Mi hija ya no cree en Santa Claus, pero yo le enseño a creer en la magia

Vida
/ 21 noviembre 2016

La Navidad llega cuando menos te lo imaginas. Mi hija dejó caer una bomba camino a la escuela. Dijo que no cree en Santa Claus. Este año va a ser diferente

El 3 de noviembre de 2016 me dijiste que ya no creías en Santa Claus.

Venías preguntándome si existía de verdad y cada vez, yo te contestaba “¿Pero TÚ crees que existe?” Por lo general, decías que sí y yo afirmaba “Entonces, por supuesto que existe.”

Pero esta vez fue diferente.

¿Ya llegó ese momento? ¿Ya tienes 8 años?

¿Sabes qué? Me doy cuenta de que quieres creer en Santa Claus. Me doy cuenta de que mis respuestas no te resultan satisfactorias; de que quieres escuchar un sí rotundo. Me temo que percibes mis evasivas y eso te produce escepticismo.
Pienso que todavía crees en Santa Claus pero necesitas pruebas.

Pues bien, tu abuela tiene mucho que ver con mis respuestas. La familia de una amiga suya de la adolescencia estaba resuelta a probar la existencia de Santa Claus.

Una vez, el padre de su amiga llegó a caminar por el techo una Nochebuena para que ella oyera las pisadas y supiera que Santa Claus estaba repartiendo regalos. Durante años estuvo convencida de su existencia hasta que un día se dio cuenta de que Santa quizá no era quien ella pensaba. Sintió una gran desilusión por haber sido engañada durante tanto tiempo. Sintió que había sido la víctima de una gran broma y su confianza en sus padres se vio disminuida.

Mi mamá vio la gran decepción de su amiga y juró que nunca iba a provocar esos sentimientos en sus hijos. Así fue que desde el principio supimos que Santa Claus es una figura pero en realidad era mi padre quien traía los regalos.
Ahora bien, me doy cuenta de que no es muy divertido. ¿Qué gracia tiene la Navidad si sabemos que Santa Claus viste una bata de franela en vez de un traje de terciopelo rojo? ¿Qué se afeita en vez de dejarse la barba blanca? ¿Qué no conoce a ningún reno llamado Rudolf?

Querida, existen distintos tipos de magia. No siempre aparece de la forma que te imaginas, ni siquiera es algo visible. De hecho, la magia está en creer en cosas que no puedes ver. Por ejemplo, yo creo que todas las personas son nuestras hermanas. Creo que el Creador nos une en una gran familia. Creo en el amor y su poder de transformación, en la amistad y en el perdón y en no depender de otros para distinguir lo que es verdad de lo que no lo es.

El día que me dijiste que no creías en un Santa Claus real, sucedió algo especial. Las semanas anteriores habíamos estado peleando por nimiedades como la tarea, tarea y más tarea. Había comenzado a creer que éramos como las madres e hijas de los comerciales, donde se hablan a los gritos y la hija se va dando un portazo. No quiero eso para nosotras cuando crezcas. Ni nunca.

Justo cuando me estaba preocupando en serio, llegaste de la escuela de buen humor e hiciste tu tarea sin quejarte ni una vez. Esa noche, encontré una nota tuya y dulces de Halloween sobre mi almohada. La nota decía “¡Te quiero mucho! Tanto como me quieres tú. Espero que te gusten los dulces.”

Para mí, eso es la verdadera magia.

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