Castilla, director del Periódico Vanguardia y el círculo más cercano a Torres, entre ellos la más aplaudida de la tarde, doña Tey Castilla, la madre del homenajeado, sus hermanos Gabriela, Rebeca, Raquel, David y Daniel, su sobrinos Rodrigo Marroquín, Jaime, Juan Carlos, Marioly y Mariana Torres, además de sus primeros amores La Beba Rodríguez y Miranda Quijano.
También asistieron el ejecutivo de Televisa Pepe Bastón y el productor José Alberto “El Güero” Castro, testigos directos de la huella que Torres ha dejado en la industria.
Durante la ceremonia donde se ofreció un video que reunió décadas de brillante trayectoria, cuando llegó el turno de escuchar a Pedro, el silencio se hizo profundo. Habló no como productor, ni como personaje público, sino como el niño que un día vio por primera vez un entrañable atardecer sobre Saltillo: “Ahí vi mi primer cielo, y ese cielo me acompaña siempre.”
A través de la Inteligencia Artificial, Pedro Torres habló desde un sitio más profundo que la memoria: habló desde la entraña, desde el corazón.
Dijo que recibir este reconocimiento era “una completa locura”, un milagro que lo sorprendía con el corazón en la mano y la voz temblorosa. Recordó que nació —o quiso creer siempre que nació— en el cuarto de revelado de la Kodak familiar, allá en la calle de Allende, donde el olor a químicos era una especie de cuna improvisada. “Yo, Perico, el hombre detrás de la cámara, nací ahí”, insistió, en un guiño amoroso a Doña Tey, su madre, presente en cada una de sus palabras y quien siempre contradice esta versión de forma pícara.
Se rió de sí mismo, se conmovió, y levantó el nombre de Manuel Acuña como si fuera una lámpara: “Que este reconocimiento lleve su nombre —dijo—, el del poeta marcado por la fuerza del amor, le da un significado especial. Me conmueve y me compromete”.
Con sus palabras, Pedro abrazó a sus colegas, a sus equipo de trabajo y a todas las estrellas que hizo brillar a través de su lente: “Y cómo diría Acuña, en medio de mis amores, la cámara como un Dios. La gratitud por mis padres, por mi familia, por mi tierra, siempre ha sido mi ancla, pero el cariño por el oficio me regaló otra familia, una tribu generosa que tuve el privilegio de escoger y además de dirigir”.
Su trayectoria fue el hilo conductor de una noche donde su genio y disciplina fueron ovacionados de pie: “Desde que la cámara y yo cruzamos nuestros pasos, nunca nos soltamos la mano. Al contrario, se convirtió en una extensión mía, un brazo extra con el que no he hecho otra cosa que abrazar. A través de la lente me hice presente en la vida de millones de personas que han recibido consuelo, diversión y acompañamiento a través del arte”
Pero el momento más íntimo y conmovedor se dio cuando en su discurso se mencionó a quienes integran su vida fuera de cámaras:
sus tres esposas —presentes en armonía, celebrando una historia compleja, luminosa y profundamente humana—, su madre, sus hermanos, sus hijos y sus nietos, quienes miraban a Pedro no como al icono televisivo, sino como al hombre que une familias, recuerdos y caminos.
EL ALCALDE: ‘PEDRO ENCARNA EL ADN SALTILLENSE’
En su intervención, el alcalde Javier Díaz subrayó que Pedro Torres es uno de los mejores ejemplos del sello que distingue a los saltillenses: la disciplina, la visión, la terquedad luminosa de quienes trabajan hasta abrirse paso.
“Si algo nos define en Saltillo es que no importa dónde estemos, nunca dejamos de llevar a nuestra ciudad en el corazón. Y Pedro es quizá uno de los mejores ejemplos que tenemos de eso”, dijo.
Durante la ceremonia, un video recorrió la trayectoria del homenajeado: los récords de audiencia de Big Brother, la potencia narrativa de Mujeres Asesinas, los videoclips que dieron vuelta al mundo con Juan Gabriel, Luis Miguel, Alejandro Fernández, Emmanuel y Julio Iglesias. Las campañas publicitarias que mostraron al México profundo desde la emoción, no desde el estereotipo.
Torres, que se formó en la Universidad Anáhuac, en la London Film School y en los Laboratoires Éclair de París, cargó siempre la cámara como un brazo extra. “Desde que la cámara y yo cruzamos nuestros pasos, nunca nos soltamos la mano”, recordó en su discurso. Y el público lo supo cierto: lo que él filmó, lo que él encuadró, no pertenece solo a la televisión o a la música; pertenece a la memoria afectiva de este país.
Pedro hizo lo que pocos hacen ante un auditorio lleno, nombró a sus amores sin pudor: Carolina, Lucía, Aléxica y la que hoy sostiene su mano Saddy Delgado. Recordó a sus padres, a sus hermanas y hermanos, a los amigos con las que compartió la vida y a sus tres poemas tatuados en la piel, sus hijos: Apolonia, Pedro y Emilia.
Y luego añadió otro verso: el de sus nietos, Octavio, Victoria e Isabela, “esos pequeños seres que corren alrededor mío y pronuncian la palabra más tierna que las he escuchado: abuelo”.
La directora del Instituto Municipal de Cultura, Leticia Rodarte Rangel, afirmó que la Presea Manuel Acuña busca reconocer a quienes transforman a través del arte. “La obra de Pedro Torres honra a Saltillo. Su mirada ha trascendido fronteras y ha enriquecido la cultura de esta ciudad”, expresó.
Cerrando su discurso, Pedro volvió a ese lugar donde comenzó todo: “Pensar que todo inició por nacer en el cuarto de revelado... El amor ha mantenido viva la obra de Acuña y también el amor hoy me tiene aquí”.
Apenas terminó el aplauso final, Pedro se puso de pie y su voz se quebró cuando habló de Saltillo, de su infancia, de lo que significa recibir un reconocimiento que lleva el nombre de Manuel Acuña: “Es la ciudad donde abrí los ojos al mundo... Ahí vi mi primer cielo, y ese cielo me acompaña siempre.”
Después de la ceremonia, la celebración continuó a unos pasos de ahí, en la “azotea” de su casa en Polanco, donde Pedro recibió a todos: familia, amigos, colegas y paisanos. Se sirvió jabalí, dulces típicos de Coahuila y se brindó por la vida, por la creación y por las vueltas del destino que a veces logran reunir a todas las historias importantes en una sola noche.
Y así, entre brillos de la ciudad nocturna y abrazos que olían a hogar, quedó sellada una noche que no solo reconoció a un creador, sino al hombre cuya obra —y cuya vida— llevan impreso el cielo del desierto coahuilense.
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Desde la Ciudad de México, Saltillo lo escuchó. Y Saltillo, esa noche, también le devolvió todo el amor que ha cosechado a su paso. Pedro lo anunció sin cortapisas y con la mano en el corazón: “Voy a extrañar a Saltillo, pero ya andaré sus calles nuevamente en compañía de un Saltillense, ese sí, reconocido como uno de sus hijos ilustres: Manuel Acuña”.
Y entonces, como quien baja el telón con suavidad, soltó la frase que quedará en la memoria de todos los estuvieron ahí: “Pues bien, yo necesito decirles que los adoro, decirles que los quiero, con todo el corazón”.