Dejar el refresco es más difícil de lo que crees: la razón científica y emocional detrás del antojo que no puedes controlar

Dejar el refresco es más difícil de lo que crees: la razón científica y emocional detrás del antojo que no puedes controlar

Lo importante es entender que no estás fallando: estás luchando contra un sistema diseñado para que siempre quieras una botella más.

Vida
/ 14 noviembre 2025
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Dejar el refresco no es tan sencillo como decir “ya no quiero tomarlo”. Para muchas personas, abandonar esta bebida se convierte en una lucha diaria que mezcla biología, metabolismo, hábitos sociales y estrategias de la industria creadas para que sigas regresando por más. Y sí, no es sólo tu culpa.

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Aunque cada historia es distinta, casos como el de Ken Frondorf, quien consume varias botellas de refresco de dieta al día, revelan que este hábito puede volverse parte integral de la rutina, incluso cuando existe la intención de dejarlo atrás. Pero ¿por qué cuesta tanto? La respuesta es más compleja de lo que parece.

1. El refresco está diseñado para enganchar a tu cerebro

Una de las principales razones por las que es difícil dejar el refresco es que estas bebidas están hechas para activar los sistemas de recompensa del cerebro. Expertos en conducta alimentaria explican que los humanos nacemos con una preferencia natural por lo dulce, un mecanismo evolutivo que antes ayudaba a identificar alimentos seguros.

Esa dulzura desencadena dopamina, el neurotransmisor del placer y la motivación. Cuando tomas refresco, este sistema se “enciende” con mayor intensidad, creando una sensación de satisfacción difícil de resistir.

Además, muchas de estas bebidas contienen cafeína, un estimulante que puede generar síntomas de abstinencia como irritabilidad, dolor de cabeza y cansancio cuando intentas dejarla. Por eso, incluso cuando quieres cambiar tus hábitos, el cuerpo te pide volver a lo conocido.

2. El efecto del azúcar en tu metabolismo provoca un ciclo adictivo

Los refrescos no sólo afectan al cerebro: también influyen en cómo tu cuerpo maneja la energía. A diferencia de frutas o alimentos ricos en fibra, el refresco es un disparo directo de azúcar que llega rápidamente al torrente sanguíneo.

Este pico provoca que el páncreas libere grandes cantidades de insulina para regular la glucosa. Pero como la energía se almacena demasiado rápido, el nivel de azúcar cae antes de lo esperado. ¿El resultado?

Vuelve el hambre y el antojo, empujándote a buscar otra bebida dulce para “recuperarte”. Esta montaña rusa metabólica se convierte en un ciclo que refuerza el consumo repetido.

3. El refresco forma parte de tu entorno y tu vida social

La industria de bebidas ha trabajado durante décadas para convertir el refresco en el acompañante ideal de prácticamente cualquier momento: comida rápida, reuniones, partidos, conciertos, viajes o celebraciones.

El marketing ha logrado que el refresco se sienta como una opción predeterminada, no como un antojo ocasional. Cuando tu entorno te lo recuerda todo el tiempo, en anuncios, combos, promociones o eventos, romper el hábito requiere un esfuerzo mayor del que imaginamos.

4. No es falta de fuerza de voluntad: es un sistema completo en tu contra

Entre la biología, el metabolismo y la presión del entorno, dejar el refresco implica enfrentar una red de estímulos muy poderosos. Por eso tantas personas dicen: “Sé que me haría bien tomar agua, pero no puedo dejarlo”.

Lo importante es entender que no estás fallando: estás luchando contra un sistema diseñado para que siempre quieras una botella más. Dar pequeños pasos, como reducir porciones, alternar con agua o evitar comprar grandes cantidades, puede ayudar a romper este ciclo sin sentir que lo haces de golpe.

TEMAS

Editora de Estilo de Vida. Apasionada creadora de contenido digital y su posicionamiento a través de SEO.

Con más de 5 años de experiencia haciendo comunicación en temas de política, finanzas personales, economía y estilo de vida.


Egresada de la Facultad de Estudios Superiores Aragón, UNAM.

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