Índice de masa corporal, además de ser una medida errónea del peso también discrimina
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Las personas en busca de tratamiento médico debido a sus problemas de sobrepeso confían en que sus seguros lo paguen. Que se cubra o no depende de una medida inventada hace cerca de 200 años por un matemático belga.
Durante las décadas de 1970 y 1980, esta medida, que fue creada en 1830 por Lambert Adolphe Jacques Quetelet y ahora se le denominada índice de masa corporal (IMC), fue usada para detectar y monitorear la obesidad.
Actualmente es común utilizar esa ecuación matemática, que en esencia es una relación entre peso y altura, para poder encuadrar a los pacientes con sobrepeso, bajo peso, o un “peso saludable”.
Sin embargo, los críticos indican que nunca este método para poder decir quién tiene un peso saludable y quién es está con sobrepeso fue concebido como una herramienta de diagnóstico de salud. “El IMC no procede de la ciencia ni de la medicina”, dice la doctora Fátima Stanford, especialista en medicina de la obesidad y directora de equidad en la división de endocrinología del Hospital General de Massachusetts.
Tanto Stanford como otros expertos precisan que el IMC puede ser útil para seguir las tendencias de peso de la población, sin embargo se queda corto debido a que no toma en cuenta las diferencias entre grupos étnicos, y puede señalar que algunas personas, entre ellas los atletas, tienen sobrepeso u obesidad porque no distingue entre masa muscular y grasa.
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Así mismo, el IMC se ha convirtió en un método estándar utilizado para poder determinar quiénes corren más riesgo de sufrir por las consecuencias en su salud relacionadas con el peso y quiénes pueden optar por tratamientos, a menudo costosos.
La medida del IMC con frecuencia se incluye en las indicaciones al recetar medicamentos para adelgazar. Algunos de los fármacos más nuevos y eficaces, como Wegovy, restringen su uso a los pacientes con un IMC igual o superior a 30, el umbral para ser considerado obeso, o un nivel inferior de 27, pero solo si el paciente tiene al menos un problema médico relacionado con el peso, como lo es la diabetes.
Si bien los médicos pueden recetar los medicamentos a pacientes que no cumplan con esos requisitos, las aseguradoras podrían no cubrir su costo.
No obstante de que la mayoría de las aseguradoras, incluida Medicare, cubren algunas formas de cirugía bariátrica usadas para la pérdida de peso, pueden exigir que el paciente tenga un IMC de al menos 35, junto con otros problemas de salud, tales como hipertensión o diabetes, para dar luz verde al procedimiento.
Por otra parte, en el caso de los medicamentos, la situación puede ser incluso más complicada. Medicare, por poner un ejemplo, no cubre la mayoría de los medicamentos para adelgazar, aunque sí los tratamientos conductistas y los exámenes de detección de la obesidad.
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Mientras que, las aseguradoras privadas varían en relación a la cobertura de los medicamentos para adelgazar, dependiendo en gran medida de la póliza concreta del paciente.
Siendo así, que los críticos aseguran que el IMC puede errar en ambos extremos de la escala, clasificando erróneamente a algunas personas de mayor tamaño como poco saludables, y a otras que pesan menos como saludables, aunque puedan necesitar tratamiento médico.
En referencia a los trastornos alimentarios, normalmente utilizan el IMC por lo que pueden limitar el tratamiento solo a quienes tienen un peso inferior al normal, con lo que dejan de lado a muchos que necesitan ayuda, explicó Serena Nangia, directora de comunicaciones de Project Heal, una organización sin fines de lucro que ayuda a los pacientes a obtener tratamiento.
“Al centrarnos tanto en las cifras del IMC, estamos pasando por alto a personas”, comentó Nangia. “Si no tienen un peso inferior al normal, no se les toma en serio y se pasan por alto sus comportamientos”, añadió.
Así también, Stanford indicó que se debe de confrontar a las compañías de seguros se basan en el IMC para autorizar el tratamiento del sobrepeso, sobre todo cuando se trata de algunos de los medicamentos más nuevos para la pérdida de peso, que pueden costar más de 1,500 dólares al mes.
“He tenido pacientes a los que les va bien con la medicación y su IMC baja de un determinado nivel, y entonces la aseguradora quiere retirarles la medicación”, aseguró Stanford.
Pese a que tal vez sea útil como herramienta de detección, Stanford y otros expertos consideran que el IMC por sí solo no es un buen árbitro de la salud.
“La salud de alguien con un IMC de 29 puede ser peor que la de alguien con 50 si esa persona con 29 tiene colesterol alto, diabetes, o apnea del sueño”, explicó Stanford, “mientras que la persona con 50 solo tiene la presión arterial alta. ¿Quién está más enfermo? Yo diría que la persona con más enfermedades metabólicas”, añadió.
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Asimismo, los expertos aseveran que el IMC también puede sobreestimar la obesidad en las personas altas y subestimarla en las bajas. Habiendo también diferencias de género y étnicas que no tiene en cuenta.
“Las mujeres afroamericanas que tienen entre 31 y 33 de IMC tienden a tener un mejor estado de salud incluso en ese nivel superior a 30”, comentó Stanford.
En este sentido, algunas investigaciones como el Nurses’ Health Study, encontraron que los asiáticos tienden a tener un mayor riesgo de desarrollar diabetes a medida que aumentaban de peso, en comparación con los blancos no hispanos y otros grupos étnicos. Por esta razón, algunos países, como China y Japón, establecieron umbrales de IMC más bajos para el sobrepeso y la obesidad entre las personas de origen asiático.
Para los investigadores que realizan estudios sobre el peso en las poblaciones, el IMC no debería ser la única medida para evaluar la salud y el peso de los pacientes.
“Tiene limitaciones”, afirmó David Creel, psicólogo y dietista en el Instituto Bariátrico y Metabólico de la Cleveland Clinic. Por ejemplo, estudios demostraron que los riesgos en la salud aumentan si una persona tiene un exceso de peso en la sección media del cuerpo.
Actualmente, existen otras iniciativas para definir nuevas formas de diagnosticar la obesidad, que no solo podrán ser útiles para médicos y pacientes, sino que también afectarán a la cobertura de los seguros y a las intervenciones de salud pública.
Por lo pronto, Stanford ha estudiado una forma de recalibrar el IMC para que refleje las diferencias de género y étnicas. Lo hace incorporando los factores de riesgo de diversos grupos para afecciones como la diabetes, la hipertensión arterial y el colesterol alto.
Según este estudio, el límite del IMC tendería a ser más bajo para los hombres y las mujeres hispanas y las blancas no hispanas.
“No pensamos eliminar el IMC, pero sí idear otras estrategias para evaluar la salud asociada al peso”, finalizó Stanford.
Con información de EFE/Kaiser Health News (KHN).