Cien años de Heinrich Böll, Premio Nobel de Literatura de 1972

Vida
/ 21 diciembre 2017

Supo desnudar la moralina pequeño burguesa y el materialismo al que se volcó la Alemania del "milagro económico" que sucedió a la derrota del nacionalsocialismo.

Despreciaba el poder y a los poderosos que no conocen la vergüenza"...

Hace cien años nacía Heinrich Böll, el principal escritor de la posguerra alemana y Premio Nobel de Literatura de 1972. Su recuerdo se desvanece, pero durante mucho tiempo fue una figura inmensamente importante. Ninguna otra persona de la cultura alemana actual tiene ni de lejos la influencia de Böll.

Pero, ¿quién era realmente Heinrich Böll? "No quiero tener una imagen ni ser una. Alemania no necesita preceptores (...) necesita ciudadanos críticos y atentos, que no necesariamente tienen que ser autores. Los autores también son ciudadanos que posiblemente se pueden expresar, nada más”.

Böll, que murió hace 25 años el 16 de julio de 1985, intentaba así desprenderse de la imagen de "conciencia de la Nación" en que lo erigió un país que se recuperaba de los estragos de la guerra.
Con una prosa clara, el escritor nacido en Colonia el 21 de diciembre de 1917 y leído por generaciones de estudiantes alemanes y muchísimos extranjeros describió como pocos el regreso de los alemanes del frente de batalla y los daños morales que causó a la sociedad el "Reino de los Mil Años" proclamado por el dictador nazi Adolf Hitler.

Escribió unos sesenta cuentos y seis novelas únicamente en los primeros tres años de la posguerra. Supo desnudar la moralina pequeño burguesa y el materialismo al que se volcó la Alemania del "milagro económico" que sucedió a la derrota del nacionalsocialismo.

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De profunda fe católica, tampoco escatimó críticas para con la Iglesia como institución, representada en muchos personajes de sus novelas, o con el Partido Socialdemócrata (SPD), al que calificó como "el más miserable de todos los partidos”.

Böll abrazó el pacifismo en medio de la carrera armamentista entre el capitalismo y el comunismo que dividieron su país y el continente. Con su tradicional boina negra bien calzada y el cigarrillo en la boca, se lo solía ver encabezando manifestaciones.

Pese a ser un intelectual de izquierdas, fue también un crítico del socialismo real. Se solidarizó con el movimiento de reforma reprimido con violencia en 1968 en Checoslovaquia y albergó en su casa al escritor disidente ruso Alexander Solyenitsin cuando éste fue expulsado de la Unión Soviética en 1974.

Böll sacó personalmente de la Unión Soviética algunos manuscritos del Premio Nobel ruso (1970) para que pudieran ser publicados en Occidente.

El escritor respaldó la apertura al este emprendida por el canciller socialdemócrata Willy Brandt e hizo públicas sus simpatías por el Partido de los Verdes cuando éstos ingresaron en el Parlamento Europeo en 1979 y en el alemán en 1983. La fundación política cercana al Partido Verde lleva su nombre.

"Despreciaba el poder y a los poderosos que no conocen la vergüenza", recordaba con motivo de su muerte el otro gran escritor alemán contemporáneo y Premio Nobel de Literatura de 1999, Günter Grass.

También arremetió contra las prácticas de la prensa amarilla, en especial en su novela "El honor perdido de Katharina Blum", que el director alemán Volker Schlöndorff llevó a la pantalla grande.

Podía dar rienda suelta a sus críticas, porque él mismo era un poder, la personificación de "la otra Alemania". En un sondeo sobre las personalidades más influyentes de la Alemania occidental, realizado a mediados de la década de 1970, fue elegido como el líder de opinión más importante del país después de Willy Brandt y del entonces jefe de la Unión Cristianosocial (CSU) Josef Strauss.

Dos años tras su muerte, el escritor Hans Magnus Enzensberger comentó: "Hemos perdido a Böll. Pero en su lugar tenemos a Amnistía y Greenpeace". El papel de estas organizaciones fundadas posteriormente lo desempeñó completamente solo Böll en las primeras décadas de la República Federal de Alemania.

Junto con sus libros, Böll dio discursos, entrevistas y escribió numerosos artículos. Fue uno de los primeros, por ejemplo, que en los años 50 escribió críticas por no mencionar el asesinato de judíos. En la posguerra, se dejó de lado completamente el holocausto en las clases en los colegios. Cuando Böll visitó una clase en un colegio en 1954, ninguno de los 40 estudiantes había escuchado nada al respecto.

Esto le llevó a escribir en un artículo en el periódico: "Rezamos por los caídos, por los que echamos en falta, por las víctimas de la guerra, pero nuestra entumecida conciencia no logra realizar ninguna oración clara por los judíos asesinados".

Actualmente su obra está cayendo un poco en el olvido. Sus libros ya no son de lectura obligada en los colegios como en los 70 y 80. "No era un virtuoso de la palabra. Pero tenía olfato para los temas candentes de entonces. Ahora, los temas son otros y la distancia a sus libros y su persona se va agrandando", opinó el reconocido crítico literario alemán Marcel Reich-Ranicki en una entrevista al diario "Die Welt" como motivo del 25 aniversario de su muerte.

"La obra de Böll fue sumamente importante. No toda generación puede llegar a tener un Böll. El país tiene que estar agradecido".

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