Así era don Erasmo
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Erudito, erótico, enorme y evolucionista. Pero también poeta, naturalista, tartamudo e inmensamente atractivo para las mujeres. Nos referimos a Erasmus Darwin, el abuelo de Charles Darwin
Don Erasmo Darwin se convirtió en un médico tan célebre, que llegaron a ofrecerle el cargo de ‘doctor personal’ del rey Jorge III de Inglaterra, pero él rechazó el ofrecimiento. Tal vez porque necesitaba tiempo para sus invenciones, para el estudio de las plantas, para su afición a escribir poemas y para defender sus puntos de vista como filósofo, abolicionista y defensor tenaz de los derechos de la mujer.
Era un Darwin. Pero no era Charles. Era Erasmo, su abuelo, un personaje notable que le abriría el camino a su famoso nieto, al escribir sobre los orígenes y el desarrollo evolutivo de la vida. Lo cual fue suficiente para condenarlo al olvido.
Y sin embargo, cuando su nieto habló de lo mismo, se ganó el reconocimiento de los intelectuales de su época. Un reconocimiento que ha persistido hasta el día de hoy.
Un grupo selecto
Escocia e Inglaterra incluyen territorios que, tradicionalmente se han dvidido en tres regiones naturales: las Tierras Altas o Highlands, las Tierras Bajas o Lowlands y las Tierras Medias o Midlands.
Hecha esta aclaración, a finales del siglo XVII, las Tierras Medias (Midlands) de Inglaterra albergaban vigorosas comunidades de inconformistas que, aunque eran una minoría, eran muy visibles y valorados por la sociedad. Allí la cultura predominante era la libertad de pensamiento y una disposición inusual a debatir las ideas.
Y no había un foro más importante para ese tipo de intercambio intelectual que la llamada ‘Sociedad Lunar de Birmingham’, cuyos miembros incluían hombres de negocios y científicos prominentes (como James Watt), que se reunían a discutir sobre nuevos proyectos, ideas e inventos.
Fundada en 1765, esa agrupación, nunca compuesta por más de 14 personas, tomó su nombre de la costumbre de sus miembros de efectuar sus reuniones mensuales los lunes más cercanos a la Luna Llena.
Se reunían a tratar temas como el magnetismo, la balística, las máquinas de vapor, la astronomía, la botánica y la educación. Y no extraña que en el corazón mismo de esa Sociedad estuviera Erasmo Darwin . De hecho, fue uno de sus fundadores.
La llegada
A los 25 años de edad, el joven médico Erasmo Darwin decidió instalarse en la próspera ciudad inglesa de Lichfield, para lo cual arrendó una hermosa casa georgiana cerca de la impresionante ‘catedral de las tres torres’.
Tras salvarle la vida a su primer paciente, rápidamente encontró el éxito profesional.
Y aunque su reputación pronto se extendió más allá de la Medicina, para la gente de Lichfield —una comunidad situada a 26 km de Birmingham— don Erasmo era, antes que nada, un médico, por cierto aficionado a las invenciones y los experimentos.
No extraña entonces que promoviera entre sus pacientes tratamientos que en ese tiempo eran considerados inusuales, como los regímenes de ejercicios, los beneficios de una buena ventilación... y las bondades del sexo.
A Darwin le fascinaba el estudio del sexo, sobre todo en los humanos y en la vida vegetal, de hecho, lo prescribía como una cura para la hipocondría.
Y no tenía ninguno de los prejuicios que plagaban la Inglaterra victoriana. Por eso para él, tanto la masturbación como el homosexualismo de algunos de sus amigos, era algo que estaba bien.
“La atracción sexual”, escribió, “es la fuente más pura de felicidad humana, y una gota cordial en la insulsa copa de la vida”.
El amante
En 1857 Erasmo se casó con Mary, quien murió joven dejándole tres hijos.
Durante la década siguiente tuvo dos hijas ilegítimas con la institutriz de la familia (Darwin no ocultaba sus relaciones sexuales, así que de inmediato reconoció legal y abiertamente a esas dos hijas).
A los 49 años, se enamoró perdidamente de una de sus pacientes, Elizabeth Pole, quien estaba casada.
Darwin persistió cortejándola con su poesía erótica. Su técnica funcionó y cuando Pole quedó viuda, se casaron.
Toda la familia (legítima e ilegítima) se mudó a la mansión de la nueva señora Darwin, quien tenía tres hijos. Pronto tuvieron siete más… Que suman quince.
El polifacético
Todo esto hubiera colmado y calmado la vida de muchos varones, pero Erasmo nunca se contentó con limitarse a una sola disciplina.
Mientras proseguía con su carrera médica incursionó en la química. Luego se sumergió en el estudio de la botánica, cultivando un jardín ornamental cerca de su casa, que le sirvió como banco de pruebas para sus teorías sobre el sexo de los vegetales.
La gran variedad de conocimientos de Darwin dio lugar a una asombrosa diversidad de proyectos.
Por ejemplo, desde que tuvo sus primeras hijas empezó a pensar en la educación de las mujeres, un tema que en ese entonces no le interesaba a la sociedad.
Convencido de que las hijas de la alta burguesía debían ser educadas en las escuelas, en lugar de en sus hogares, como era la norma en aquel entonces, abogó porque estudiaran idiomas, adquirieran conocimientos financieros y tuvieran una idea clara de la importancia de los negocios.
También se deleitó con preocupaciones más monótonas, como el control de plagas y el uso correcto del estiércol como fertilizante. Y aparte de todo eso podía hablar con propiedad sobre perforación petrolera, submarinos y telescopios.
El creador
Para todos los problemas, don Erasmo tenía una solución práctica. Por ejemplo, en cierto momento consideró necesario abrir un hueco en su mesa de comedor para darle espacio a su enorme barriga, una las facetas que lo caracterizaba. Es un detalle gracioso, pero también una señal de su pragmatismo, que contribuyó a la creación de varios dispositivos de utilidad doméstica.
De hecho, algunos de sus inventos fueron luego recreados para exponerlos en el museo que antes fue su hogar.
Entre esos inventos se encuentra una máquina para duplicar documentos, un pájaro mecánico, una araña de metal que se podía mover con un imán oculto, varios dispositivos para monitorear el clima, una versión temprana del motor de combustión interna y un motor de cohete...
Pero muchas de sus ideas más intrigantes quedaron registradas en su cuaderno de notas.
El jardín erótico
Don Erasmo incluso encontró tiempo para escribir nada menos que poesía erótica asociada al sexo vegetal. ‘Los amores de las plantas’, fue el título que le dio a un largo poema sobre el tema, lleno de connotaciones científicas.
Había dividido las plantas en clases, según el número de ‘genitales masculinos’—los estambres–, y luego, las dividió en órdenes según sus pistilos o ‘genitales femeninos’; mientras que la estructura de soporte de la flor, el cáliz, fue convertida en la ‘cama nupcial’.
Pero la asociación de las flores con el sexo iba más allá. Por ejemplo, comparó algunas estructuras sexuales con los labios menores y mayores que bordean la vulva, e incluso estudió a un grupo de flores a las que llamó Clitoria, por tener un órgano parecido al clítoris.
Erasmo demostró que no había escapatoria al vínculo entre la botánica de Linneo (el famoso naturalista sueco) y el sexo de las plantas.
Para Darwin, el enfoque de Linneo era “terreno poético inexplorado”, rico en posibilidades metamórficas.
No obstante, sus escritos sobre el sexo en el mundo silvestre, lo llevaron a caer en un pecado imperdonable.
El pecado
Su obra científica más importante ‘Zoonomia’ fue considerada tan subversiva que fue incluida en la lista de libros prohibidos por el Vaticano.
La primera edición del libro y sobre todo uno de sus párrafos, enfurecieron a los estudiosos de la Biblia.
Hacia el final de ese libro, Darwin se atrevió por primera vez a sugerir en forma impresa que la Biblia no era literalmente cierta, y que el Universo tenía más de 6 mil años de antiguedad. Peor aún, propuso que los seres humanos habían evolucionado gradualmente a lo largo de milenios a partir de organismos primitivos.
Cuando sus contemporáneos leyeron esto quedaron totalmente consternados.
Darwin no sólo había desafiado lo sagrado sino a toda la ortodoxia: la evolución implicaba que las clases trabajadoras podían mejorar, al igual que las clases burguesas, e incluso ganar posiciones de poder. “Toda la naturaleza existe en un estado de mejora perpetua”, escribió Erasmo, quien además siempre se había opuesto a la esclavitud.
Sus críticos lo retrataron como un chiflado y decidieron destruir su reputación. Por eso, para cuando murió en 1802, sus logros habían sido oscurecidos.
Finalmente Darwin se retiró de la vida pública para terminar su obra más polémica, ‘El Templo de la Naturaleza’, que fue publicado un año después de su muerte. En ella se atrevió a decir que Dios no había desempeñado ningún papel en la Creación del Universo, y que la vida provenía de la materia y no de una chispa divina.
Cuando Charles Darwin, su nieto, escribió una biografía de su abuelo en la década de 1870, omitió la visión más provocativa de don Erasmo: que todos los seres vivos descienden de un único antepasado y han evolucionado con el tiempo.
De su abuelo, el nieto aprendió que para cambiar la visión del lugar del hombre en el Universo, uno debía evitar los debates relacionados con la política y la religión.
Pero Erasmo Darwin, a menudo hizo todo lo contrario. (Redacción/BBC Mundo)