Los chicos del Apolo 11 a 50 años de la gran hazaña

Vida
/ 22 mayo 2019

Qué fue lo primero que dijo el segundo hombre que pisó la Luna, y otras palabras poco conocidas de ese hito histórico

Elegimos ir a la Luna, no porque sea fácil, sino porque es difícil”, declaró el presidente de Estados Unidos John F. Kennedy en septiembre de 1962.

La frase deriva de la decisión histórica de superar a la antigua Unión Soviética (URSS) en la carrera por la conquista del espacio.
Más aún, aquella frase iba acompañada de un plazo: ‘llevar un hombre a la Luna y traerlo de vuelta a la Tierra’ debía lograrse antes de que terminara la década de los años ‘60s.

Kennedy, asesinado en 1963, nunca supo si su país ganaría la ‘carrera espacial’ contra su archirrival, la Unión Soviética, que ya había marcado dos hitos espectaculares al poner en órbita el primer satélite (el ‘Sputnik’, en 1957) y, más importante aún, al enviar al primer hombre al espacio (Yuri Gagarin, el 12 de abril de 1961).

La URSS tenía que ser superada

En plena Guerra Fría, Estados Unidos necesitaba que su primer paso en ese escenario fuera de tal magnitud que igualara o superara los que ya había dado Moscú.

Y poco antes de que expirara el plazo que Kennedy había establecido, la NASA lo logró: el 20 de julio de 1969 el astronauta Neil Armstrong hizo historia al convertirse en el primer hombre en pisar la Luna.

La frase que pronunció al apoyar el pie izquierdo en la superficie de nuestro satélite natural se convirtió en una de las citas más conocidas de toda la historia: ‘Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad’.

Pero Armstrong no iba solo. En la arriesgada misión Apollo 11 lo acompañaron Michael Collins y Edwin ‘Buzz’ Aldrin.

Aunque Collins no estaba en el módulo que aterrizó en la Luna (pues solo había espacio para dos astronautas), Aldrin, el piloto, sí estaba ahí y también se bajó a admirar el paisaje.

¿Qué dijo él cuando pisó la Luna?

Ese es uno de los detalles no tan conocidos pero interesantes y divertidos de la misión que hace 50 años realizó un sueño compartido desde el inicio de los tiempos.

Por si acaso

Ya en los años 4000 a 3000 a.C. los comerciantes de Babilonia conocían los ‘seguros’ de mercancías y de personas. Bajo esos contratos, si un barco se perdía en el mar, no tenía que reembolsarse. Los intereses del préstamo cubrían el riesgo del seguro.

A pesar de que los seguros nacieron para indemnizar a quienes se arriesgaban a emprender viajes por los mares del mundo, las firmas aseguradoras se mostraron reacias a brindarle sus servicios a los viajeros del espacio.

La aventura les pareció demasiado peligrosa.

La NASA les dio a los astronautas un seguro de vida básico, pero Armstrong, Aldrin y Collins seguían preocupados por el futuro de sus familias en caso de que ocurriera un desastre.

Así que idearon una estrategia: firmaron sobres conmemorativos de la misión Apollo 11, que estaban adornados con imágenes y estampillas sobre el tema.

Los llamaron ‘coberturas de seguro’, pues, si morían en el intento, sus familias podrían vendérselos a los coleccionistas.

Un  texto de despedida

Si todo fallaba, quien tendría que hablarle a los estadounidenses y al mundo era el Presidente, en ese momento Richard Nixon... Y ese no sería un momento apropiado para improvisar.

Así que el Jefe de Discursos del mandatario, Bill Safire, tuvo que preparar un discurso que nadie querría escuchar: aquel que lamentaba la muerte de los astronautas.

Habiendo hablado con funcionarios de la NASA, Bill sabía que había una alta probabilidad de que sucediera tal fatalidad.

El texto fue titulado ‘En caso de desastre lunar’, y en él se elogiaba, con palabras finas y edificantes, la valentía, el sacrificio y el espíritu de exploración de los astronautas que viajaron a la Luna.

El texto decía lo siguiente

“El destino ha querido que los hombres que fueron a la Luna a explorar en paz se quedaran en la Luna a descansar en paz. Esos valientes, Neil Armstrong y Edwin Aldrin, saben que no hay posibilidad de que los rescatemos. Pero también saben que su sacrificio conlleva una gran esperanza para la humanidad.

Los dos dieron sus vidas en aras del más noble objetivo de la especie humana: la búsqueda de la verdad y la comprensión.

Serán llorados por sus familiares y amigos. Serán llorados por la nación. Serán llorados por la gente del mundo. Serán llorados por una Madre Tierra que se atrevió a enviar a dos de sus hijos hacia lo desconocido.

En su exploración, concitaron a la gente del mundo a sentirse como uno; con su sacrificio, atan más estrechamente la hermandad del hombre.

En la antigüedad, los hombres miraban a las estrellas y veían a sus héroes en las constelaciones. En la actualidad, hacemos lo mismo, pero nuestros héroes son hombres de carne y hueso.

Otros los seguirán, y seguramente encontrarán su camino a casa. La búsqueda del hombre no será negada. Pero estos hombres fueron los primeros, y seguirán siendo los primeros en nuestros corazones.

Todo ser humano que mire a la Luna en las noches venideras, sabrá que en algún rincón de otro mundo, estará para siempre la humanidad”.

(Termina el texto redactado para ser leído post mortem).

El poder de Saturno

Un cohete gigante Saturn V fue el que disparó al espacio al Apolo 11 y a su tripulación. Con tanto poder, era como pilotar una bomba nuclear.

Saturno V pesaba más de 2.8 millones de kilogramos. Su altura era de 111 metros, 18 más que la Estatua de la Libertad.

Funcionaba en tres etapas y cada una se separaba de la nave después de realizar su trabajo.

El cohete generaba 34.5 millones de newtons de empuje en el lanzamiento. Un newton es la fuerza necesaria para proporcionar una aceleración de 1 m/s2 a un objeto de 1 kg de masa.

Debido al calor que producía, Saturn V requirió una zona de exclusión de 5 kilómetros alrededor de la plataforma de lanzamiento.

De hecho, a la distancia, los espectadores solo escucharon los motores, 15 segundos después de encendidos. Para ellos, Saturno V despegó en silencio.

Un momento inigualable

“Después del despegue del cohete Saturno, todo el mundo se preparó para presenciar el gran final de la semana más grande desde el Nacimiento de Jesucristo (...)

Aquel día se escuchaban frases sueltas de los astronautas a través de los altavoces.

‘En el Águila todo marcha estupendamente bien’, llegó a los oídos de la multitud que esperaba el desenlace de aquel episodio histórico.

Después se escucharon cifras sobre la altitud a la que se encontraba el módulo lunar. Y finalmente

‘¡Todo listo para el aterrizaje’!

‘De acuerdo. Listo para el aterrizaje. Novecientos metros’.

Así (...), se preparaban para entrar por el embudo de un acontecimiento histórico cuya experiencia podría llevarles a la muerte (...)

O a la experiencia divina de crear un nuevo ser humano. ¿Espera uno en una estancia entre extraños, mientras se van anunciando cifras?: ‘Alma número 77-48-16, lista, pase a la zona CX, será despedida (o concebida) a las 16.04 horas’ (...)

Un chico maravilloso

-’Houston, aquí Base de la Tranquilidad. El Águila ha aterrizado’.

Era la voz de Armstrong, la voz serena de aquel muchacho de pueblo, de esos que lo sacan a uno del mar cuando se está ahogando, y luego se aleja corriendo antes de que alguien pueda ofrecerle una recompensa.

El segundo en pisar

El 21 de julio a las 02:56:15 GMT, Armstrong se convirtió en el primer ser humano en caminar sobre la Luna.

Mientras pronunciaba las 13 palabras cuidadosamente escogidas por la NASA que hicieron historia, Aldrin lo filmaba desde el módulo lunar. Al cabo de 19 minutos, se unió a Armstrong en la superficie.

Cerró la puerta de la cabina con cuidado y contempló el paisaje lunar gris blanco.

Estaban a 380 mil kilómetros de distancia de la Tierra y ésta se veía del tamaño de una canica.

“Hermosa vista”, dijo Aldrin. Luego de que Armstrong lo admitiera, y agregara: “Magnífica desolación”. 

Con información Global News

COMENTARIOS

TEMAS
NUESTRO CONTENIDO PREMIUM