Frente al dominio de la Inteligencia Artificial, ¿la ficción nos ha alcanzado?

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/ 28 septiembre 2019

Las distopías tecnológicas presentan escenarios caóticos entre los humanos y robots

Por: Stephanía Oliver

CDMX.- En pleno siglo 21 el término “distopía tecnológica” se está volviendo cada vez más común. Este se refiere a situaciones en las que, por ejemplo, las máquinas sustituyen a las personas en perjuicio de los humanos. Los ejemplos más conocidos surgen de la literatura y el cine, pero ¿se están volviendo una realidad?

“Las distopías más conocidas, como las de Aldous Huxley o Philip K. Dick, son caóticas”, opinó el doctor Juan Carlos García Cruz, experto en temas de innovación, comunicación y epistemología del Sistema Nacional de Investigadores. Además agregó que, por el momento, estas situaciones son, en su mayoría, un ejercicio literario o un tema recurrente en la cinematografía por lo que recomienda cautela al abordarlo, pues no necesariamente es siempre negativo.

Y es que las distopías (y las utopías, también) históricamente le han servido a los seres humanos como un recurso crítico de la sociedad. Es decir, permiten cuestionarnos hacia dónde se dirige el mundo y cómo la humanidad está evolucionando... Es por ello que no es raro mencionar que determinada película o autor se adelantó a su época previendo desarrollos tecnológicos.

Han sido muchas las películas que plantean posibles situaciones y hasta tensiones entre humanos y máquinas, lo que hoy en día está sucediendo en la realidad. A continuación presentamos tres ejemplos de distopías tecnológicas que se plantearon en películas y hoy son reales.

DATO NUESTRO QUE ESTÁS EN EL ALGORITMO...

“Tu vida sólo es la suma del resto de una ecuación no balanceada connatural a la programación de Matrix”, le dijo el Arquitecto a Neo en la película Matrix Reloaded (2003) para hacerle saber que el código era una especie de dios que estaba por encima de todo.

En la actualidad, con el sinfín de datos que introducimos todos los días a la Red de redes, es posible que internet nos conozca mejor que nosotros mismos. Toda la información generada por nuestra interacción con dispositivos conectados a “San Wi-Fi” se resuelve en dos palabras: Big data. Este término, según Oracle, “está formado por conjuntos de datos de mayor tamaño y más complejos, especialmente procedentes de nuevas fuentes de datos. Estos conjuntos de datos son tan voluminosos que el software de procesamiento de datos convencional sencillamente no puede gestionarlos”.

Por lo anterior no es sorpresa que, siendo las herramientas tan poderosas que son, los datos se hayan comenzado a comercializar y atraigan adeptos que los veneran como si fueran la única salvación de la humanidad.

Mientras en la antigüedad los dogmas religiosos y mitológicos legitimaron la autoridad divina. Actualmente las grandes compañías de tecnología, están propiciando la creación de una nueva ideología o filosofía que legitima la autoridad de los algoritmos.

Así, el culto a los datos postula, entre otras creencias, que los organismos, incluyendo a los humanos, somos “algoritmos”. En palabras de Yuval Noah Harari, autor del libro “Homo Deus” (donde se explica el dataísmo) “el 99 por ciento de nuestras decisiones (entre ellas, las elecciones más importantes de la vida, relacionadas con cónyuges, carreras y hábitats) las toman los algoritmos”.

En un artículo para el Financial Times, Harari dijo que el dataísmo presenta un desafío existencial a la idea de que los humanos son la libre y la última autoridad del mundo. “La idea del libre albedrío está siendo amenazada... Una vez que los sistemas Big Data me conozcan mejor de lo que yo me conozco a mí mismo, la autoridad se desplazará de los humanos a los algoritmos”.

En contraste, el doctor García Cruz opinó que todavía es muy pronto para “decir que el culto a los datos va a modificar el comportamiento humano o de la sociedad”. Por lo pronto, los datos son una guía al tomar decisiones.

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¿LOS HUMANOS DEL FUTURO?

En la ciencia ficción abundan los personajes que tienen apariencia humana, pero habilidades que los colocan en una categoría distinta. Los androides 16, 17 y 18 de Dragon Ball Z, Genos de One Punch Man o Cyborg de los óvenes Titanes son claros ejemplos de estos seres. Y, aunque en ellos es notoria su “parte máquina”, no quiere decir que no haya cyborgs caminando entre nosotros actualmente.

En sentido estricto, un cyborg está conformado por materia orgánica y dispositivos tecnológicos (para mejorar las capacidades de la parte orgánica).

En 1983, la investigadora Donna Haraway publicó un ensayo llamado “Manifiesto Cyborg” que, entre diversos postulados ideológicos, define a los cyborgs como un rechazo a los límites rígidos entre lo “humano” y la “máquina” y lo “humano” con lo “animal”.

Para el doctor Juan Carlos García, el que existan humanos que han aprovechado los recursos tecnológicos para mejorar sus sentidos, es fascinante. “Si abona para mejorar un grupo o sector social, y si no genera complicaciones, pues es maravilloso. Es beneficioso y suena increíble”, advirtió.

Y es que ya existen personas que se han implantado sensores y otros electrónicos para, por ejemplo, percibir nuevas tonalidades de colores, tener “el sentido del norte”, sentir los sismos y movimientos de la Luna y, hasta tomar fotografías al apuntar con su dedo.

Aunque aún queda mucho por desarrollar, investigar y crear, las actuales innovaciones en tecnologías (inteligentes o no) le han facilitado la vida a los humanos de maneras que nunca pensamos que se volverían realidad. Cada día convivimos con dispositivos que nos hacen creer que vivimos en una novela o película de ciencia ficción.

Si a lo anterior agregamos los conflictos ambientales, políticos y sociales a los que nos enfrentamos globalmente, la conclusión de que viviremos en una distopía no resulta del todo lejana.

La tecnología ha evolucionado a un ritmo frenético y cada vez la aplicamos más en la vida cotidiana. Por ello, hay muchas perspectivas para admirarla (o juzgarla). Pero, como señaló Baltazar Rodríguez, arquitecto senior de IBM México: “la inteligencia artificial es como un martillo: se puede clavar un clavo con él, pero también sirve para darle a alguien un golpe en la cabeza. El error no está en el martillo; el error está en la persona que lo está utilizando”, advirtió el especialista.

SOFTWARE QUE TOMA CONCIENCIA Y CONTROL

En 1968, la película “2001: Odisea en el Espacio” exponía el tema de las superinteligencias cuando una máquina, llamada Hal 9000, expresaba a la tripulación humana en un viaje espacial: “Esta misión también es importante para mí como para permitir que la pongas en peligro”.

Y ¿qué pasa si los robots comienzan a desarrollar pensamiento autónomo? En la cinta “Yo, Robot”, (2004) ambientada en el año 2035, los robots forman parte de la vida cotidiana; realizan labores domésticas, cuidan de los humanos. La convivencia es pacífica… hasta que se rebelan para “proteger a la humanidad de sí misma y de su instinto de autodestrucción”.

En la vida real, desde mediados del siglo pasado, a través de personajes tan notables como Alan Turing, ha existido una pregunta recurrente: “¿pueden las máquinas pensar?” Desde entonces, científicos y tecnólogos se han esforzado por crear, programar y perfeccionar sistemas de inteligencia artificial (IA) para diferentes fines. Sin embargo, describir la inteligencia artificial no es tarea sencilla pues no hay una definición unificada, aunque, en términos generales, la IA hace referencia a la capacidad de una máquina para imitar funciones propias de la mente humana, por ejemplo, aprender, percibir el ambiente y utilizar el lenguaje.

En su libro “The Age of Intelligent Machines” (1990), el ingeniero y célebre autor Raymond Kurzweil predijo que, en el año 2000, una máquina podría vencer a los mejores jugadores humanos de ajedrez. En 1997, esta predicción se cumplió cuando Deep Blue (supercomputadora desarrollada por IBM) venció a Gary Kaspárov, entonces campeón mundial de ajedrez.

El desarrollo continuó y las máquinas se superaron a sí mismas. Es así que AlphaZero, desarrollada por la empresa de Google dedicada a la inteligencia artificial DeepMind, venció a humanos y a otros motores creados para jugar ajedrez. ¿La particularidad? A AlphaZero se le indicaron las reglas del juego; a partir de ahí, ella se entrenó sola jugando contra sí misma.

Desde su concepción y hasta hoy, el uso y aplicaciones de las tecnologías inteligentes se han vuelto común. Para Baltazar Rodríguez, arquitecto senior de IBM México, “la utilidad de la inteligencia artificial va a tocar casi todas las áreas de conocimiento, como la medicina o las leyes. Y habrá una gran cantidad de desarrollo en la próxima década”, afirmó.

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