Música mexicana; más allá de los clásicos
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Conoce los acontecimientos detrás de seis melodías clásicas con las que tanto nos identificamos los mexicanos
Cuando lo inexplicable abruma se traduce en un lenguaje que todos, con los sentidos, podemos comprender: la música. En el año 1945 fue fundada la Sociedad de Autores y Compositores de México, que para conmemorar la fecha la declararon el 15 de enero como el Día del Compositor.
Para celebrar esta ocasión, decidimos recordar qué es lo que hay detrás de la creación de las piezas mexicanas emblemáticas, aquellas sin las que México y su historia no serían lo mismo.
Juventino Rosas Cadena
Sobre las olas: de vals a requiém
La vida de Rosas fue errante. Tuvo la oportunidad de estudiar formalmente música, pero la sombra de la orfandad, la muerte y el aburrimiento lo perseguía. Aún así su talento era nato y pronto las primeras damas le pedían composiciones dedicadas, así llegó ‘Sobre las olas’. Después de componerlo, se enamoró de una fan, Juana Morales, quien pensó que el músico sería rico. Pero aunque el vals ganó 200 mil pesos, Rosas lo había vendido a la Wagner y Levien por 45 pesos. Juana lo abandona y el se enlista en el ejército. Quería morir.
Genaro Codina
Marcha de Zacatecas: Una serenata militar
Todo inició una noche de 1891 en la casa del compositor Fernando Villalpando. Entre platillos y copas apostaron a ver quién componía la mejor marcha militar con sus amigos como jueces. Caminando por la Alameda, Codina sintió la imperiosa necesidad de tocar esta melodía en su arpa que, previsiblemente, ganó, por lo que la llamó Marcha Aréchiga en honor al gobernador. Fue el mismo Villalpando quien hizo la instrumentación, y la primera vez que Codina la escuchó exclamó: “No creía que fuera tan linda!”, Villalpando respondió “Tú me la diste desnuda y yo la vestí”.
Arturo Márquez
Danzón No. 2 : Un homenaje a la justicia
Festiva, de cierta forma esperanzadora es esta composición del Márquez. Pero para él, se trataba más de una pieza que buscaba revivir la música popular y también un himno de apoyo al EZLN durante su levantamiento en 1994 (año en que se estrenó la pieza). “Fue un gran encuentro de las cosas que me pasaban en el momento en que la escribí y lo que ocurría a mi alrededor. En resumen, tiene que ver con muchas cosas en las que afortunadamente todavía creo, como la justicia”, dijo.
José Pablo Moncayo
Huapango: Por el amor a la naturaleza veracruzana
Cuando el compositor tenía 29 años se mudó a Veracruz para hacer una investigación, fue de sitio en sitio hasta que en el puerto de Alvarado conoció la Fiesta del Fandango, donde conoció las bases y la inspiración para el Huapango. Con el tiempo se volvió montañista, pues era amante de las texturas, los colores y los olores de la naturaleza, elementos que también se perciben en sus piezas.
Carlos Chávez
La Sinfonía India
Esta, la composición más famosa de Chávez, pronto llamó la atención por su peculiar estructura y se ha convertido en objeto de muchos análisis. No es sencillo de explicar, pero de manera sencilla, la Sinfonía India toma su carácter sonoro de la combinación de tres elementos principales e independientes entre sí: complejidad rítmica, el uso de instrumentos prehispánicos en las percusiones y melodías indígenas originarias de etnias como los seris y yaquis de Sonora, así como los Huicholes de Nayarit. La compleja pieza fue compuesta por Chávez durante su primera gira por Estados Unidos.
Silvestre Revueltas
Sensemayá: Canto para matar a una culebra
En esta pieza, Revueltas hizo una traducción de las letras a la música del poema original del escritor cubano Nicolás Guillén, quien más allá del significado del poema, se trata de la sonoridad rítmica de las palabras originarias del continente americano. Junto a otros 17 poemas, Guillen lo publicó en el libro West Indies Ltd, donde Revueltas lo conoció y pudo sentir en este la cadencia y el ritmo del estribillo inicial de la poesía.