Último legado de David Bowie, ”Blackstar”

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/ 11 enero 2016

Bowie llevaba desde 2003, cuando sufrió un infarto durante una actuación en Alemania, siendo una especie de fantasma.

La unanimidad en la crítica es clara: el nuevo disco de David Bowie podía llevar al artista a una nueva órbita de su impresionante carrera, una obra de senectud en la que alcanzó nuevas cimas creativas.

"Blackstar" (Sony) se encuentra disponible en tiendas de todo el mundo desde el pasado viernes (cumpleaños del artista). Lo que poca gente sabía, es que se trataba del legado del cantante y compositor, que falleció el domingo tras luchar durante mucho tiempo contra un cáncer llevado de una forma extremadamente discreta.

El título del álbum, por lo tanto, adquiere también un nuevo y sombrío significado, ya que algunas de las siete canciones que mezclan el rock con el jazz moderno se encuentran entre las composiciones más oscuras y melancólicas de la carrera de Bowie.

Una vez más, el artista se reinventó buscando como siempre sonidos diferentes y el disco incluye salvajes pasajes de saxofón entre los que intercala ritmos diversos. Para la publicación, y también clasificación de textos y sonidos, el maestro mantuvo su habitual silencio, pero nunca se estableció un conexión con una grave enfermedad.

Bowie llevaba desde 2003, cuando sufrió un infarto durante una actuación en Alemania, siendo una especie de fantasma. Por ello, el cantante hizo que fueran sus compañeros de trabajo de grabación los que hablaran sobre cómo se había grabado el álbum y qué se podía esperar de él.

Para su nuevo trabajo, titulado "Blackstar", cuya portada preside una gran estrella negra, el artista británico volvió a estar acompañado de su productor de años, Tony Visconti, y cuentó por primera vez con Donny McCaslin como director musical. Ambos hablan maravillas sobre el nuevo trabajo del genio del pop, que presentó su álbum número 25 desde 1967. En ningún momento mencionaron el cáncer que afectaba al cantante, ese fue uno de los muchos secretos que Bowie guardó para él.

¿Deberían los oyentes adquirir "Blackstar" por su calidad o simplemente por el recuerdo de un icono del pop?. La crítica es unánime: Se trata de un gran trabajo, pero no es música para todo aquel que únicamente disfrute con los hits como "Heroes" o "Space Oddity".

Visconti dio a "Rolling Stone" la clave: "El objetivo fue eludir de todas las maneras al rock and roll". Por su parte, McCaslin contó a la revista "Uncut" que no necesitaron más de tres tomas para grabar cada canción y que Bowie fue "muy amable y generoso".

No hay que contar con información de "insider" para darse cuenta de que uno de los artistas más destacados del siglo XX alcanzó una nueva cima creativa con este trabajo. La música habla por sí sola.

Aquellos que temían que Bowie hubiera entrado ya en su retiro tras el lanzamiento de su disco de regreso "The Next Day" en 2013, un sólido trabajo de 14 canciones, con menos prentensiones y cierta mirada hacia el pasado, se sorprenderá gratamente con los exaltados solos de saxofón de McCaslin, las improvisaciones de la banda, la notoria ausencia de guitarras en beneficio de la percusión, los experimentos electrónicos, y el sorprendente alejamiento de Bowie del clásico formato de canción basado en el verso-estribillo. La misión de evitar el rock se cumplió con creces.

Definitivamente Bowie, el gran transgresor que cumplió el día del lanzamiento de "Blackstar" 69 años, descubrió a su edad avanzada el jazz moderno. Y es probable que también descubriera una vanguardia sonora desconocida para él: su radical cambio en el sonido bebe desde Radiohead a Massive Attack, del dub y el hiphop, así como de los veteranos King Crimson y hasta de Scott Walker, compañero de generación de Bowie.

"Blackstar" se conforma de únicamente siete canciones de larga duración que suman en total unos 40 minutos de música, muy lejos ya de hits como "Space Oddity", "Life on Mars", "Heroes" o "Let's Dance".

En su lugar, Bowie da rienda suelta a su tropel de excepcionales músicos de jazz reclutados en el club neoyorquino "55 Bar" y obliga a su voz perceptiblemente envejecida a brindar nuevamente una gran presentación.

El primer tema del disco es el que da nombre al álbum y establece de entrada el tono: durante la canción, de diez minutos, se escucha a Bowie cantando en un falsete artificioso, un ritmo intrincado (el batería Mark Guiliana en plena forma), salvajes frases de saxofón y líneas de texto sombrías.

Para cuando el oyente se acostumbró, la mitad del tema ya ha pasado y se adentra, tras un breve interludio, en un nuevo "groove" más tranquilo, pero igual de emocionante.

En piezas como "Tis A Pity Seh Was A Whore" o "Sue", se observa lo mucho que se inspiró David Bowie en figuras del rock más jóvenes que él, no afectadas por los dogmas del rock.

Uno de los puntos altos del disco es "Lazarus", canción que el británico escribió para su musical, llamado igual y protagonizado por Michael C. Hall, el actor protagonista de la serie "Dexter", y que fue estrenado en Nueva York en diciembre de 2015.

Para aquella ocasión, el cantante, que hace 12 años sufrió un ataque al corazón que lo alejó de los escenarios y de la vida pública, volvió a aparecer de forma elegante y extravagante.

Con "Dollar Days", una balada conciliadora, y "I Can't Give Everything Away", un tema de gran complejidad, finaliza un disco ya calificado por los críticos como una de las obras más destacadas de este año, y ahora también el último acorde del fantástico trabajo de toda una vida. A pocos músicos de rock se les concede semejante reconocimiento.

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