Ballet folklórico Quahuitl, un puente hacia la cultura

Vida
/ 20 septiembre 2017

La danza no solo es un medio para conservar la tradición de un pueblo, es también una actividad que transforma a los jóvenes dándoles identidad, compromiso y valores.

Brazos que se alargaban, piernas que apuntaban al techo del salón y que  formaban un bosque de cuerpos que giraban a un lado y otro, que se extendían y reflejaban en los espejos.

No había música, el monótono tambor los guiaba, junto con la voz del profesor Fortunato. Me había desencantando un poco no escuchar sones, polkas, redovas, jarabes, hasta que llegó el profesor Raúl Saldaña Méndez a quien entrevisté.

El Ballet Folklórico Quahuitl fue fundado en 1983 en Saltillo, por los maestros Raúl Saldaña Meléndez y Pedro Fortunato Rodríguez, quienes adquirieron en su juventud firmes conocimientos relacionados con la danza.

Cuando el profesor Raúl llegó a Saltillo, allá por los 70,  se incorporó al grupo de danza que era dirigido por el profesor José Juan Martínez Alarcón, y pertenecía a la Secretaría de Educación; en ese entonces sus aspiraciones iban más allá que seguir bailando como un pasatiempo, lo que quería era ser un bailarín profesional.

Sintiéndose capacitado para solventar los obstáculos y con 18 años, empezó el profesor a Raúl a buscar la idea de concretarlo. Al principio las inquietudes juveniles de los propios maestros, los alentaron a dar clases de baile folklórico, sin embargo tuvieron que enfrentar varios obstáculos, por ejemplo, tenía que trabajar y hacía falta un lugar para empezar un grupo de danza.

"Así surge Quahuitl, es una inquietud personal y de esos jóvenes de ese momento; digo ‘¿Quiénes pueden hacerme segunda para realizar este proyecto?’ y la persona más indicada, hasta la fecha no me he equivocado, fue le profesor Pedro Fortunato. 

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"Es una persona muy paciente, muy centrado. Yo soy muy impulsivo. Esos arrebatos que he tenido de toda la vida, creo que se han estabilizado a lo largo de 34 años del ballet con la tranquilidad de Pedro", dice el profesor Raúl sobre la forma en la que han trabajado juntos en el surgimiento de Quahuitl.

Danza y acción social
Menciona que la danza folklórica es una medio por el que se puede hacer una acción social. La juventud puede aprovechar el tiempo aprendiendo a bailar, pero también aprendiendo cultura, porque a través del grupo de danza también se adquieren conocimientos artísticos de otros estados; sin contar los viajes que los acercan a costumbres y gente de otros países. 

Al respecto, el profesor Raúl asegura que gracias a la danza, es una persona de bien. Y con base en esa experiencia comenzó a acercar la danza a los jóvenes de colonias con índices de pandillismo, y fue en ese ambiente donde Quahuitl empezó a sembrar la semilla.

Fue la colonia Guayulera el lugar de inicio: un cartel pegado en un salón, jóvenes de los 15 años de la sobrina del profesor Pedro y todas las ganas de fundar un grupo de danza, pero ellos no querían replicar lo aprendido, sino que querían innovar.

Al grupo de damas y chambelanes se empezaron a integrar jóvenes que tenían el gusto por la danza, y con el paso del tiempo y los ensayos, fueron invitados a un concurso estatal donde resultaron ganadores. 

Llevaron como presentación principal “Coahuila”, un cuadro que ningún grupo había hecho y mucho menos definido. Fue este grupo el que por primera vez lo introdujo en las presentaciones y concursos de danza.

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El arte sensibliliza
En cuanto a la razón por la que el Ballet Quahutli le apuesta a la difusión del arte, el mismo profesor Raúl nos dice que “la persona que hace cualquier actividad del arte, cualquiera de las disciplinas, creo que las personas que estamos involucrados en esto, somos personas más sensibles, más humanas.

“Gente con otra visión de la vida, de apasionarte, de ayudar, de tener más valores, cualquiera que hace música, que hace danza, que hace teatro. Nosotros le apostamos a eso, no porque sea negocio, sino como una forma de ser puente para que esos jóvenes que no tenían la oportunidad de conocer otra ciudad, conocer un teatro, otra gente, viajar lo hiciera de esta manera".

Los jóvenes son serios en su desempeño, se centran en su calentamiento y en las instrucciones, ya no es el bosque de manos y piernas que al compás de un tambor proyectaban su figura en el espejo.

A la orden de “que se pongan las faldas”, los cuerpos erguidos, las miradas, los pies y las manos toman un aire de profesionalidad, como si fueran los discípulos de Amalia Hernández en Bellas Artes. Mis pies empiezan a moverse y el profesor Pedro, me dice a manera de despedida “Quiérase un poquito y venga a ensayar con nosotros”.

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